Ya
suman miles las motos incautadas por la Operación Aruera, una orden
de operaciones que se aplica a lo largo y ancho del
país y que fuera ordenada por el propio Ministro del Interior en el
primer acto al frente de la cartera. En efecto, en el mismo discurso
de asunción prometió Bonomi varias medidas de aplicación inmediata
entre las cuales el control de motos y el combate al microtráfico de
drogas (bocas) se harían enseguida. La medida no tiene fecha y se
extenderá lo que sea necesario y -a estar por los primeros datos
difundidos en el primer mes del nuevo gobierno- está resultando
efectiva. Se les fue la moto... el destino será convertirlas en
varillas para viviendas del Plan Juntos.
Sin
reclamos
La medida
se comenzó a aplicar en forma progresiva a nivel nacional. El primer
departamento que tomó la iniciativa fue Maldonado y ese comienzo lo
ubicó en punta frente al resto, exceptuando Montevideo, que se
potencia con el accionar conjunto de la Guardia Republicana y
Jefatura que operan al mismo tiempo en la capital.
Casi 400
birrodados se acumulan en la Jefatura fernandina, que no baja el
ritmo ni la intensidad de los controles a sabiendas de los resultados
que viene recogiendo con los mismos. No pasa desapercibido el cambio
para los ciudadanos de ese departamento, (y del país todo), que ven
con buenos ojos estas intervenciones que dejan a pie a la
delincuencia, principal objetivo de los mismos.
De las
más de 2.000 motos incautadas no supera el centenar las que fueron
reclamadas por sus dueños. Una posible demostración clara del
origen ilegal de cada una de ellas, aunque pueden haber otras
razones.
Como una
llamarada que se enciende y difunde por todo el territorio nacional,
el resto de las Jefaturas han ido implementando la medida con mayor o
menor énfasis según el volumen de sus delitos. Es obivo -y huelga
decirlo- que no es la misma realidad la zona metropolitana que la del
interior profundo, aunque cada ciudadano compara su realidad con la
que tenía años anteriores y en todas partes se nota una degradación
importante de la seguridad.
Así y
todo, la disparidad es visible por cuanto todavía quedan regiones o
departamentos que conviven con una realidad soñada de no tener
rapiñas (como ocurrió con Florida en el pasado mes de marzo). O
niveles de baja actividad delictiva como el departamento de Flores,
por citar los dos más representativos, sin desconocer que ninguno
-salvo Canelones- tiene punto de comparación con Montevideo.
Pero cada
entorno se mide distinto por parte de quienes lo disfrutan (o
padecen) cada día. Son esos los que se comparan con otras épocas en
que se vivía distinto, sin preocupaciones, sin temores.
Pero
volviendo al tema de las motos, la medida no es caprichosa. Obedece,
precisamente, a atacar el principal medio de locomoción que utilizan
los delincuentes para desplazarse. Vehículos que transforman en otro
totalmente distinto cuando lo ensamblan con partes de otros
birrodados también producto del delito. Son motos convertidas en
armas peligrosas en manos de gente peligrosa que las manipula al
punto de volverlas vulnerables, haciendo -también vulnerables- a
quienes pueden ser potenciales víctimas y/o victimarios por su uso
(por delito o por accidente).
Sacarles
esos instrumentos es parte de la estrategia, que seguramente sea
insuficiente, pero que cada vez acorrala más a los delincuentes que
ya no transitan seguros por calles y rutas uruguayas. De eso se trata
precisamente, de devolverles inseguridad a quienes hacen del tema la
principal preocupación de los uruguayos. Hay que complicarles la
existencia, cerrarles los caminos, y así, pujar para que abandonen
esa vida (los que aún puedan ser rehabilitados) o reciban su castigo
los que no.
Parece un
contrasentido que viviendo los tiempos de bonanza económica que
vivimos, sigamos teniendo como principal preocupación la
inseguridad. Aunque sea notorio el inmenso trabajo policial que hoy
se hace más visible (mayor cantidad de procesamientos, intensa
actividad de patrullaje, respuesta rápida a la emergencia), aún
queda en el debe la cadena interminable de una delincuencia que no
abandona ese modo de vida.
Por estos
días se ha cuestionado -por parte de la prensa- el compromiso
asumido por el Presidente Vázquez de bajar los delitos, buscando
contradicciones con Bonomi, quien no desmintió al Presidente sino
que confirmó -y los hechos lo comprueban- que está trabajando desde
el primer día para honrar esa palabra empeñada de bajar hurtos y
rapiñas en un 30%, en el quinquenio.
A pesar
de periodistas de mal agüero que dudan de los datos del Observatorio
del Ministerio del Interior, el trabajo duro y persistente de la
nueva Policía Nacional, va dando resultados. Los cinco años de la
primera administración de Bonomi, no pasaron en vano. Fueron la
razón principal de una cosecha que empezará a dejarse ver en el
corto y mediano plazo.
Nos
dijeron que era imposible transformar el sistema penitenciario y sin
embargo hoy es otro totalmente diferente, donde el eje es la
rehabilitación y el tratamiento. Donde se puso fin al hacinamiento
crítico, donde se construyen rutas de salida e inclusión. Si algo
tan duro y difícil de cambiar se logró, ¿por qué no pensar que se
podránbajar los delitos?
Nos
dijeron que era imposible ejecutar el 100% del presupuesto de la
cartera, y menos con el aumento de asignación presupuestal con que
se le dotó en la administración de Mujica. Sin embargo se ejecutó
entre el 96 y el 98% cada año de la pasada gestión.
Y fue
precisamente esa extraordinaria ejecución presupuestal la que
permitió nuevas herramientas para capacitar y dotar mejor a la
fuerza policial. Mejores salarios, mejores vehículos, laboratorios
científicos policiales, cámaras de video vigilancia, armamento,
municiones, chalecos antibalas, modernos instrumentos de
comunicación, un software moderno para atender la emergencia policial
(9-1-1), son solo algunos de los ingredientes que harán posible
cumplir esa promesa de campaña.
Hay
instrumentos, hay gente más capacitada y mejor pertrechada que
antes.
El cambio
será una consecuencia, no una casualidad.
al
hombre lo bajaron de la moto:
el
perro tapaba la matrícula con la cola...
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