Lola Luna Chomnalez |
Bajo sospecha
A poco de conocerse la noticia y, a medida que pasaban las horas, comenzaron las llamadas de medios argentinos. Pocas llamadas, tan solo algunas, una menor desaparecida si bien es noticia no genera tanto interés (debiera ser a la inversa pero la realidad es otra). Bastó conocerse que el cuerpo hallado era el de Lola para que reaccionaran y comenzara una puja intensa por obtener la palabra oficial, el dato preciso, el resultado que aún no estaba, la voz de alguien (cualquiera servía). Algo, alguna punta que se pudiera decir para alimentar el morbo argentino (y el uruguayo por derivación), ese que empezó a verse en los portales, diarios y canales de televisión de la vecina orilla.
Si el mismo interés se hubiera puesto a poco de conocerse la desaparición quizás hubiera sido otro el resultado, pero eso es imposible de confirmar...
En las redes sociales no faltaron los que hicieron del hecho una razón para insultar a los uruguayos, llegaron a escribir que “comíamos de los argentinos y así les pagábamos”. Una afirmación de una bajeza que repugna, pues no calza en ninguno de los orientales un sentimiento de ese tipo. Tan parecidos pero tan distintos... algunos, por suerte.
De tantos medios que llamaron a todos se les contestó lo mismo: en nuestro país rigen normas que respetamos, la investigación la lleva adelante un Juez (por lo menos hasta el 2017 será así, luego será un Fiscal), la Policía es auxiliar de la Justicia. Si el Juez no habilita revelar algún dato no se puede decir nada. El secreto del presumario -en Uruguay- todavía es secreto y ningún uniformado uruguayo se atreve a violarlo a riesgo de caer en alguna responsabilidad penal.
Poco o nada les importó el dato, ya tenían un cuerpo, ahora querían ver la sangre. Aquellas primeras reacciones de las redes empezarían a cambiar cuando la Jueza autorizó a revelar algún dato y el Jefe de Policía de Rocha llamó a una conferencia de prensa. Allí se pudo saber que nadie del entorno familiar quedaría fuera de la investigación y con el correr de las horas ello fue evidente. Un primer sospechoso -detenido en Ruta 9- pronto sería descartado por falta de evidencias concretas y así fue liberado. El cerco se estrechaba en la familia con la que la infortunada Lola vino a pasar sus vacaciones. Principalmente H.T., el marido de la madrina, alguien que mantenía intacta su condición de inocente hasta que se demostrara lo contrario pero que para los hermanos argentinos ya tenía foto y nombre completo para que a nadie le quedara dudas de su implicancia en el caso. Garantías que aún conserva nuestro sistema penal y a las que nos aferramos desde la comunicación pública, siendo respetada por la comunicación privada también. Códigos éticos que nos hacen distintos de quienes somos tan parecidos menos en algunas cosas como esas.
El circo mediático estaba montado. El periodista de TN cruzó raudamente por detrás del patrullero rochense del cual bajaba H.T. para intentar obtener la voz del indagado (que no es autor, responsable de nada, ni culpable, es indagado y como tal tiene intacta su presunción de inocencia). Mientras se acallaban un poco las voces del principio -presagiando un resultado absolutamente argentino en tierra uruguaya- se conocía la detención del dueño de un cybercafé de Castillos desde donde se habrían enviado mensajes en torno al caso. También se comenzó a hablar de otras responsabilidades que recaerían en la madrina (C.F. para los uruguayos, menos para los argentinos que también develaron su nombre completo). Seguíamos siendo tan parecidos pero tan distintos...
La insistencia rioplatense tiene límites diferentes según de que lado del río nos encontremos. Mientras los orientales mantenemos el celo por el resguardo del proceso y sus garantías, el show argentino impone decir algo y llenar minutos al aire para mantener un rating morboso que asusta. Por suerte aún estamos lejos de ese estilo, a pesar de casos aislados muy dolorosos.
Los uruguayos ya vivimos esto y le costó caro a algunos periodistas. Quién no recuerda el caso de aquellos padres que fueron interpelados como violadores de su hija cuando en puridad ella no había sido objeto de violación alguna, como fuera demostrado luego. Nadie le devolvió la integridad perdida a esos padres, ni su casa incendiada, ni el destrato social al que fueron sometidos.
La Jueza de Rocha acaba de liberar a los indagados, nada dice -aún- que no les cabe responsabilidad pero tampoco que la tengan. Al momento no hay pruebas que así se lo indiquen y garantiza la libertad ante la mínima sospecha de una injusticia. Mientras tanto hay quienes pujan porque el show siga vivo, es la prensa de una orilla tan cerca y tan lejana.
Lo dicho, tan parecidos pero tan distintos... por ahora.
el hombre apagó el televisor,
el perro aullaba su lamento...
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