Me acompañó durante muchas mañanas en que trabajaba en un comercio gastronómico familiar, eran tiempos de la Guerra de las Malvinas, y nuestro país aún padecía una dictadura cívico militar que empezaba a preparar las valijas tras la estrepitosa derrota del plebiscito del ‘80. Desde la radio, junto a Sonia Carrero, llenaba nuestras mañanas de trabajo y empezaba a contagiarnos con frases que quedarán para la posteridad y que incorporamos como propias. “Manden sólidos” o “evitemos las expresiones de júbilo”, se hicieron parte de nuestro vocabulario. El autor de las mismas fue un comunicador diferente, alguien que se presentaba como uno de nosotros mismos y al que se podía acceder fácilmente pues, “el flaco” - Omar Gutiérrez – ,era un tipo de puertas abiertas para todos. Se fue a pedir sólidos a otros barrios, y los que disfrutamos su trabajo lo vamos a extrañar recordándolo con la sonrisa que se merece.
Maragato republicano
Viajaba todos los días desde su “República de San José”, y su camioneta era taxi de muchos que levantaba en la ruta o que aprovechaban la “carona” a la capital. Por sus programas pasaron innumerables figuras de todas las artes y profesiones, muchos de los profesionales de la comunicación se iniciaron en su programa; así se lo reconocieron siempre y hoy mucho más, ante su partida.
Personalmente lo conocí hace pocos años, pero reconozco que lo tenía en mi casa cada mañana y conocerlo en persona solo fue una aproximación a alguien que era parte de la familia.
Dueño de una simpática informalidad hizo de la misma un estilo comunicacional que pocos han logrado, imponiendo un estilo comunicacional propio que llegaba a “don José o a doña María”, como gustaba decir siempre.
De aquella época radial en que lo conocí a la televisión fue como seguir a un amigo, alguien que se había adueñado de nuestra simpatía y que nos acompañaba siempre. Lo seguimos con su desembarco en la TV llevando un estudio de radio a la pantalla chica, en una apuesta novedosa que tuvo poca repercusión pero que era una audaz idea de una producción nacional demasiado escasa. Ese gustito por la tele prendería con sus siguientes programas en que las mañanas pasaron a ser suyas, a tal punto que pronto vendrían otros magazines a disputarle un liderazgo que supo mantener durante mucho tiempo.
Precisamente el tiempo fue cobrándole facturas pendientes, ese tiempo que le ofrendó al tabaquismo llevándole a una crisis respiratoria aguda que lo identificó como un portador más de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Y allí comenzó otra etapa en que pudo salir no sin dificultad ni secuelas que le cobrarían un alto precio con el tiempo.
La última vez que lo vi fue en ocasión de la inauguración del Memorial a los detenidos desaparecidos en Libertad. Su voz pausada, intentando pronunciar bien cada palabra, aletargada por el cascoteo de su crónica afección, se presentaba como secuela evidenciada en su prosa. Pero aún con dificultades, seguía proyectándose y planificando producciones radiales.
Crecí escuchando sus bromas, incorporando sus frases y apropiándome de algunas.
Omar no se murió, se fue a hacer otro programa, uno en el que solo los grandes tienen cabida y donde su voz se seguirá escuchando mientras haya alguien que siga diciendo que “manden sólidos” o se “eviten las expresiones de júbilo”…
Hasta siempre, querido Omar...
el hombre apagó la radio,
el perro guardó un respetuoso silencio...
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