“Es el mundo al revés; en el estrado tendrías que estar vos, y nosotros aplaudiéndolos a ustedes”
José Mujica
29/11/2009
José Mujica
29/11/2009
Se llama Julio, sufre de flebitis. Caminar se le hace una tarea difícil y dolorosa. Hay que esperarlo pues tiene un andar cansino y sufrido que revela en cada paso. Con su inmensa humanidad a cuestas -de más de dos metros de altura- recuerda orgulloso su juventud de basquetbolista, defendiendo al Club Atenas. Fumador contumaz, no abandona al mayor responsable de su padecimiento físico pues –según dice- “me aleja de la soledad…” Nos esperaba, credencial en mano, para cumplir el rito sagrado de emitir su voto a la esperanza, y liberar su conciencia habiendo cumplido con la obligación militante. Exhibe orgulloso una fotografía con Pepe Mujica en una extraña toma en la que un gigante abraza al futuro Presidente de los uruguayos.
Alicia es una joven madre de dos pequeñas que la despiden mientras le ayudamos a subir al coche. A pesar de su dificultad motriz, se desenvuelve con una soltura y agilidad que sorprende. Víctima de un accidente doméstico, sufrió una grave lesión en la décima vértebra que le obligó a usar bastones canadienses durante años. Hacía tres días tan solo, que aquella lesión se agravó y ahora la pérdida de sensibilidad motora era total. La paraplejia la instaló en una silla de ruedas que domina como si fuera mucho más el tiempo que lleva con ella. Sin embargo, esa circunstancia no le impide demostrar un espíritu de lucha envidiable, y una conducta militante que no le permitía pensar siquiera en incumplir su deber cívico y dejar de formar parte del millón y pico de votos que instalarían a Mujica en la Presidencia de la República.
Hugo vive en Aparicio Saravia y Hungría. Una humilde vivienda que comparte con su hermana y cuñado. Tiene unos treinta y pico de años. La dificultad para trasladarse es evidente. Tres años atrás, una hemiplejia le dejaba secuelas graves con una pierna sin sensibilidad, una mano atrofiada, y una deformación de su columna vertebral que le obligan a caminar encorvado. Efectuar unos pocos pasos le insume un tremendo esfuerzo y la dificultad respiratoria nos preocupa a todos. Sin embargo, nos tranquiliza sin perder el humor y balbucea una disculpa a tanta demora que genera su capacidad diferente. Como si alguien le fuera a reprochar por ello. “Caminar me viene bien para adelgazar”- explica y nos invade una impotencia tal que da vergüenza. El local de votación tiene muchos desniveles, obstáculos que lo ponen nervioso pues teme no poder sortearlos. Hay que alzarlo para evitarle un esfuerzo sobrehumano para sus menguadas posibilidades físicas. A pesar de todos los inconvenientes, sufraga y luego su cara rebasa de alegría. Sabe que está haciendo historia, y no lo disimula. Desearía que tuviera alas, y pudiera despegar de ese suelo por el que se arrastra con tanta dificultad. Su voz es casi inentendible pues la secuela no le perdonó ni el habla. Pero aún así, su risa es franca y contagiosa, junto con la picardía cómplice que festeja un chiste que hacemos, el cual celebra con absoluta y fresca libertad.
Tres simples ejemplos de la importancia de sentirse parte de la toma de decisiones. Esa que asumimos cada cinco años los uruguayos y que no se está dispuesto a dejar pasar por alto. Justo en tiempos en que esa participación se hizo sana costumbre, uruguayos como los referidos no eluden la ocasión para ser hacedores de la historia. Ejemplos vivos de la inclusión que empezó a darse a partir del primer gobierno progresista. Razón suficiente para hacer del mismo una prolongación inexcusable.
Así como estos tres ejemplos, hubo otros tan importantes como ellos. Don Enrique, con sus 89 carnavales encima, y su frágil corazón a cuestas. Las maestras jubiladas que a pesar de gripes y alergias, pidieron estar para formar la voluntad ciudadana que impusiera a Mujica a cargo de nuestros destinos por los próximos cinco años. Y tantos otros sin nombre pero con el mismo propósito.
Todos formaron la voz del soberano, dando razón al sentido homenaje que el electo Presidente hiciera al momento de saludar a la masa frenteamplista en la rambla.
La lluvia seguía cayendo, cuando el viento arrechado apuró el final.
18 de Julio esperaba... para seguir la fiesta.
Alicia es una joven madre de dos pequeñas que la despiden mientras le ayudamos a subir al coche. A pesar de su dificultad motriz, se desenvuelve con una soltura y agilidad que sorprende. Víctima de un accidente doméstico, sufrió una grave lesión en la décima vértebra que le obligó a usar bastones canadienses durante años. Hacía tres días tan solo, que aquella lesión se agravó y ahora la pérdida de sensibilidad motora era total. La paraplejia la instaló en una silla de ruedas que domina como si fuera mucho más el tiempo que lleva con ella. Sin embargo, esa circunstancia no le impide demostrar un espíritu de lucha envidiable, y una conducta militante que no le permitía pensar siquiera en incumplir su deber cívico y dejar de formar parte del millón y pico de votos que instalarían a Mujica en la Presidencia de la República.
Hugo vive en Aparicio Saravia y Hungría. Una humilde vivienda que comparte con su hermana y cuñado. Tiene unos treinta y pico de años. La dificultad para trasladarse es evidente. Tres años atrás, una hemiplejia le dejaba secuelas graves con una pierna sin sensibilidad, una mano atrofiada, y una deformación de su columna vertebral que le obligan a caminar encorvado. Efectuar unos pocos pasos le insume un tremendo esfuerzo y la dificultad respiratoria nos preocupa a todos. Sin embargo, nos tranquiliza sin perder el humor y balbucea una disculpa a tanta demora que genera su capacidad diferente. Como si alguien le fuera a reprochar por ello. “Caminar me viene bien para adelgazar”- explica y nos invade una impotencia tal que da vergüenza. El local de votación tiene muchos desniveles, obstáculos que lo ponen nervioso pues teme no poder sortearlos. Hay que alzarlo para evitarle un esfuerzo sobrehumano para sus menguadas posibilidades físicas. A pesar de todos los inconvenientes, sufraga y luego su cara rebasa de alegría. Sabe que está haciendo historia, y no lo disimula. Desearía que tuviera alas, y pudiera despegar de ese suelo por el que se arrastra con tanta dificultad. Su voz es casi inentendible pues la secuela no le perdonó ni el habla. Pero aún así, su risa es franca y contagiosa, junto con la picardía cómplice que festeja un chiste que hacemos, el cual celebra con absoluta y fresca libertad.
Tres simples ejemplos de la importancia de sentirse parte de la toma de decisiones. Esa que asumimos cada cinco años los uruguayos y que no se está dispuesto a dejar pasar por alto. Justo en tiempos en que esa participación se hizo sana costumbre, uruguayos como los referidos no eluden la ocasión para ser hacedores de la historia. Ejemplos vivos de la inclusión que empezó a darse a partir del primer gobierno progresista. Razón suficiente para hacer del mismo una prolongación inexcusable.
Así como estos tres ejemplos, hubo otros tan importantes como ellos. Don Enrique, con sus 89 carnavales encima, y su frágil corazón a cuestas. Las maestras jubiladas que a pesar de gripes y alergias, pidieron estar para formar la voluntad ciudadana que impusiera a Mujica a cargo de nuestros destinos por los próximos cinco años. Y tantos otros sin nombre pero con el mismo propósito.
Todos formaron la voz del soberano, dando razón al sentido homenaje que el electo Presidente hiciera al momento de saludar a la masa frenteamplista en la rambla.
La lluvia seguía cayendo, cuando el viento arrechado apuró el final.
18 de Julio esperaba... para seguir la fiesta.
el hombre estaba empapado,
el perro también...
Hugo, en cambio, reía y reía sin parar
el perro también...
Hugo, en cambio, reía y reía sin parar
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