La Democracia es la mejor forma de gobierno que se dio la humanidad, acuña desde su origen etimológico la razón de su fortaleza (demos=pueblo; kratos=poder, el poder en el pueblo). Distintas formas de organización de ese poder clasifican el tipo de gobierno entre los que el gobierno de la multitud que hablaba Platón, identifica a la democracia (la monarquía, gobierno de uno y la aristocracia, gobierno de los mejores, completan la trilogía). En ese marco conceptual, la democracia es el gobierno de la mayoría, sin desmedro de la representatividad que le cabe a las minorías que tienen -en esa forma de gobierno- su ámbito de garantías a sus derechos. En definitiva, es la democracia la mejor forma de organizar la vida en sociedad por cuanto la mayoría decide el rumbo pero las minorías tienen el pleno ejercicio de sus derechos sin avasallamiento ni sumisión absoluta que implique un menoscabo de los derechos que a cada uno corresponde. Ese concepto, explicado en pocas líneas, parece subvertirse en este Uruguay que todo lo cambia según los intereses de turno. Hoy parece ser que la democracia uruguaya corre el riesgo de mutar un concepto tan esencial de su origen para fundamentar la llegada al gobierno no ya de la mayoría sino de una minoría que obtenga una mayoría circunstancial merced a una coalición de corto vuelo. ¿Será la consecuencia de la modernidad? Lo cierto es que en el Uruguay, la Democracia al 20% parece ser la opción de algunos...
Coaligados para echarlos
Mientras a la “colcha de retazos” le endilgan su variopinta conformación, esta sigue tan campante dando un mentís a los que la critican y ahora intentan emular su ejemplo. Pero lo hacen con una única razón, terminar con el ciclo frenteamplista en el poder. No hay otro fundamento, no los impulsa un proyecto de país ni ejes programáticos compartidos, su única motivación es hacerse del poder que ostenta hace una década y media la izquierda progresista uruguaya.
Esa coalición imposible intenta disimular sus diferencias haciendo alarde de ese único objetivo que los aglutina, pero hacen agua por todos lados a la hora de unir programas, o tan siquiera algunos puntos de sus proyectos de país. No tienen puntos en común, y no los tienen porque los impulsan intereses propios, exclusivos de sus grupos de poder que aspiran a regresar a distribuir la riqueza a su antojo, hartos de una época de distribución equitativa que hizo posible reducir la pobreza en forma contundente.
Una coalición que tiene como único cometido el poder a cualquier precio, no tiene mucho futuro. De hecho lo saben bien los promotores de la misma al punto que ocultan revelar aspectos fundamentales de sus acciones más inmediatas a menos de 15 días del acto eleccionario. Esconden a sus asesores, les aplican la mordaza a riesgo de que revelen algunos de los puntos que seguramente serán de urgente aplicación en una ley ídem que no transparentan.
Me cuesta entender el camino que proponen quienes aspiran a ser gobierno con un guarismo que oscila entre el 20 y el 30% del electorado, me hace acordar a la vieja Ley de Lemas, donde no siempre ganaba el más votado merced a aquella sumatoria de votos que se acumulaban bajo el mismo lema partidario y terminaban llevando al Gobierno a quien no recogía la mayoría de los votos propios pero a los que sumaba los de su partido para llegar victorioso al poder. Tuvieron que pasar muchas décadas hasta que la izquierda fundó la coalición y empezó a transitar su camino de acumulación que le permitió llegar al poder con la misma fórmula. Entonces, como habían aprendido a usar y valerse del sistema, se impulsó una reforma constitucional que implementó el ballotage. La elección a dos vueltas permitió posponer la llegada del Frente Amplio en 1999 pero no pudo impedirlo en el 2004, y con ello algo que no habían previsto: las mayorías parlamentarias.
Esas que definieron como imprescindibles para gobernar con esa forma de elección a dos vueltas, pero que ahora parecen ser todo lo contrario. Ahora las mayorías no son buenas consejeras y menos, buenas gobernantes.
Para qué te traje!!
“La Democracia se sostiene en la alternancia en el poder, lo otro es dictadura”, dijo y se olvidó de casi un siglo de gobiernos colorados que nos tuvieron sumidos en “dictadura” a los uruguayos. El candidato blanco (Lacalle Pou) tal como es, no puede inventarse como estadista, no puede disimular sus carencias y basta con dejarlo hablar. Es su mejor opositor, y lo sabe, por eso intenta seguir el libreto pero es imposible cuando hay preguntas que desconoce. Allí sale a la luz el verdadero, y ahí es donde se puede apreciar su genuino pensamiento. Este es el candidato que puede llegar -según las encuestas- a ser el próximo Presidente de los uruguayos, y lo haría con la mitad de los votos (o menos) de los que recoja Daniel Martínez.
Esta democracia uruguaya estará devaluada de darse ese resultado (algo que aplica aún más si el elegido es Talvi). Lejos de aquella griega idea de que el poder estuviera en manos de las mayorías se da de bruces con esta posibilidad que hoy auguran algunos que instalan un relato apocalíptico sobre un país que no se corresponde con el real.
Democracia a la baja
Tal parece ser la consigna cuando se prevé un escenario posible de un gobierno de Lacalle Pou, alguien que recoge poco más del 20% del electorado -según las encuestas- y que podría llegar al poder gracias a ese pacto coaligado. Entonces, no puedo evitar concluir en que hay un declive democrático de un sistema que vuelve a permearse con una posibilidad de llegada al poder no ya del que elija la mayoría, sino una minoría abrumadoramente menor. Porque nadie puede contradecir el razonamiento de que casi la mitad de la población es mucho más que un 20 o 30% de la misma.
Claro que en la segunda vuelta los números mandan y allí serán otros guarismos pero la primera es la más representativa de la voluntad popular (por algo en ella se elige al Parlamento), y es allí donde se marca la verdadera voluntad de elegir un mandatario por más que hoy el sistema establezca otra cosa. Un sistema absolutamente injusto con aquella invención griega que todavía mantiene su plena vigencia y que establece que el poder está en las mayorías.
El 27 de octubre vamos a las urnas a elegir los próximos 5 años de un futuro inmediato sí, pero que pueden ser el quiebre de un proceso de crecimiento y consolidación de derechos junto a una mejor distribución del ingreso. Por eso, no es una elección más y ellos lo saben. Por eso su eslogan (#esahora... o NUNCA!!)
La Democracia uruguaya es de las más reconocidas en la región y el mundo. A pesar de los agoreros del desastre, el país sigue siendo ejemplo mundial liderando una región donde el conflicto y la recesión campean. Y así como esos son datos de una realidad incontrastable, la democracia seguirá siendo la mejor herramienta para organizarnos. Una democracia donde las mayorías no estén demonizadas y sean la voz del pueblo, ese que -al decir de Pepe Mujica- es el único con derecho a equivocarse porque es el que paga los costos de sus decisiones.
Vox populi, es vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios), y así se respetará siempre.
Que también sea la voz de la mayoría dependerá de todos nosotros...
el hombre cerraba el sobre,
el perro mordía la credencial...
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