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lunes, 13 de febrero de 2023

Un éxito imperdonable…

Fuente imagen: La Diaria
La remoción de toda la cúpula de la Policía Nacional era la crónica de una muerte anunciada en razón del cúmulo de situaciones embarazosas que la tuvieron –por acción o por omisión- en la agenda pública. Y no solo con referencia al caso Astesiano, donde inocultablemente han salido a la luz las implicancias de los números dos y tres del comando policial, sino otras que arrastra el relevado Director Nacional – Diego Fernández. Precisamente, este último tuvo varias situaciones que lo definen, a saber: la valentonada de bajar el cuadro de Guarteche en la Dirección de Inteligencia Policial para restituir el del represor Castiglioni; el audio donde impone silencio a todos los mandos policiales sobre la propuesta de los interruptores de violencia presentada por Heber; o el corte intempestivo de una rueda de prensa que estaba brindando el Jefe de Policía de Montevideo, Mario D’Elía; situaciones que ilustran un estilo basado en la imposición verticalista del mando en lugar de la obediencia por convicción. Un estilo que termina cayéndose por su propio peso, donde la orden se ejecuta sin entenderla y -muchas veces- se incumple a conciencia, demostrando que el poder no se impone a los gritos sino convenciendo. Todo ello, sin contar los pésimos resultados que acumula en materia de homicidios, junto a las denuncias de maquillaje de cifras, precarización de los registros o dificultades para denunciar los hechos delictivos. Un comando heredado (habían sido designados por Larrañaga), que en poco más de un año con nuevo Ministro, termina sustituido. Así como nos podemos explicar el cambio por estas u otras razones que seguramente incidieron en la decisión, resulta inexplicable el argumento de la sustitución para “seguir profundizando el éxito”, como argumentó Heber. Convengamos que resultó –por lo menos- un “éxito imperdonable”…

Un cuadro de fútbol

Ese es, por lo menos, el número de destituidos o relevados de los mandos policiales que hemos podido recordar para esta columna. Seguramente falte alguno pero son más de 11 los mandos que –en distintas circunstancias- fueron cesados de sus cargos tanto durante la gestión del fallecido Larrañaga como la del actual ministro Luis Alberto Heber.

¿Quién no recuerda la salida de Erode Ruiz de la Jefatura de Montevideo por haber cometido la “imprudencia” de reunirse con Gustavo Leal para recibir información sensible que le permitiera gestionar una zona afectada por la inseguridad? ¿A quién iba a recurrir Ruiz? Recibió a quien tenía la información, alguien que desempeñó a satisfacción una función harto sensible en la cartera y lideró –por mandato del extinto Bonomi- los exitosos operativos Mirador que restituyeron la convivencia en zonas copadas por bandas de delincuentes que se disputaban el territorio y desalojaban vecinos a punta de pistola.

Nadie de la nueva administración –mucho menos quien sustituyó a Leal- manejaba información de calidad, pero… así le fue. Con aquella salida perdió el Ministerio un cuadro policial con ascendencia en la fuerza, dejando en su lugar a un sustituto – Mario D’Elía- que recoge cifras muy negativas en materia de seguridad y no cuenta, siquiera con el respaldo de los sindicatos policiales como quedó de manifiesto en los chats de la Presidenta del SIFPOM con Astesiano, difundidos hace pocos días.

Distintas fueron otras destituciones como la de Leles Da Silva, en San José, donde los datos de delitos sumado a la opacidad de la información administrada al antojo del Jefe (“yo publico lo que quiero”), llevaron a su remoción. O la de José Adán Olivera en Cerro Largo, alguien que fuera removido durante la gestión de Bonomi por su inoperancia ejecutiva en materia de contrabando y narcotráfico, siendo restituido ni bien asumió la nueva administración. Sin embargo, poco faltó para que los hechos terminaran demostrando que aquella remoción tenía sus razones y tras una denuncia del periodista Gabriel Pereyra terminó cesado y formalizado por interferir con la Justicia dando noticia a un policía que estaba siendo investigado por un caso de contrabando.

Tampoco nos olvidamos del caso del ex Coordinador Ejecutivo de Maldonado que además de los favores brindados al ex ministro Cardoso, pedía que no anotaran los abigeatos porque después “lo mataban con las cifras”.

Jefes como el de Río Negro – Martín Botto- que omitió cumplir los protocolos dispuestos en un caso de abuso sexual en los que estaba involucrado un policía; o el de Flores – Juan Angel Fontes- luego que la Fiscalía solicitara su formalización con prisión por corrupción. 

Otros tuvieron la desgracia de haber sido “guartechistas”, y sin otra razón que esa fueron dejados de lado de un día para el otro (caso del Jefe de Artigas, Alberto González).

Pero el palmarés del “éxito” se lo lleva con honores el tridente ejecutivo de la Dirección de la Policía Nacional, a la postre, principal responsable de toda la operativa policial y sus maquillados resultados.

Este comando que estuvo enquistado por un Jefe de Seguridad Presidencial que hizo uso y abuso de su posición de poder, y cual canto de sirena encantó a los subalternos del Director Nacional en una suerte de infiel relación que fue socavando el mando y confirmando el más absoluto descontrol en la cabeza misma de la fuerza.

Un éxito que aparece bastante disimulado por la improvisación y el desconcierto de quienes estando al frente de la Policía desconocían el alcance de un delincuente que abusó de la confianza y usó la infraestructura pública del Estado para perseguir opositores políticos, dirigentes sociales, llegando a  proponérselo contra estudiantes y profesores. Todo bajo las narices mismas del Director de la Policía y del propio Ministro del Interior.

Fue tanto el éxito que pidieron disimularlo descabezando a toda la cúpula, no sea cosa que ganen el partido por una humillante goleada. Insólito por donde se lo pretenda explicar.

Asimismo, los chats filtrados del ex Jefe de la Seguridad Presidencial dan cuenta de una Dirección Nacional de la Policía que estaba siendo vulnerada nada menos que por sus subalternos más inmediatos. Esos mismos que se creyeron que, ganándose la confianza del Jefe de Seguridad del Presidente podrían obtener algún beneficio adicional. Todo al amparo del desconocimiento del Director Nacional del que no hay chats filtrados por la simple razón del mal relacionamiento con el Fibra, algo que también se desprende de los conversatorios divulgados.

"Bonomis" boys

El relevo no fue un parto sin dolor ni mucho menos, se le notaba en la cara a Fernández que lejos estaba en él su voluntad de abandonar el cargo. Mucho más se desprende del audio que divulgó confirmando el relevo. Al igual Berriel, quien hizo posteriormente en Fiscalía descargos que comprometen al mismo Presidente de la República, en una señal del malestar que le produjo su cese.

La nueva Dirección Nacional es la confirmación de todo lo que antes le criticaban a Bonomi. No solo apelan a sus argumentos para explicar homicidios, (sin que se les mueva un pelo), sino que recurren a la designación de cuadros policiales que tuvieron funciones de responsabilidad en la anterior gestión, lo que constituye un implícito reconocimiento.

Con dicha designación hay un rumbo que se retoma para conducir los destinos de la Policía Nacional, tras el error manifiesto de las anteriores designaciones. Lástima todo el tiempo perdido y el corte de un proceso que debió seguir profundizándose.

Hoy acuden a policías que, así como Bonomi los tuvo en cuenta, también los consideran ahora en que la situación amerita un golpe de timón para encausar un barco que está a la deriva. Ojalá no sea demasiado tarde.

Es sabido que no hay soluciones mágicas.

Pero, tampoco, éxitos que no se perdonen…


el hombre pidió perdón por tanto éxito,
el perro no entendía nada de nada…


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