Fuente imagen: nodal |
Armas por botín
Si la triste estadística de niños baleados y/o asesinados estuvo ocupando la atención de la sociedad uruguaya en las últimas semanas, el asesinato de trabajadores vuelve a robar los titulares en la agenda de la crónica roja. Un guardia de seguridad de una empresa privada fue asesinado con un tiro en la nuca tras robarle la moto y todo su equipamiento de seguridad (arma y chaleco antibalas), en la zona (intervenida) de Malvín Norte. Un crimen efectuado de forma tan cruenta como inexplicable por cuanto no les bastó con hacerse del equipo sino que terminaron disparándole a quemarropa y prendiendo fuego la casilla donde repostaba funciones.
La noticia impactó rápidamente la agenda en una mañana de comienzo de clases y no era para menos. La desazón y tristeza de un grupo empresarial junto al funcionariado ganó rápidamente espacio en un clima de absoluta congoja por la muerte de un trabajador y compañero. Era la cara más violenta, pero actualizada, de una realidad a la que no parece encontrársele una salida sino que, por el contrario, cada día que pasa nos sorprende con un evento más violento que el anterior construyendo un espiral infinito de violencia descontrolada.
Empeora el problema ver que son precisamente en los barrios o zonas intervenidos por el Ministerio del Interior donde se producen los hechos que han concitado la atención en las últimas semanas. Una demostración inequívoca de que algo está fallando en ese enfoque dual del que habló el ministro Martinelli.
Si bien las últimas noticias dan cuenta de la detención de los presuntos autores del crimen y la incautación del armamento robado al guardia, nada consuela a familiares y amigos de la víctima que ya no está entre nosotros. Es cierto que vale más un crimen resuelto que un asesinato impune, pero todos los uruguayos nos preguntamos ¿hasta cuándo habrá que seguir enterrando víctimas de la delincuencia? ¿Cuándo se comenzará realmente a ver los resultados de las políticas y/o planes tan promocionados?
Marcando las diferencias
Lo que sí resulta claro es que no se está en presencia de la misma oposición que tuvo el Frente Amplio siendo gobierno. No se ve salir a batir parches pidiendo renuncias de Ministros o declarando rápidamente o al ruido del gatillo que no se aguanta más tanta inseguridad. ¿Son otros los códigos? No! Resulta que quienes hoy están en la oposición conocen muy bien lo difícil que es su resolución y no caen en la crítica barata y carroñera de entonces, donde quienes hoy fungen como ministros o pre-candidatos a la Presidencia, hacían gárgaras con la sangre aún caliente de las víctimas.
Lo que resulta inadmisible es que sigan por el camino de la soberbia, reaccionando de forma indiferente como si no existieran registros de sus anteriores dichos. Ninguno de ellos se ha planteado autocrítica alguna, y en ese camino de soberbia actitud siguen atendiendo el problema como si fuera un tema de autoridad, respaldo o flojera inadmisible.
Es tiempo ya que reconozcan que subestimaron el mayor problema que tuvo el Uruguay en los últimos años, y deben asumir la cuota de altísima responsabilidad que les cabe por su empeoramiento, pues lejos de seguir consolidando el proceso iniciado lo cortaron y pusieron a los peores cuadros al mando.
No en vano cayó toda la cúpula de la Dirección de la Policía Nacional y luego hasta la cúpula ministerial (ministro, subsecretario, director general de secretaría, etc). Como escribió una vez el periodista Gabriel Pereyra, el pescado se pudre por la cabeza y los hechos le dieron la razón.
Lo más triste de todo este problema no es que no lo reconozcan, sino que sigan como si nada pasara y sin admitir que no era tan fácil como creyeron. Ya sea por ignorancia o no, nunca la tuvieron clara en una conducción errática que está llegando a su fin de la peor manera.
El país se encamina a cerrar el peor quinquenio desde que se llevan registros en materia de homicidios, esos que siguen colmando los titulares de prensa.
No era tan fácil, no…
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