Fuente imagen: M24 |
Una discusión en medio de una entrevista protagonizada por la precandidata blanca Laura Raffo y el periodista Gabriel Pereyra, marcó la agenda mediática por la diferencia conceptual entre denuncias o delitos en lo que refiere a los datos que reporta el Observatorio del Ministerio del Interior. La discusión es inútil en tanto es indudable que lo que difunde la cartera -a través de su Observatorio- son DENUNCIAS y no DELITOS, pues responden al registro que hace la Policía y no a información que produzca el Poder Judicial. Si bien es una cuestión semántica no deja de ser un dato verificable que cuando se difunden las estadísticas del Ministerio del Interior estas refieren exclusivamente a denuncias. La discusión está condimentada de otros aspectos que poco interesan a lo que realmente es importante y no se dice: que la diferencia entre un concepto y otro esconde un objetivo mayor que es la credibilidad de los datos estadísticos del Ministerio del Interior.
Dejada en evidencia por –sin dudas- uno de los pocos periodistas que realmente estudia sobre seguridad, no tuvo mejor idea que victimizarse y alegar cierto grado de violencia de parte del entrevistador.
Para muchos la discusión habrá parecido incomprensible; que alguien como Gabriel Pereyra, se detuviera en lo que parecería un detalle menor como la diferencia entre denuncias y delitos. Sin embargo, no es insignificante el dato, no solo para conocer el grado de preparación de una aspirante a dirigir el destino de los uruguayos, sino para comprender la confiabilidad de los números que se difunden relativos a la seguridad.
Porque no es lo mismo, es muy importante distinguir ambos conceptos pues el resultado cambia según se hable (o registre), uno u otro. A saber, cuando se habla de denuncias, hay que conocer que no todos los eventos delictivos se denuncian, y ahí es donde entra a importar el dato estadístico. Porque si el nivel de NO DENUNCIA es alto, poco o nada importa que los datos sean buenos pues estos no reflejarán nunca la realidad que vive y padece la sociedad.
En cambio, cuando se habla de delitos, el dato adquiere otra relevancia mayor pues implica la actuación del Poder Judicial que se expidió, no solo calificando la conducta sino dictando una resolución sobre la misma. Ahí el grado de confiabilidad es superior e indiscutible. De todos modos, en ambos casos el registro nunca abarca la totalidad de los hechos que ocurren.
Ahí es donde se considera importante contemplar esa parte no registrada y a la que se puede aproximar bastante, a través de encuestas de victimización. Es decir, procesos de consultas estadísticas donde se consulta directamente a las personas si alguna vez fueron víctima de un delito (hayan hecho o no denuncia). De ese modo se puede llegar a una estimación de esa porción oculta de la realidad que no se registra.
Pero hay otro aspecto que debe considerarse y hace parte de la responsabilidad del gestor de turno (es decir, la autoridad), y tiene que ver con la decisión política de fomentar la denuncia como forma de abatir esa cifra negra u oculta de eventos no denunciados. Ahí es donde entran las campañas públicas y la modernización de los procesos de denuncias (denuncia en línea, denuncia telefónica, Emergencia 911, uso de tablets para toma de denuncia en el lugar de los hechos, etc).
En ese punto es donde importa la diferencia entre lo que es una denuncia y lo que es un delito. Porque, si precarizo los mecanismos de denuncia; dispongo que las víctimas deban acudir a las comisarías; o no uso más las tablets para tomar denuncias, estas van a decaer de forma notoria y la baja no será una buena noticia sino una burda falsificación de la realidad.
Lo primero es denunciar
Durante las administraciones frenteamplistas si algo se fomentó fue la denuncia. No faltó ocasión en la que, desde el ministro Bonomi para abajo, se impulsara a los vecinos a radicar la denuncia de manera que estas quedaran registradas impactando en los mapas de calor que luego darían información esencial para planificar la respuesta policial.
Fue precisamente el mejoramiento del registro de denuncias lo que diera nacimiento al PADO (Policiamiento de Alta Dedicación Operativa), una respuesta policial al comportamiento criminal que resultaba gráficamente determinado en los mapas de calor que se generaban a partir del registro de los eventos criminales. Aquellos lugares indicados como de mayor concentración delictiva (puntos calientes), junto con la hora de los hechos, fueron algunos de los guarismos que utilizaron los equipos policiales para bajar notoriamente los índices delictivos en las zonas donde se aplicaba aquel patrullaje.
La denuncia fue de vital importancia para que la acción policial abandonara el patrullaje intuitivo y así pasar a una operativa en base a evidencias científicas, tal cual enseñara el criminólogo Lawrence Sherman a las autoridades de la época.
Claro que, al mismo tiempo, incentivar las denuncias trajo aparejado un notorio aumento de las estadísticas, confirmando –una vez más- que las mismas se construyen en base a denuncias y no delitos. Ese incremento se constituyó en un botín electoral que manipuló la oposición de entonces (quienes hoy gobiernan), sin reparar que un día podrían ser ellos los que sufran las consecuencias de sus mismas críticas. Claro que surfearon los números encima de una pandemia que les jugó a favor bajando todos los índices, algo que promovieron como mérito de su gestión pero que la misma realidad les bajó a tierra de forma estrepitosa. Una vez superada la crisis sanitaria, los niveles de delincuencia volvieron al ritmo anterior y, en el caso de los homicidios, con un nivel superior de violencia extrema.
Dueños de un aceitado aparato mediático, bajaron los minutos de la crónica roja en horario central al tiempo de poner obstáculos antes que facilitar la denuncia. Así bajaron las denuncias!! Porque los delitos siguen vivitos y coleando, cada vez con más virulencia.
Hace pocos días una trabajadora perdió la vida tras haber recibido un tiro mientras perseguía a delincuentes que le habían robado en su negocio de La Unión. Un hecho trágico que terminó con la vida de una joven madre de 41 años. Un lamentable hecho que no copó los titulares con la virulencia y frecuencia que solían tener hechos similares durante la administración frenteamplista. Esa burda y notoria manipulación de la comunicación hace parte de una gestión que comunica mejor de lo que gestiona. Mejor dicho, manipula la información mejor de lo que gestiona. Deberían agradecer que enfrente haya una oposición como la del Frente Amplio que no hace carroñerismo político…
Hoy todo parece reducido al relato y los datos han perdido la credibilidad que supieron recuperar entonces. Los datos de la cartera reportan una realidad paralela que tuvo a una pandemia como principal aliado y hoy está totalmente divorciada de las estadísticas que hablan de un mundo alterno que la gente no percibe. (¡Volvieron las carteras!)
Por más que se enoje la precandidata blanca, la realidad marca la cancha y debería hacer el esfuerzo de estudiar un poco y aprender la diferencia entre denuncia y delito, para poder hablar con propiedad de la seguridad de los uruguayos.
Eso siempre y cuando quiera ser lo que por ahora la realidad le viene negando con total éxito.
Y si no, que le pregunte a Glenda…
el hombre
agarró el diccionario,
el perro
sabe que leer no muerde…
Excelente!
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