Durante 24 años nos concentramos cada 20 de mayo para marchar en silencio por nuestros desaparecidos, esos que marchan también junto a nosotros siendo memoria presente y permanente de todos los que seguimos buscándolos. Cada 20 de mayo se suman más y más voluntades que marchan silenciosamente para dar vida a un grito que se escucha mucho más fuerte cada año, un grito pidiendo justicia y que este año lo hace bajo una consigna que interpela toda la omertá que aún rige a los responsables. “Que nos digan dónde están”, esa es la demanda que familiares de detenidos desaparecidos escogió para acompañar ese multitudinario reclamo que ya lleva casi un cuarto de siglo marchando en busca de saber el destino de nuestros compatriotas desaparecidos. En tiempos de redes sociales y nuevas tecnologías, viene siendo hora de ponerle fin a ese silencio cómplice que acompaña a los responsables de un terrorismo de Estado que ya nadie puede negar. Viene siendo hora de saber dónde están...
A pesar de ellos
Todavía recuerdo aquella noche en que se votó la Ley de Impunidad que consagró la “caducidad de la pretensión punitiva del Estado”, un excelso eufemismo para disfrazar la impunidad que consagraba la novel democracia recuperada a una casta militar y civil responsable de crímenes de lesa humanidad. En aquel entonces se hablaba de la amnistía consagrada a los detenidos por razones políticas, reclamando una medida espejo para quienes, abusando de los poderes del Estado, usaron sus recursos para perseguir, encarcelar y desaparecer personas que pensaban distinto. Pero no había razón para tal reciprocidad pues quienes fueron amnistiados no solo cumplieron años de injusta prisión sino que ninguno lo fue por delitos de sangre, los que tuvieron participación en hechos de sangre no fueron amnistiados. A ellos no se les “caducó” ninguna pretensión punitiva del Estado, sino que se les computaron años de cumplimiento por cada año de prisión sufrida.
Cómo no recordar a aquel Gral. devenido en Ministro de Defensa del gobierno de Sanguinetti, quien en flagrante desacato guardó las citaciones judiciales de los militares que iban siendo convocados a responder por las causas en las que estaban implicados. Detonante de una escalada de acciones políticas que terminaron aquella noche en la votación -entre gallos y medias noches- de aquella ley de impunidad. Luego vendría la acusación contra Germán Araújo y su desafuero, acusándolo de ser responsable de la reacción popular que generó aquella votación de la impunidad para los militares.
Luego vendría el tiempo de la recolección de firmas en procura de derogar esa ley, inspirada en devolver estatura y vigencia al principio de igualdad vulnerado. Una campaña que se llevó adelante sorteando duros escollos y chicanas políticas implantadas desde una Corte Electoral viciada por el espíritu “caducista” de entonces. Campaña para recoger las firmas y campaña para ratificarlas, hasta que se logró que aquella Corte miope convalidara las mismas y se convocara al referéndum.
Los uruguayos fueron finalmente convocados a las urnas y la campaña se tiñó de sospechas ante el sesgo que se le impuso a los que apoyaban el Voto Verde frente a la campaña oficialista del Voto Amarillo. Todavía se recuerda el spot censurado a Sara Méndez en la previa del cierre de la veda para aquella votación. Años después, con 32 años, apareció Aníbal -Simón Riquelo- en Argentina, para dar paz a aquella madre y confirmar plenamente los crímenes denunciados en todos estos años entre los que el secuestro de los niños de los desaparecidos, hizo parte de los crímenes cometidos.
A pesar de todo lo acontecido y de lo que se sigue ocultando hoy, la memoria sigue intacta en todos y cada uno de los que marchamos y seguiremos marchando hasta encontrarlos.
Hoy más que nunca es imperioso conocer dónde están, ya se han ido emblemáticas madres que no pudieron conocer el destino de sus hijos. Así se fueron “Tota” Quinteros hace tiempo, y así partió Luisa Cuestas no hace tanto. Pero dejaron su lucha impregnada en todos los que tomaron la posta y no están dispuestos a que caiga en el olvido el destino de todos y cada uno de los compatriotas desaparecidos por el terrorismo de Estado.
Pasaron muchos años desde la recuperación de la democracia y poco se ha avanzado en el tema; y no necesariamente porque no se hayan hecho intentos, pues con la llegada del Frente Amplio al gobierno se dieron los avances más significativos llegando al procesamiento y condena de represores (militares y civiles). Y todo ello sin otros instrumentos que los mismos que tuvieron a su disposición los gobiernos anteriores pero con una gran diferencia, la voluntad política de dar cumplimiento estricto al mandato constitucional de aplicar la ley a todos por igual.
Es cierto que la voluntad de un solo lado no basta, pues durante todo este tiempo se han hecho múltiples intentos por llegar a conocer los hechos y ha primado siempre un manto de silencio absoluto. Un pacto de omertá que no hace otra cosa que demostrar -aún más- el nivel de organización y compromiso de una corporación que no asumió nunca su responsabilidad sobre los excesos cometidos con el poder del Estado. Tuvieron todas las garantías, hasta les fue ofrecido en su momento -por el extinto cura “Perico” Pérez Aguirre- el secreto de confesión, y ni así fueron capaces de honrar el uniforme aportando información.
Hoy empiezan a revelarse documentos desclasificados por EEUU que demuestran la existencia del Plan Cóndor y el segundo vuelo, tanta veces desmentido por los protagonistas de turno. Hoy la verdad empieza a salir a la luz y, más temprano que tarde, se irán develando los secretos tantos años reservados.
El Frente Amplio lleva tres gobiernos consecutivos en los que -lamentablemente- poco se avanzó en transformar a nuestras Fuerzas Armadas, así lo dejaron ver las confesiones de los militares en los Tribunales de Honor que de tales tienen solo el nombre. Allí quedó plasmado el principio del fin de ese pacto de silencio tantos años mantenido, y la verdad descarnada de los opresores salió a la luz en una confesión que generó una crisis sin precedentes que se zanjó con destituciones y pedidos de renuncias. Es necesaria una genuina y profunda transformación de nuestras FFAA, las nuevas generaciones no pueden seguir bajo las consignas de aquellos golpistas y formarse con criterios ajenos a los principios republicanos y democráticos que nos rigen. No puede ser que no haya la más mínima autocrítica de los mandos militares respecto a lo que quedó escrito en actas sobre un delito atroz como el confesado por Gavazzo, el que no mereció reproche alguno. No hay honor que pueda albergar tamaño olvido, y menos, eludir la responsabilidad de denuncia en su calidad de funcionarios públicos.
Hoy nos convocamos otra vez y así lo seguiremos haciendo hasta que estas cosas cambien definitivamente pero, por sobre todo, seguiremos marchando hasta que nos digan dónde están...
el hombre caminó en silencio,
el perro también...
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