Noviembre arrancó y con este mes también la segunda vuelta de esta calesita que tiene como premio final cinco años de la vida de todos los uruguayos. Entonces, no es menor la prueba si de ella dependen tantos días de nuestras existencias. Ya se han comenzado a dar señales claras y contundentes hacia esas instancias y las intentaremos descifrar en los párrafos siguientes.
El mismo domingo de elecciones hubo señales claras y contundentes. Una apresurada fórmula frenteamplista emite una conferencia de prensa antes de dirigir un mensaje a su militancia que esperaba fuera del NH Columbia. Un error impensado pues se sabe muy bien que primero están los militantes y a ellos debió hablarse en primera instancia. Sin embargo se cometió el error de dirigir primero un mensaje a la prensa mientras miles -desanimados con los resultados que iban adelantado las encuestadoras- esperaban afuera. Esa acción les hubiera dado el tiempo suficiente para conocer el verdadero resultado del domingo, tiempo que supieron aprovechar luego los grandes perdedores. Esos mismos que tuvieron su minuto de gloria mediática (mientras hablaban y festejaban, los porcentajes de votación iban descendiendo cada vez más, al punto de no entender el televidente qué era lo que se celebraba). Claro que con el diario del lunes me resulta muy fácil opinar esto, pero existen responsables de campaña que cobran por pensarlo (y muy bien) y es su tarea prever un Plan B que fue inexistente.
Otra señal clara y contundente fue vernos a los frenteamplistas ilusionados con la victoria en la primera vuelta y –fiel a la idiosincrasia uruguaya, sin término medio- pasarnos del blanco al negro sin grises. Bueno, en verdad hay blancos y colorados que tienen el rosado impregnado (y viceversa). Seguramente ello, sumado al resultado del voto de anulación por la ley de caducidad y en menor medida el voto epistolar, formaron un combo negativo con un 3 a 0 contundente que era difícil de digerir. Los blancos celebraron el pasaje a segunda vuelta como la gran victoria que ocultó el hecho incontrastable de hacerlo con 20 puntos porcentuales por debajo, registrando una peor votación que en el período pasado. Pero como tienen asumido que son rosados antes que blancos, sienten que la pérdida es menor (tan solo 3 o 4 puntos porcentuales). Seguramente serán muchos más el último domingo de noviembre pero sigamos develando señales.
En filas coloradas un ansioso y desbordante de alegría Pedro, se comió la señal emitida por Canal 12 cuando Luis Eduardo González enmendó su error inicial, afirmando que había segunda vuelta y que el FA peleaba en baja la mayoría parlamentaria. Allí emitió su señal de apoyo inequívoco a Lacalle, anunciando su voto anticipado. Esa señal le jugará en contra –en nuestra humilde opinión- pues dejó definitivamente atrás la pose de centro con que se maquilló en esta campaña y cuyo disfraz pudo pasar inadvertido para muchos de quienes le votaron. Ahora no hay medias tintas, se pasó inexorablemente para la derecha y cedió el espacio del centro a quien lo quiera tomar.
Por filas del Partido Independiente, intentaron revisar la postura pero la sensatez primó y también la oportunidad que les abrió Pedro con su actitud. Con la libertad de acción ratificada y el no anuncio de a quien apoyarán en el balotaje, se posicionan en el medio del campo político captando ese votante de centro que no quiere ningún extremo. Gracias Pedro, se escucha decir por lo bajo a un Pablo Mieres, aunque también mastica bronca pues esta jugada le privó la banca al Senado que hoy tendría si la careta -a Pedro- se le hubiera caído antes.
Finalmente el Partido Nacional no puede dejar de emitir señales y no son lo que parecen o no llevan al objetivo que pretenden. Si bien es elogiable la inteligencia de la primera movida, también es criticable cómo no hacen caudal de la misma y pierden pie casi enseguida. La desazón se apreció ni bien conocieron la obtención de la mayoría parlamentaria del FA, al día siguiente. Entonces comenzaron sus señales. Primero, no reconociendo la misma sino hasta pasados varios días después del domingo; después, nombrando como Jefe de Campaña a Penadés, quien si bien está loco de contento con la responsabilidad no es sino la excusa anticipada de la derrota en la segunda vuelta (esto es pura intuición compartida con algunos compañeros, conste); otra señal fue el frustrado intento de recurrir –fuera de plazo y sin fundamentos sólidos- el escrutinio de Montevideo.El Semanario Búsqueda de la última semana incluyó un editorial de Claudio Paolillo que si no lo hubiera leído no lo hubiera imaginado siquiera. En el mismo se hacía referencia a ciertos detalles de campaña que nadie conocía hasta este jueves, y que delatan los entretelones de una campaña del líder nacionalista que dan señales inequívocas de un rumbo sin un norte definido y mucho menos consensuado. Aquella suposición de que Lacalle actuaba como si quisiera perder la elección parece no tan descabellada al leer dicho editorial. La lucha familiar por un lugar en la lista al senado de su hijo, la elección de la agencia de publicidad impuesta por su cónyuge, serían una serie de hechos originados en una especie de cónclave familiar alejado de toda decisión política de su dirigencia, como pudiera pensarse. Incluso la actitud de dimensionar la elección en segunda vuelta se me ocurre una señal equivocada (¿recién ahora se acuerdan de darle sentido patriótico?). Es claro que deben captar votos pero hacerlo al extremo de camuflarse de lo que no fueron durante la primera vuelta, parece un exceso. Uruguayos somos todos y desde que nacemos, pero pareciera que estos políticos de hoy se transforman en más orientales cuando no alcanzan el gobierno en primera vuelta.
Está bien, son estrategias, a mi humilde modo de ver, equivocadas. En estos tiempos que corren, los uruguayos -cada vez más- queremos gobernantes auténticamente honestos, que no necesiten disfrazarse ni rediseñar sus fondos de escenario con la bandera más linda del mundo. Eso debiera estar incrustado en cada uno sin necesidad de apelar a ello como recurso de campaña. Por ello, hoy más que nunca, salgamos con la bandera de Otorgués y revivamos aquel río del 18 de octubre pasado, pero hagámoslo sabiendo que esos colores van unidos a un sol y nueve franjas que no cedemos a nadie en propiedad.
Por más y mejor Uruguay, demos señales claras y contundentes de continuar la senda de los cambios iniciada con este primer gobierno y, seguramente, el último domingo de noviembre podremos celebrar la consolidación de la utopía en el país.
Con la notable diferencia, que la misma se está transformando en realidad.
¡Viva el Frente Amplio! ¡Viva Uruguay!
El mismo domingo de elecciones hubo señales claras y contundentes. Una apresurada fórmula frenteamplista emite una conferencia de prensa antes de dirigir un mensaje a su militancia que esperaba fuera del NH Columbia. Un error impensado pues se sabe muy bien que primero están los militantes y a ellos debió hablarse en primera instancia. Sin embargo se cometió el error de dirigir primero un mensaje a la prensa mientras miles -desanimados con los resultados que iban adelantado las encuestadoras- esperaban afuera. Esa acción les hubiera dado el tiempo suficiente para conocer el verdadero resultado del domingo, tiempo que supieron aprovechar luego los grandes perdedores. Esos mismos que tuvieron su minuto de gloria mediática (mientras hablaban y festejaban, los porcentajes de votación iban descendiendo cada vez más, al punto de no entender el televidente qué era lo que se celebraba). Claro que con el diario del lunes me resulta muy fácil opinar esto, pero existen responsables de campaña que cobran por pensarlo (y muy bien) y es su tarea prever un Plan B que fue inexistente.
Otra señal clara y contundente fue vernos a los frenteamplistas ilusionados con la victoria en la primera vuelta y –fiel a la idiosincrasia uruguaya, sin término medio- pasarnos del blanco al negro sin grises. Bueno, en verdad hay blancos y colorados que tienen el rosado impregnado (y viceversa). Seguramente ello, sumado al resultado del voto de anulación por la ley de caducidad y en menor medida el voto epistolar, formaron un combo negativo con un 3 a 0 contundente que era difícil de digerir. Los blancos celebraron el pasaje a segunda vuelta como la gran victoria que ocultó el hecho incontrastable de hacerlo con 20 puntos porcentuales por debajo, registrando una peor votación que en el período pasado. Pero como tienen asumido que son rosados antes que blancos, sienten que la pérdida es menor (tan solo 3 o 4 puntos porcentuales). Seguramente serán muchos más el último domingo de noviembre pero sigamos develando señales.
En filas coloradas un ansioso y desbordante de alegría Pedro, se comió la señal emitida por Canal 12 cuando Luis Eduardo González enmendó su error inicial, afirmando que había segunda vuelta y que el FA peleaba en baja la mayoría parlamentaria. Allí emitió su señal de apoyo inequívoco a Lacalle, anunciando su voto anticipado. Esa señal le jugará en contra –en nuestra humilde opinión- pues dejó definitivamente atrás la pose de centro con que se maquilló en esta campaña y cuyo disfraz pudo pasar inadvertido para muchos de quienes le votaron. Ahora no hay medias tintas, se pasó inexorablemente para la derecha y cedió el espacio del centro a quien lo quiera tomar.
Por filas del Partido Independiente, intentaron revisar la postura pero la sensatez primó y también la oportunidad que les abrió Pedro con su actitud. Con la libertad de acción ratificada y el no anuncio de a quien apoyarán en el balotaje, se posicionan en el medio del campo político captando ese votante de centro que no quiere ningún extremo. Gracias Pedro, se escucha decir por lo bajo a un Pablo Mieres, aunque también mastica bronca pues esta jugada le privó la banca al Senado que hoy tendría si la careta -a Pedro- se le hubiera caído antes.
Finalmente el Partido Nacional no puede dejar de emitir señales y no son lo que parecen o no llevan al objetivo que pretenden. Si bien es elogiable la inteligencia de la primera movida, también es criticable cómo no hacen caudal de la misma y pierden pie casi enseguida. La desazón se apreció ni bien conocieron la obtención de la mayoría parlamentaria del FA, al día siguiente. Entonces comenzaron sus señales. Primero, no reconociendo la misma sino hasta pasados varios días después del domingo; después, nombrando como Jefe de Campaña a Penadés, quien si bien está loco de contento con la responsabilidad no es sino la excusa anticipada de la derrota en la segunda vuelta (esto es pura intuición compartida con algunos compañeros, conste); otra señal fue el frustrado intento de recurrir –fuera de plazo y sin fundamentos sólidos- el escrutinio de Montevideo.El Semanario Búsqueda de la última semana incluyó un editorial de Claudio Paolillo que si no lo hubiera leído no lo hubiera imaginado siquiera. En el mismo se hacía referencia a ciertos detalles de campaña que nadie conocía hasta este jueves, y que delatan los entretelones de una campaña del líder nacionalista que dan señales inequívocas de un rumbo sin un norte definido y mucho menos consensuado. Aquella suposición de que Lacalle actuaba como si quisiera perder la elección parece no tan descabellada al leer dicho editorial. La lucha familiar por un lugar en la lista al senado de su hijo, la elección de la agencia de publicidad impuesta por su cónyuge, serían una serie de hechos originados en una especie de cónclave familiar alejado de toda decisión política de su dirigencia, como pudiera pensarse. Incluso la actitud de dimensionar la elección en segunda vuelta se me ocurre una señal equivocada (¿recién ahora se acuerdan de darle sentido patriótico?). Es claro que deben captar votos pero hacerlo al extremo de camuflarse de lo que no fueron durante la primera vuelta, parece un exceso. Uruguayos somos todos y desde que nacemos, pero pareciera que estos políticos de hoy se transforman en más orientales cuando no alcanzan el gobierno en primera vuelta.
Está bien, son estrategias, a mi humilde modo de ver, equivocadas. En estos tiempos que corren, los uruguayos -cada vez más- queremos gobernantes auténticamente honestos, que no necesiten disfrazarse ni rediseñar sus fondos de escenario con la bandera más linda del mundo. Eso debiera estar incrustado en cada uno sin necesidad de apelar a ello como recurso de campaña. Por ello, hoy más que nunca, salgamos con la bandera de Otorgués y revivamos aquel río del 18 de octubre pasado, pero hagámoslo sabiendo que esos colores van unidos a un sol y nueve franjas que no cedemos a nadie en propiedad.
Por más y mejor Uruguay, demos señales claras y contundentes de continuar la senda de los cambios iniciada con este primer gobierno y, seguramente, el último domingo de noviembre podremos celebrar la consolidación de la utopía en el país.
Con la notable diferencia, que la misma se está transformando en realidad.
¡Viva el Frente Amplio! ¡Viva Uruguay!
el perro quería salir a dar la vuelta,
el hombre... también!
el hombre... también!
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