Lleva 25 años en la Policía Nacional, se formó desde abajo y no sin dificultades se abrió camino en una institución donde los principales puestos siempre se reservaron para hombres, asignando un rol secundario a la mujer. Al verticalismo organizacional de la Policía Nacional se le sumaban omisiones asumidas silenciosamente durante mucho, demasiado tiempo. Basada en su propia y sufrida experiencia personal, asumió el liderazgo de la lucha contra la Violencia de Género poniendo en el centro a las víctimas (mujeres, niños, niñas y adolescentes), que son los que más sufren violencia en el seno de sus hogares. Al conmemorarse la primera década de existencia de las Políticas de Género implementadas por el Ministerio del Interior, vaya este espacio dedicado a Ella, mujer y policía ...
Una mujer afortunada
El Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo fue el escenario elegido para conmemorar una década de las Políticas de Género en el Ministerio del Interior. Un majestuoso escenario para una obra inmensurable que recoge muchas de las frustraciones que hoy nos aquejan como sociedad pero que ha sabido dar respuesta y visibilidad a un tema harto sensible que se genera y concentra en aquel “sagrado inviolable” que hace tiempo dejó de ser sagrado y mucho más tiempo, inviolable.
Efectivamente, el Uruguay no deja de ser reflejo de lo que pasa a nivel mundial y aquello de que todo tarda pero nos llega, pasó a tener cada vez menos asidero con la realidad en este vértigo tecnológico que nos anticipa a todos sin exclusiones. La familia dejó de ser aquel espacio seguro para convertirse en un lugar donde se producen eventos que nos interpelan de manera urgente y para los que hay que emplear herramientas adecuadas que devuelvan los valores que inspiraron aquella máxima consagrada constitucionalmente.
En ese trabajo permanente de construcción de caminos y salidas a una problemática de alta sensibilidad, está un grupo humano que actúa como germen multiplicador de buenas prácticas el que cuenta con una líder indiscutida como July Zabaleta, esa mujer y policía que reivindica ambas condiciones sin pudor ni medias tintas.
Se considera una afortunada por haberse rodeado de mujeres que le sirvieron de espejo en el cual reflejarse asumiendo la responsabilidad que le fue otorgada un día gracias a su compromiso y dedicación al frente de la División Políticas de Género. Mujeres que le dejaron huella, “que no sabían que estaban cambiando la historia”, que la incluyeron en su vida y le produjeron un impacto tal que la forjaron a ser quien tomó la posta para trabajar por la igualdad de género.
Aquel auditorio no se esperaba lo que tenía para decir aquella tarde, muchos creíamos que sería un discurso cargado de datos y estadísticas. Eran 10 años de acumulación empírica fecunda que bien merecido tenía difundir públicamente con resultados. Pero no, lejos de ello aquella exposición fue toda una autobiografía cargada de emociones y de injusticias íntimas, que dejaron marcado a fuego el sabor amargo de la vulneración de los derechos más elementales. La violencia intrafamiliar pintada con descarnada crudeza, desnudó una adolescencia signada por el abuso de un padrastro que “durante 20 años… se creyó en el derecho de violentar a mi madre, a mis hermanos y a mí”, expresó, y un inmenso silencio invadió aquel recinto donde ya no eran pasos los perdidos sino aquellas inocencias abandonadas al impulso de un hombre violento.
Pero había más, mucho más para decir de ese pedazo de vida adolescente que debió sortear para forjar a esta mujer que tiene a su cargo las políticas de género que no tuvo entonces para recibir una respuesta que mitigara aquella conducta familiar incomprensiblemente violenta. “Muchos se preguntaran qué hizo mi madre entonces… ella estuvo con nosotros… fue una sobreviviente”, remató.
Me resulta imposible describir ahora lo que sentí en ese momento ante semejante confesión, pero sí advertí que aquella mujer alcanzaba una estatura aún mayor a la que supo construir en todos estos años acompañando primero a Marisa Lindner y asumiendo luego la titularidad de aquella repartición encargada de devolver dignidad y justicia a víctimas largamente postergadas.
Resumió en pocos minutos una década de logros obtenidos en una temática que muestra sus peores coletazos acumulando muertes infames de mujeres y niños/as producto de esa violencia enquistada en aquel rincón sagrado. Y es así que recordó la existencia de Inmujeres; las Unidades Especializadas de Violencia Doméstica y de Género; y realizó una cerrada defensa de los planes sociales existentes hoy que tanto les hubiera mejorado la vida entonces.
“No creo en la meritocracia”, dijo para refutar el pensamiento fácil de quien pudiera argumentarle que aún con lo sufrido pudo salir adelante. Convencida que no basta el esfuerzo ni las ganas, porque “a esas ganas hay que sumarle posibilidades”, manifestó.
Suma 25 años como Policía, y lo dice con indisimulado orgullo, en una experiencia que acumula valor a la trayectoria de una profesional que hizo también una carrera universitaria en sicología. Destacada en una institución de acentuado perfil machista, ha contribuido a su transformación, cambiando la ecuación de fuerzas y abriendo espacios para que las mujeres formen parte de la Policía Nacional en igualdad de condiciones.
Una institución en la cual “era impensable que una persona homosexual pudiera mostrarse naturalmente y compartir detalles de su vida privada con los compañeros de trabajo, sin ser discriminada… hoy contamos con la posibilidad de casarnos con quien elijamos… En el año 2016, una directora del Ministerio del Interior, se casa con una mujer y no perdió el trabajo...”, y aquella cita autorreferencial le dibujó una sonrisa de satisfacción por ser -ella misma- un ejemplo de los cambios operados en la cartera.
Aquel auditorio -que colmaba las instalaciones del Salón de los Pasos Perdidos- se puso de pie y un cerrado aplauso (que superó largamente el minuto), inundó el recinto mientras aquella mujer y policía, se fundía en un abrazo emocionado con otra mujer que quiso la vida que llegara a ser Vicepresidenta de la República.
Poco puede agregarse, Ella, mujer y policía, inundó el aire de aquel recinto con un aroma de justicia, derechos y reivindicaciones que nos hizo un poco más iguales a todos.
el hombre aplaudió de pie,
el perro ladraba desde la escalinata...
Cómo algunos sabrán soy fotógrafa y como todo fotógrafo casamientos y cumpleaños han sido parte de mi trabajo. Tuve el privilegio de trabajar con mi cámara fotográfica en el casamiento de July y Sol. Entre tantas bodas a las que he asistido, pocas veces he vivido ese estado de comunión, gratitud, alegría y amor como en su boda. Dos mujeres valientes, amadas, con una contención amorosa a su alrededor francamente conmovedora. " De vez en cuando la vida, nos besamos en la boca" Serrat. Salú!
ResponderEliminarQuienes hemos conocido desde nuestra infancia el instituto Policial y ademas hemos pasado por sus filas tenemos claro como este funcionaba no cabe otra opinión que aplausos para una mujer donde llego tan lejos en un mundo 100% machista muy pero muy machista. Los cambios que se vienen realizando desde hace años son absolutamente históricos y este es el unico camino para reivindicar una fuerza que ha sido absolutamente olvidada por quienes ahora se rasgan las vestiduras.
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