Jorge Lanata estuvo en Uruguay, lo trajo el Semanario BUSQUEDA para su ciclo de conferencias “Personalidades” que se lleva a cabo en Kibon. Todavía repica en mi cabeza la infeliz frase del ex Presidente Batlle culpando a un “tal Gordo Lanata” por la fuga de capitales uruguayos en plena crisis del año 2002. Entonces, el periodista argentino advertía que la fuga de capitales no era solo un patrimonio argentino y que Uruguay iba camino al corralito igual que su país. Algo que luego se confirmaría con el eufemismo de los pagos reprogramados que -justo es decir- se cumplieron en lo que al BROU refiere, hecho del cual puedo dar fe con un caso familiar que cobró hasta el último peso de su dinero retenido. En esta ocasión, fiel a su estilo transgresor y denunciante, supo decir cosas que invitan a pensar y permiten comprender la importancia de quienes pretenden hacer cosas para mejorar la vida de todos y no solo la de unos pocos. A veces es necesario que lo digan otros, pero lo importante, al fin y al cabo, es que alguien lo diga y nos deje pensando a todos...
Nadie es profeta en su tierra
Odiado por unos y venerado por otros en su país, vino a decir su verdad y una parte de su exposición inspiró esta columna. Arrancó diciendo que si alguien piensa que los cambios verdaderos son rápidos, está equivocado. “Ningún cambio verdadero es rápido...” y lo ejemplificó con casos cotidianos que vivimos a diario. De inmediato invitó a pensar cambiar un país y se preguntó “¿cómo hacemos para cambiar la educación, la economía... en un año, en cuatro o en ocho?... me parece que no se puede”, afirmó.
Luego relató una anécdota que vivió en una charla y en la cual una señora le interrogó diciendo: “Usted me está pidiendo que hagamos algo que no vamos a ver... Entendió perfecto!” le remató Lanata. “Eso quiere decir hacer algo trascendente”. Brillante! Con meridiana claridad, hacer algo para que perdure y lo disfruten otros. Eso es gestionar políticas, eso es parte de la construcción de un país.
Vivimos tiempos demandantes al extremo, donde se piden resultados inmediatos sin detenerse a pensar que es imposible que lo que llevó décadas en deteriorarse -tiempo durante el cual poco o nada se hizo para impedirlo- se lo revierta en períodos cortos, exiguos. Tan es así que muchas veces nosotros mismos nos sorprendemos demandando soluciones a problemas de larga data, hartos de esperar o de presenciar el deterioro sin atisbo de cambios. Allí mismo no percibimos que depende de nosotros en gran medida dar el puntapié inicial.
A veces – o casi siempre- necesitamos que sean actores extraños a nuestro medio los que nos digan esa realidad que rompe los ojos pero que no podemos ver. Cegados por la realidad que nos envuelve no logramos apreciar lo evidente así como tampoco podemos darnos cuenta -sin ayuda- que el camino es empezar.
Un tránsito hacia lo que seguramente no vamos a disfrutar pero que es necesario que lo empecemos a construir si queremos perpetuarnos como Nación. Es así de simple y, a la vez, difícil de entender para quienes sufrimos el bombardeo permanente de un consumismo idiota que nos nubla la vista y nos impide entender la realidad.
No somos capaces de iniciar ese camino para poder sumar esfuerzos y dejar un mejor entorno a quienes nos sucedan. Ese es, ese debe ser el legado de cada generación, entregar una realidad mejor para que quien venga también haga su aporte y así se genere una ruta virtuosa de mejora constante.
Gre gre... gregario
La historia misma del hombre nos demuestra que en su naturaleza estaba el vivir en sociedad, juntarse, formar colectivos que potenciaran su trabajo, su fuerza. Un ser gregario por naturaleza, al igual que la manada a la que aprendió a cazar, en grupos. Esa vida social que aprendió a disfrutar le llevó a realizar actos que lo trasciendan para asegurar la estirpe.
Cada acto que hacemos nos trasciende, aún en contra de nuestra voluntad. Si plantamos un árbol -incluso en un terreno propio y vedado al uso de otros- llegará un tiempo en que su sombra nos va a superar y alcanzará a otros también. Es imposible impedirlo, salvo que lo cortemos y hagamos leña de él.
La naturaleza es sabia en ese punto y nos lo demuestra cada día. Ese transcurrir se perpetúa sin que podamos evitarlo. Nos trasciende y nos enseña claramente que el mundo seguirá siendo mundo a pesar nuestro. Entonces, si esto es así de determinante, es mucho más inteligente ir a favor y no en contra de ese devenir natural que nos invita a contribuir haciendo que nuestro trabajo perdure más allá de nuestra existencia y beneficie a otros.
Y si hablamos de trascender es inevitable pensar en la educación, esa que nos garantizará la perpetuidad de nuestras acciones, en un proceso que debe ser de mejora continua, porque de eso se trata, de mejorar siempre.
Vivimos tiempos de demandas y exigencias inmediatas que no admiten demora. Exigencias que enardecen y endurecen posturas, que cierran caminos al diálogo, que entorpecen la comunicación. Es en esos tiempos cuando más necesitamos de la palabra para llegar al acuerdo, ese punto de equilibrio donde afloren las cosas comunes, esas que abren espacios y mejoran los ámbitos.
Es esperable que pronto aparezca el humo blanco y lleguen los acuerdos. Sin vencidos ni vencedores.
En el medio estarán las túnicas blancas y eso solo bastará para saber que todos ansiamos un acuerdo que nos trascienda y nos devuelva la educación que nos merecemos.
el hombre tendió su mano,
el perro esperaba en la puerta de la escuela
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