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Y la tierra nuevamente habló, dejó salir el grito hecho hueso, los terrones -que arroparon la injusta muerte- se abrieron para dejar escapar la verdad y parir a otro de sus hijos desaparecidos. La mentira quedó al desnudo -una vez más- para propinar una brutal bofetada a los mitómanos contumaces que siguen negando el terrorismo de Estado. Otros, hacen silencio, son los que arriesgaron brutales comentarios que se dieron de narices con la realidad y aquellas raíces se removieron para dejar salir a los compañeros muertos. Nada dicen ahora y hacen bien, es el mejor comentario que pueden realizar quienes nada hicieron por seguir buscando. Hoy, hay un compañero menos desaparecido, pero siguen faltando otros por los que debemos seguir buscando hasta que no quede ninguno. Y hay que hacerlo por la simple y soberana razón de que están ahí...
La verdad empuja
Lo negaron siempre, ocultaron la verdad y en su lugar instalaron muchas mentiras que se han ido descartando ante la evidencia manifiesta de los hechos. Ellos, nuestros compañeros, uruguayos como nosotros, están ahí, esperando poder gritar al viento su última existencia.
Los responsables de estos crímenes evitaron todo atajo que pudiera acercar al destino final de cientos de uruguayos detenidos desaparecidos que siguen siendo objeto de búsqueda. Incluso se negaron a la propuesta que el cura “Perico” Pérez Aguirre les ofreció en su momento otorgando el secreto de confesión para revelar el destino de los uruguayos muertos y desaparecidos. Sin embargo, primó la soberbia consigna de “antes caer de espaldas que de rodillas” que vomitara un Goyo Álvarez en la previa a su detención para cumplir castigo por crímenes que aún siguen impunes.
En estos días de contiendas electorales muchos especularon con la aparición de restos en el Batallón 13, fieles a una postura de dar vuelta la página como si eso cerrara las heridas abiertas y sangrantes de la incertidumbre por el destino de nuestros compatriotas desaparecidos. Tamaña especulación tuvo su caldo de cultivo en las redes sociales, principal espacio donde la impunidad campea en este Uruguay pos moderno.
Hasta hubo quien se atribuyó el mérito de haber propiciado el hallazgo desempolvando un testimonio que rápidamente fue desmentido, a pesar de la claque que siguió aplaudiendo.
Quien no recuerda aquella frase de Larrañaga a poco de iniciar el primer gobierno del Frente Amplio cuando dijera que “Vázquez prometió remover hasta las raíces de los árboles, y lo único que removió fue la tierra y no encontró nada” (La República 6/12/05). A los pocos días se produciría el hallazgo del primer cuerpo, que luego se sabría correspondía al Esc. Fernando Miranda.
En 2006 salieron a la luz los restos de Ubagesner Chávez Sosa en una chacra de Pando; “en los años 2011 y 2012 fueron encontrados -en el Batallón 14- los restos del maestro Julio Castro y del comerciante Ricardo Blanco Valiente respectivamente, ambos detenidos y desaparecidos en plena dictadura militar” (LaRed21).
La búsqueda continúa
Todavía guardo en mi memoria la imagen de Javier Miranda cargando la urna con los restos de su padre saliendo de la Facultad de Derecho, una imagen en la que muchos nos identificamos cargando a nuestros viejos en el último recorrido de su vida. Cuántos pensamientos habrán pasado por su mente en ese momento, cuántos recuerdos, cuántas imágenes que habría querido compartir con su padre, ese que fue un ausente obligado que se hacía presente entonces para tener un lugar donde poder honrar en paz su memoria.
Eduardo Bleier era odontólogo, estaba casado y tenía 4 hijos cuando fue secuestrado, torturado y asesinado – según consigna La República este 8 de octubre. Estuvo detenido en el centro clandestino de la OCOA (Organismo Coordinador de Actividades Antisubersivas), también conocido como “Infierno Chico”; luego fue trasladado al “300 Carlos” en el predio del Batallón 13 del Ejército. Hasta ahí los datos ciertos que se conocieron por los informes presentados por la Comisión para la Paz (2000-2003). Porque luego, el mismo informe daba cuenta del destino final de Bleier, diciendo que “fue intensa y continuamente torturado, falleciendo entre el 1º y el 5 de julio de 1976, aproximadamente. Luego el mismo informe de la Comisión refería que sus restos habrían sido exhumados… incinerados o cremados mediante la utilización de calderas u hornos… y arrojados finalmente al Río de la Plata”. FALSO de toda falsedad!! A ese nivel de cinismo llegaron, inventando un destino que desestimulara la búsqueda, esa que no cesó ante la voluntad del único gobierno que tuvo verdadera intención de buscarlos. Hoy la verdad sale a la luz y desenmascara la omertá vigente, renovando la férrea decisión de seguir buscando hasta que no quede ninguno.
Imagino sentimientos encontrados, difíciles de digerir, estampas que piden espacio para recordar lugares y tiempos compartidos con esos ausentes que empiezan a recuperar su lugar en nuestro tiempo demostrando que estaban ahí.
Así como siguen estando -seguramente- los cientos de compañeros que aún resta por conocerse su destino final, ese lugar en suelo uruguayo -porque sabemos que están acá, en algún lugar- y que más temprano que tarde llegaremos a desenterrar su existencia.
No hay terrón que admita tanta impunidad, la tierra se hace grieta para dejar escapar la verdad que implora justicia para ellos y sus familiares. Mientras quede uno de nosotros en pie no renunciaremos a su búsqueda y lo haremos por la sencilla razón de que sabemos que todos y cada uno de los desaparecidos, están ahí...
el hombre hizo silencio,
el perro también...
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