“Ni las luces de los focos, ni el sillón
Ni la voz del calabozo más profundo
Han podido corromper un corazón
Que soñó cambiar el mundo…”
Caminaremos con la gente –MPP 609 (fragmento)
No puedo ocultar que escribo con un sentimiento de tristeza muy grande pues me remueven recuerdos propios de otra sentida despedida, la de mi padre. Salvando las distancias propias de los lazos familiares, la despedida de un compañero es siempre un motivo de recogimiento y pesar, cuánto más la de alguien como José “Pepe” Mujica, quien más allá de toda ideología, vive como predica, y así lo reconoce el mundo entero. Se está yendo el último de los grandes líderes políticos del país sin lugar a ninguna duda, mal que le pese a muchos. La última copa ya está servida…
Nos despertamos con la amarga noticia revelada en entrevista que publica el semanario Búsqueda. La última entrevista que da –según palabras del propio Mujica- quien quiere irse tranquilo y disfrutando hasta el último suspiro de lo que más aprecia del trabajo en su chacra, montado en su tractor y en contacto con la tierra. Una idea que lo pinta tal cual es, “genio y figura hasta la sepultura”.
Las lágrimas en sus ojos –según la crónica- revelan el profundo amor por la vida de ese guerrillero devenido en filósofo que asumió sus errores y culpas de la única manera que supo y pudo, ofreciendo todo su esfuerzo por mejorar la vida de otros. Un tipo que vive como predica, que hasta el último suspiro condena el desenfrenado consumismo que nos esclaviza y que mueve al mundo hacia su autodestrucción. Una batalla contra la que no pudo al igual que esta que se lo está llevando de esta vida que tanto ama.
El cáncer es una enfermedad de largo adiós, y en esa ampliada despedida está hoy el líder tupamaro. Una corta nota del semanario fue suficiente para inundar de una profunda tristeza a muchos uruguayos que pensábamos que Pepe sería eterno. Sin embargo, la vida se encarga de poner todo en su lugar y nos da la perfecta y precisa dimensión de sus límites. Lo que no pudieron las balas ni el encierro lo está pudiendo el tiempo, ese inexorable elemento que avanza sin que podamos detenerlo.
Si bien este tiempo –y el maldito cáncer- parece estar ganando la batalla, no significa el fin de nada, sino que marca el principio de todo aquello por lo cual soñó y aprendió en su vida, dejando una larga fila sucesoria. Ese es el mejor legado que nos deja quien está emprendiendo la retirada, una nutrida y vasta fila india de compañeros que tomarán la posta para seguir sembrando patria para todos.
Hoy nos desayunamos con la infame noticia del avance del cáncer en el devastado cuerpo de Pepe, y en la crónica pudimos sentir también, la tristeza de Lucía que “escuchaba en silencio”, esta última entrevista.
Leyendo la nota me imaginé esos ojos vidriosos de un tipo de carácter fuerte al que se le escapa la vida sin poder remediarlo; alguien que aspira a irse con la hidalguía propia de los más humildes, y rodeado de sus afectos.
“Gracias por el viaje”, querido viejo. Gracias por tu compromiso y ejemplo de vida; por tu humildad al reconocer tus errores; por tu grandeza al vivir como predicaste siempre.
Te irás libre de equipaje, como cualquiera de nosotros que todavía no asumimos que la vida se nos va sin que podamos hacer nada al respecto. Pero que nos quiten lo bailado, ¿no? Y mucho menos podrán quitarnos la alegría infinita por todo lo aprendido en este maravilloso viaje que nos dejaste compartir.
Pepe, la gente no se despide nunca de esta tierra si fue capaz de dejar semilla, y vaya si dejaste un largo y extenso sembradío que dará muchas cosechas. Te estás yendo feliz por el trabajo de tus compañeros y estos están satisfechos de haberte honrado cumpliendo el compromiso asumido con tu ejemplo de vida.
Pepe, vos no te vas a ir nunca, porque vos estás llegando siempre.
La última copa está servida, tomala cuando vos quieras…
¡Salú!
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