Fuente imagen: El Blog del Loco Dao |
Siempre
me gustaron las historietas de "El Conventillo de don Nicola" por el humor absurdo
que manejaba. Con un personaje que hablaba en cocoliche (una mezcla de
castellano y dialectos italianos), sus escenas retrataban el clima de una época
singularmente rica de las casas de inquilinatos que abundaban por los barrios
del Buenos Aires de los años sesenta. Una realidad muy similar a la uruguaya y
donde el humor recurría muchas veces al absurdo para pintar aquella realidad de
los populares conventillos.
Y
en todo conventillo se dan infinitas situaciones que hacen a la vida misma,
escenas donde la realidad supera toda ficción muchas veces y seguramente esa
particular forma de exagerar la realidad también haya sido fuente de
inspiración para los creadores de aquellas formidables tiras cómicas.
Seguramente
hoy no sean dibujantes sino libretistas de carnaval los que harán caudal de
todo el volumen de episodios que está aportando este gobierno y del que no da
tiempo a hacer la síntesis de un caso que lo cubre otro aún peor. Una vorágine
de asuntos -a cuál más grave- van dando la tónica del verdadero conventillo en
que se ha convertido este gobierno y donde los “inquilinos” hacen méritos para
el cargo con enfrentamientos y acusaciones mutuas que hacen honor a la
comparación.
¡Vaya
si les dio letra esta administración! Basta con repasar los casos de Astesiano
y la asociación para delinquir montada en el piso 4 de la Torre Ejecutiva por
el Fibra, “un profesional intachable” (una de las frases del “cocoliche” lingüístico
de Lacalle Pou); o la entrega del pasaporte a Marset, “un narco peligroso y
pesado” al que “no había otra opción legal que otorgarle el pasaporte” (otra
frase en cocoliche).
Pero
el conventillo tuvo otros inquilinos que no fueron menos. Hubo tiempo para un
ministro que se decía Licenciado y no tenía título, cometiendo (este sí) el
delito de usurpación de título pues durante años se arrogó el mismo sin tenerlo
(por más que luego lo obtuviera, durante el tiempo que se dijo ser cometió el
delito). Sin embargo y a pesar de haber renunciado al cargo de Ministro, ocupa
su banca en el Senado sin arrepentimiento alguno.
O
el caso de la ex ministra Moreira, otra que funge sin remordimientos en su banca
del Senado luego de ser descubierta por entregar viviendas a dedo a sus
correligionarios. Una herida abierta que no perdona Cabildo Abierto y que tironea
a la coalición de forma recurrente. Claro que Manini amenaza pero no concreta,
al final siempre termina votando con los socios en una hipócrita actitud a la que
las encuestas empiezan a medir sus consecuencias.
Cardoso
y sus negocios comprando publicidad a Kirma en plena pandemia, durante su corta
estadía por la cartera de Turismo; Albisu y su bolsa de trabajo para militantes
y ediles de su sector político en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande,
renunciando al cargo pero dejando intactos a los designados. Todo ello con el
consentimiento expreso del propietario del conventillo, por supuesto.
Y
ni hablar del caso Penadés, que dejó al desnudo una trama oculta de manejo del
poder para evitar la inculpación y obtener la identidad de las víctimas que denunciaron
bajo reserva. Todo ello con la complicidad de funcionarios policiales y la
sospecha intacta del conocimiento de las máximas autoridades de la cartera,
algo que todavía es parte de la investigación.
Ser
y parecer
No
alcanza con decir si a lo dicho no se le agrega acción; la sanata enardece a la
opinión pública que no tolera que se le mienta o no se le aclaren los hechos con
la verdad como premisa. “Guarda la tosca que no vale mentir”, no debe ni puede
ser un mero eslogan y el Presidente tiene la obligación de cumplirlo.
Pero
es bien cierto que no hay conventillo sin conflictos; las relaciones humanas
tienen eso como aditivo casi siempre, y no es para cualquiera la tarea de saber
administrarlos o hacerlo de manera correcta. Claro que lo mejor sería que no
hubiera siquiera conventillo, pero cuando los acuerdos implican convenir en un
único objetivo de sacar a un partido del gobierno y no hay un rumbo claro,
pasan estas cosas a la primera dificultad. Mucho más si las “dificultades” se
hacen una constante.
Hay
que ser y parecer, siempre, no solo para la tribuna.
El
Presidente nos trata como si él fuera Bustillo, pero con la diferencia que los
uruguayos no somos tarados... ni anormales.
el hombre regenteaba el conventillo,
el perro, su propia casilla…
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