El Domingo 15 de febrero daría comienzo la Legislatura XLVIII del Parlamento uruguayo, una instancia donde se renueva el compromiso republicano de un país que consolida su democracia definitivamente. En lo que se conoce como la era progresista, el tercer gobierno del Frente Amplio da su primer paso en esta instalación de las cámaras parlamentarias donde -también por tercera vez consecutiva- la fuerza de izquierda asume con mayorías parlamentarias. Una instancia signada por el hecho histórico de una imposición hecha por parte de un “Ministro del Interior”, según comentó el Senador Agazzi...
Con ceño fruncido
Las barras se fueron completando poco a poco, los invitados íbamos llegando a tiempo para presenciar la instalación de la Cámara de Senadores y la promesa invocada a cada uno de ellos que lo impondría en el sillón de la cámara alta uruguaya.
Los micrófonos jugaron su partido -en contra- porque estuvieron ausentes a la hora de la ceremonia. Ante la atenta mirada del hemiciclo en pleno, se aguardó unos minutos a que el inconveniente fuera subsanado, pero la inexorable Ley de Murphy (forma cómica y mayoritariamente ficticia de explicar los infortunios en todo tipo de ámbitos que, a grandes rasgos, se basa en el adagio siguiente: «Si algo puede salir mal, saldrá mal» - Wikipedia), no sería la excepción esa tarde.
Sin mayores preámbulos y con el tiempo acotado por un estricto programa a seguir, la senadora Topolansky comenzó leyendo el abultado orden del día. Es que como para marcar presencia, el senador Bordaberry presentó 45 proyectos de ley, cuya nómina fue leída en su totalidad siendo derivados a las comisiones correspondientes.
Luego vendría lo más importante de ese día, la toma de posesión de cada uno de los legisladores con la promesa invocada por la Presidencia de la Cámara, a su turno, por estricto orden alfabético.
Uno de los más esperados fue el de Bonomi, renunciante de su cargo como Ministro del Interior, sería atentamente observado por la exigua bancada colorada que -detrás suyo y con ceño fruncido su principal referente- escuchó el “Sí, prometo” de Bonomi como respuesta, para resultar impuesto como legislador por un nuevo período.
No faltó el comentario al oído que hizo, tras ese acto de Bonomi, el propio Bordaberry a su correligionario Germán Coutinho. Seguramente no fue una alusión a los trabajadores municipales que esperaban en las puertas del Palacio Legislativo con pancartas que referían a denuncias contra la gestión del ex-intendente y actual senador colorado, sino alguna referencia directa al ex ministro.
Uno a uno fueron interrogados, los senadores electos, para ejercer el cargo y respetar el secreto cuando el cuerpo así lo establezca, respondiendo un fuerte y claro “Sí, prometo!”. Salvo tres legisladores que rompieron esa fórmula, marcando una impronta personal que mereció algunos comentarios en las barras.
Primero el senador Heber, que a la pregunta de la Presidenta del cuerpo, respondió “Sí, prometo ... y juro!”. Olvidando (o no), que Uruguay es un Estado laico y por ello es una promesa y no un juramento. El legislador juró (no se sabe a qué o a quien), pero ese compromiso ultra-petito, hizo recordar -a muchos de los presentes- los Estados confesionarios del que seguramente el legislador sea afecto.
No sería el único, y cada uno de los que también agregó un juramento a la promesa, lo hizo con algún elemento distintivo como para que el gesto fuera recordado. El orden alfabético impuso la primicia a Heber, pero para no ser menos y a su turno, el novel senador Lacalle Pou hizo similar juramento mientras acompañaba su enunciado con su mano derecha al pecho. Signo distintivo que lo identificó durante la pasada campaña electoral.
Y para no ser menos -seguramente- cerró esta particular forma de asumir el compromiso como legislador, un debutante Pablo Mieres quien fue por más y manifestó: “Sí, prometo... y también, juro!”.
Basta, cerrá y vamos!, pensó más de uno, a la espera de algún otro que quisiera marcar su sello personal en un acto signado por las formas y los estilos.
Basta, cerrá y vamos!, pensó más de uno, a la espera de algún otro que quisiera marcar su sello personal en un acto signado por las formas y los estilos.
El broche de oro sería cuando la senadora Topolansky pidió al senador Bonomi que le tomara juramento. Momento en que nuevamente se observó el ceño fruncido y adusto de un Bordaberry que no podía ocultar su incomodidad.
La de Bonomi fue, sin dudas, una de las presidencias de cámara más cortas de la historia, pero, también, la más novedosa a estar por el comentario del senador Agazzi: “Ni en la época del pachecato, un Ministro del Interior le tomó juramento a un legislador”.
Mientras tanto, el legislador de ceño fruncido se refugiaba en el rincón del hemiciclo, donde el espacio cada vez parece más chico por la desnutrida representación de una bancada en declive.
el hombre gritó su promesa,
el perro ladró una felicitación...
el perro ladró una felicitación...
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