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sábado, 11 de junio de 2011

Noche de furia y molotov

 Publicado en La ONDA digital

Martes 31 de mayo, sobre las siete y pico de la tarde llega la manifestación convocada por varios colectivos sociales en contra de los operativos policiales de saturación que se empeñan en denunciar como razzias. Entre ellos -además de Plenaria Memoria y Justicia- se sumaron integrantes del sindicato del taxi (SUATT).

Particularmente estos últimos convocantes desconciertan ya que son algunos (si no los primeros), que dejan de entrar en los lugares donde la Policía ha realizado acciones en procura de devolver la tranquilidad y seguridad dejada en manos de los delincuentes. Esa actitud desafiante y contraria a este tipo de acciones que por un lado se reclaman y por el otro se rechazan, deja espacio al desconcierto e incertidumbre acerca de la razón de los reclamos.

Cada vez que un trabajador del taxi es víctima de acciones violentas (algunas con resultados trágicos), se recurre al reclamo y la protesta en procura de acciones policiales. Sin embargo, cuando ocurren estas acciones -buscando recuperar el orden y la tranquilidad perdida- se vuelcan al rechazo y la protesta, desconociendo toda explicación y sumando su voz al reclamo fácil y destemplado de quienes no quieren que cambie nada: la propia delincuencia.

Hasta el cansancio se ha explicado y argumentado sobre los operativos policiales, que se han ido perfeccionando con criterio selectivo y amigable, ya que el objetivo principal es facilitar el ingreso y permanencia del Estado en los lugares que habían sido apropiados por los delincuentes. Hablar de razzias y con ello incitar al desconocimiento de la autoridad, es un paso temerario que se agrava con los hechos de violencia ocurridos recientemente.

En un Estado de Derecho, todo ciudadano tiene derecho a manifestarse libremente siempre y cuando con ello no vulnere la libertad de otros o afecte la seguridad pública. Algo tan elemental que no merecería siquiera referirse en tiempos de consolidación democrática con alternancia de los tres partidos políticos mayoritarios en el poder. No obstante lo cual, quien se manifiesta con el rostro oculto y porta elementos combustibles para alterar el orden y provocar daños, demuestra una actitud contraria a los valores democráticos que son base de nuestro sistema.
Con las acciones de protesta violenta deslegitimaron sus reclamos, con el agravante de configurar una conducta delictiva que puso en riesgo la seguridad pública hasta de los propios concurrentes a la convocatoria.

Por otra parte si algo no puede decirse de esta administración es que haya pecado de soberbia, sino todo lo contrario. Se ha recibido a cuanto colectivo o individuo solicitó entrevista para hacer conocer sus reclamos. Por el despacho del propio Ministro Bonomi y/o de sus asesores han desfilado sindicatos, familiares de víctimas del delito, dirigentes deportivos, referentes de hinchadas, por citar algunos. Buscar un cambio de rumbo mediante amenazas o reclamos violentos no son de recibo ni necesarios, salvo para quienes no buscan soluciones sino protagonismo a través de los mismos.

El motivo de la marcha eran los operativos policiales de saturación o “mega operativos” como los bautizó la prensa. Todavía es demasiado pronto para medir una tendencia, pero los datos recogidos y monitoreados día a día nos indican una disminución, (tímida pero sostenida), de los índices delictivos a partir de estas operaciones. En tiempos en que el país registra índices económicos históricos, no hay excusas para la exclusión social.

En cuanto al objeto del reclamo de esta manifestación, no hay retorno posible. Los procesos incipientes denunciados deben ser sofocados ahora que es viable hacerlo sin mayores traumas. Pero ello no será al margen de la ley, sino con total apego a las garantías constitucionales que protegen los derechos de todos los ciudadanos y que se aplican en estas acciones. Si algún exceso ocurre, están los mecanismos legales para proteger los derechos violentados y no tengan dudas que no habrá omisiones al momento de investigarlos. Sobradas pruebas da y seguirá dando este Ministerio acerca de controlarse a sí mismo (Asuntos Internos es quien inicia y deriva a la Justicia, la mayoría de las denuncias sobre irregularidades en las que participa un funcionario policial).

Hoy es la incoherencia la que nutre a estos colectivos. Al no obtener las respuestas que esperaban (en todo momento hubo una postura pasiva de la policía), tomaron la iniciativa con actitudes violentas. Primero derribaron un vallado, preventivamente puesto para evitar lo que acertadamente había previsto la autoridad política; luego las piedras y los cócteles incendiarios que dejaron estelas encendidas en plena calle Mercedes. Si hubieran llegado hasta la puerta misma del Ministerio del Interior, el resultado hubiera sido nefasto para la imagen institucional. Con los hechos ocurridos demostraron su objetivo. También es justo decir que seguramente muchos de quienes asistieron y presenciaron esa actitud no los acompañen más. Sabemos que hubo gente convocada para una manifestación y no para lanzar molotov o piedras.

Una noche de furia incomprensible. La actitud disuasiva de la Policía fue la razón de no lamentar mayores daños. Contrariamente a lo que informó alguna prensa (dos medios escritos particularmente), la Policía no utilizó gases lacrimógenos, sin embargo la tristeza de los actos pudo hacer llorar a algún despistado y ello motivó las alusiones. El único gas que se vio fue el de un extintor que utilizó el bombero que apagó los derrames incendiados de dos molotov que estallaron por la calle Mercedes.

La calma volvió en escasos minutos, tan escasos como el tiempo que duró la llama encendida de las irracionales incendiarias que estallaron ese día.


el hombre no se subió al taxi,
el perro sabía que aquello era su forma de protesta


*Comunicador uruguayo
LA ONDA® DIGITAL

lunes, 30 de mayo de 2011

Razzias eran las de antes...

Publicado en LA ONDA® DIGITAL


Todavía persiste algún sector de la prensa, (cada vez más reducido y en retirada), en querer calificar a los operativos de saturación policiales como razzias. Seguramente intentan con ello desprestigiar una gestión que pretende -con su trabajo- devolver lo que los uruguayos hemos perdido por décadas de abandono y que hoy ocupa el primer lugar entre las prioridades de cada ciudadano: la seguridad.

Una reciente reseña latinoamericana (Activa Research), nos ubica en el primer lugar del concierto latinoamericano en lo que a sensación de inseguridad refiere. Un dato que hay que saber interpretar pues difiere con la realidad objetiva, por cuanto muchos de los que dicen sentirse inseguros no han padecido eventos, (y quizás nunca los padezcan), pero se suman al sentimiento colectivo. Una especie de contagio que se nutre de imágenes y realidades de otros, la mayoría de las veces.

No obstante ello no negamos que los uruguayos estamos viviendo un deterioro social que tiene su veta violenta que apreciamos en la crónica roja de los noticieros. Un deterioro que no está por generación espontánea ni mucho menos. Sin embargo, tras padecer los desastres de administraciones que nos sumieron en crisis tras crisis y de las que siempre se emparejó para abajo, (sufriendo también las políticas sociales que, o dejaron de aplicarse o recortaron sus recursos en función de la mentada crisis de otrora), fue el gobierno de izquierda el que comenzó el largo camino de regreso a lo que alguna vez fuimos. Las políticas sociales tuvieron en el primer gobierno un empuje sustancial que en este segundo se continúan y profundizan, a sabiendas que los años perdidos no se recuperan de un día para otro ni de un gobierno para otro. Décadas de deterioro social llevarán años para revertirlas, pero el camino se hace andando y en eso estamos hace seis años.

También es cierto que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas, haciendo lo mismo de siempre no se consiguen otros resultados. Entonces, ¿por qué la crítica a lo que ha comenzado a aplicar el Ministerio del Interior con estos operativos? ¿Es tan difícil advertir que el objetivo es erradicar la delincuencia y no vulnerar derechos civiles de nadie y mucho menos de las clases menos privilegiadas?

Se ha explicado hasta el hartazgo que los operativos policiales se basan en las órdenes de allanamiento que expide el Poder Judicial y es en base a esas acciones coordinadas con el Poder Judicial (del que la Policía es su auxiliar), que se desarrollan los mismos. Claro que no será nunca igual un operativo que otro (aunque parezcan similares), y ello por varias razones. La primera (que seguramente irá menguando con el tiempo), es que los lugares más problemáticos reciben a la Policía con agresividad lo cual obliga a un despliegue masivo de fuerzas que le dan la espectacularidad que critican quienes rechazan las medidas. Aquellos lugares en que no hay resistencia a la acción policial no requieren de la masiva presencia de efectivos. Esa es la principal razón del número y del despliegue que a algunos molesta.

Por otra parte, también es cierto que a medida que se suman estas acciones, la Policía adquiere mayor experiencia y corrige los errores que puede cometer en los despliegues y gana efectividad con cada acción. La población -cada vez en mayor número- aprueba este accionar y reconoce los efectos mediatos e inmediatos del accionar policial que se condice con una desaceleración en la producción de eventos delictivos que comienza a apreciarse en los datos estadísticos.

Se criticó también que solo se realizaban en los barrios más humildes, lo cual se demostró equivocado cuando se hicieron operaciones en Pocitos, La Unión y Punta Carretas, que no serán los únicos que demostrarán que no hay fronteras para combatir el delito en todo el territorio nacional. La diferencia está en que según el lugar, se instrumenta la operativa.

A tal punto se va evolucionando en los operativos que incluso se ha contado con la presencia de magistrados que han presenciado el desarrollo de las acciones como ocurrió en Las Piedras, recientemente. Asimismo la tecnología -que con la ejecución del presupuesto se adquirió y comienza a aplicarse- acompaña las acciones mejorando los niveles de actuación (detectores de metales, sistemas de reconocimiento dactilar).

También se cuida mucho desde la Secretaría de Estado que estas acciones no se hagan a espaldas de la opinión pública. Por ello, y salvando la más elemental reserva que proteja la efectividad operativa de una acción judicial en proceso, una vez asegurada la zona y preservada esa instancia, se comunica a los medios de prensa con una doble intención: la primera, que sean testigos de la acción policial y al mismo tiempo, garantes de los derechos de los ciudadanos que son circunstanciales protagonistas; y la segunda, de carácter interno, generando la sensación de compartir la operativa bajo un estricto control que se documenta en imágenes (lo cual también oficia de garantía para quien aplica correctamente los procedimientos establecidos).

Así y todo se las califica de razzias y con lo que hemos expuesto difiere notoriamente con aquella práctica de salir a realizar redadas indiscriminadamente para cumplir la cuota establecida, sin dar explicación alguna de las detenciones. Bastaba con estar en el lugar por donde pasaba el ómnibus o la “chanchita”, para ser uno más para la cuenta de ese día.

Como nos pasó aquel día en que al Gordo Guillermo no se lo pudieron llevar...

El Gordo había salido con nosotros esa noche de invierno a caminar por 8 de Octubre. En las maquinitas se daba la movida nocturna por entonces y nos encontró enfrascados en la lucha por derrotar naves espaciales enemigas cuando escuchamos una frenada y, todos contra la pared. Una camioneta paró frente al salón; alguno que se quiso escapar terminó de una en el interior del vehículo sin pedirle siquiera los documentos. La camioneta se fue llenando con los que aquella noche estábamos allí y el Gordo Guillermo quedó para el final. Cuando le tocó el turno, el que estaba al frente del operativo intentó subirlo pero la capacidad colmada de la camioneta hacía imposible hacerlo. El Gordo ponía empeño y esfuerzo por entrar pero, ni ahí. El encargado empujaba sin éxito, el Gordo excedía toda posibilidad de embarque. Finalmente, lo dejaron ir, no sin antes escuchar al Gordo decir: “pero si hacen un lugarcito entro”... con lo cual todos nos miramos y no entendíamos como el Gordo no se iba y quería acompañar a la barra aún a riesgo de pasar la noche en una comisaría.

Está dicho, razzias eran las de antes...

el hombre brindó por el Gordo Guillermo,
el perro, porque ya no anda la perrera...

*Columnista uruguayo

sábado, 28 de mayo de 2011

¿Habrá tiempo para un gesto de grandeza?


Publicado en La ONDA digital

Difícil para Sagitario...

Se cierra un capítulo que se llevó ríos de tinta y horas de discusiones estériles. Finalmente el diputado estrella del momento (ya nadie se acuerda del Senador Saravia), no dio su voto para que se anulara la “caducidad de la pretensión punitiva del Estado”.

Un sentimiento de extraña y amarga ambigüedad me invade. Por un lado tengo la convicción que el Frente Amplio cometía un error histórico al no atender la voluntad soberana expresada en dos ocasiones sobre el tema y, por otro lado, desconocer al soberano interno de una fuerza política me lleva a pensar que poco o ningún espacio le queda al disidente, pues de lo contrario sería el fin de la estructura partidaria (si no se resuelve nada al respecto acerca de la conducta del mismo).

Esa ambigüedad es tal que significó un nudo difícil de desatar para quienes intentamos tener una opinión en el tema pero nos enfrentamos ante situaciones de este tipo que plantean encrucijadas que jamás debieron permitirse, pero finalmente ocurrieron. Seguramente sea un efecto extraño y colateral del anunciado fin del mundo que en momentos de escribir esta nota tardía (hoy es sábado 21 de mayo, y debí entregar mi nota el viernes), me está afectando.

Una ambigüedad que seguramente también invadió a los legisladores que no esperaban encontrarse en esta situación de tener que votar por mandato de un plenario, a sabiendas, (muchos de ellos), que estaban sepultando la herramienta de la consulta popular tan cara a los frenteamplistas.

Pero hoy el tema es cosa juzgada. Se ensayan otras vías para llegar a lo que se pretendía que es eliminar la impunidad de nuestro ordenamiento jurídico, pero debe entenderse que el soberano ya laudó -no una sino dos veces- ese tema, mal que nos pese. Por otra parte soy de los que no deja de reconocer que la impunidad -a pesar de la vigencia de la caducidad- está menguada, de lo contrario no estarían presos quienes habitan la cárcel de Domingo Arena. Eso que no se quiere reconocer es obra y gracia exclusivamente de nuestro gobierno que desde el año 2005 con Tabaré y ahora con Pepe, aplican la ley de marras habilitando las investigaciones que no hicieron Sanguineti, Lacalle ni Batlle (aunque este último tenga el mérito de la Comisión para la Paz, no habilitó la investigación del caso Gelman por citar uno emblemático).

El camino debe ser la anulación -por Decreto- de aquellos actos del Ejecutivo que impidió las investigaciones antes que la prescripción se cumpla, y es un camino que el Presidente Mujica está dispuesto a transitar como ya lo demostró recientemente.

Sin embargo queda aún un camino que no se ha transitado por quienes tienen una deuda enorme con la sociedad uruguaya. Es el gesto que le falta reclamar a Mujica de quienes han tenido del primer mandatario innumerables gestos de reconciliación a pesar de haber sido una de las víctimas que tuvo la fortuna de vivir para contarlo. Hace falta un gesto de grandeza y de arrepentimiento de los militares uruguayos -que no han demostrado todavía- pero que mucho ayudaría para cerrar heridas.

Ese gesto que tuvieron, por ejemplo, los militares argentinos con un Comandante en Jefe como Balsas que pidió perdón al pueblo argentino por los delitos cometidos durante la última dictadura que vivió el país hermano. Gesto que ni por asomo han intentado hacer los militares uruguayos ni desde el más bajo grado hasta el más encumbrado que ostenta cargos de responsabilidad como el Comandante en Jefe de las FFAA. Cargos desde los cuales lejos de reestablecer la reconciliación -en el menor de los casos- han hecho un silencio absoluto y negado la verdad en el conocimiento del destino final de nuestros detenidos desaparecidos. Por lo menos ese gesto, (que les fuera solicitado hasta en el amparo del secreto de confesión que ofreciera el recordado Perico Pérez Aguirre), es esperado por quienes aspiramos a una verdadera reconciliación. Sin embargo no hay atisbo alguno de que ello ocurra, por el contrario seguimos otorgando señales unilateralmente y perdónenme el atrevimiento, pero así no hay reconciliación posible.

Seguiremos esperando a militares que honren su uniforme, y destaquen por sobre el resto, con un gesto de grandeza que lleve paz a los muertos y verdad a los familiares que aún esperan por conocer el lugar donde se hallan los huesos de quienes pujan por dejar de ser desaparecidos.

¿Habrá un gesto de esos algún día?

el hombre se fue a dormir sin esperar el voto,
el perro esa noche aulló de tristeza...

sábado, 21 de mayo de 2011

Tema inmediato: Vidas robadas

Publicado en La ONDA digital

Una semana trágica para el país y muy especialmente para Montevideo, el departamento que se lleva el triste récord de accidentalidad y siniestralidad con holgura.

Un taxista fue asesinado de un tiro a quemarropa por unos pocos pesos que pudo recaudar en una noche de suplencia y de “laburo”. Pero no fue el único caso, otro asesinato a sangre fría se llevó la vida de un guardia de seguridad que también eligió trabajar.

Dos casos recientes que nos hablan de una devaluación en los valores de convivencia por cuanto la vida se menosprecia y se la pierde por objetos materiales que no llegarán nunca a equiparársele, pero que son apetecidos por quienes hacen del consumo su razón de existir. Un consumismo que se roba nuestras vidas, ya sea porque nos esclaviza con sus deudas; o porque nos la roba alguien que sin pedir permiso la toma para hacerse de algo que intentamos defender. Sea cual sea la razón la ecuación no es pareja, pareciera que la vida no vale nada.

La delincuencia no repara hoy en esos aspectos ni mucho menos; para ellos no hay valores o están absolutamente subvertidos. Es evidente que este tema se debe atender de inmediato. Y no es solo por el lado de la delincuencia sino también por el lado de la ciudadanía que cede a la tentación consumista dejando flancos indefensos.

No hay causas sin efecto ni viceversa. Saber cuál de ellas está primero no aporta mucho a la solución del problema, pero el saber que ambos aspectos son reales quizás nos ayude a comprender mejor el tema y procurar una solución. Existen “necesidades” insatisfechas que se contemplan delinquiendo; y están las mismas necesidades que se cubren trabajando. En la elección de la forma de satisfacerlas está el punto de quiebre. Lo triste es que hay generaciones que se criaron en una y otra simultáneamente. Y ello pasó sin darnos cuenta o por lo menos, sin prestarle la debida atención. Hipócritamente miramos para el costado pensando que nunca nos afectaría y sin embargo hoy pagamos el caro precio de esa convivencia y/o coexistencia.

Así ocurrió que un trabajador del taxi no aplicó una regla de seguridad que imponía la prohibición de uso del asiento delantero en horas de la noche. Seguramente porque pesó en él la necesidad de sumar otro viaje a una noche escasa de clientes, con la desgracia de que sería el último viaje de su vida.

Y también ocurrió que una empresa de seguridad, (como muchas), no ofreció los elementos de protección indispensables para la tarea a sus funcionarios, poniendo en riesgo la integridad de éstos a la vez que imprimió al servicio una debilidad que aprovecharon los delincuentes. Otra vez el afán consumista está presente, esta vez en la ambición comercial que no cedió fracción de ganancia alguna y dejó empleados indefensos.

Así y todo, Montevideo sigue siendo una ciudad hermosa y segura. De ese modo nos la describen los que vienen de otras realidades no tan lejanas a nosotros. Sin embargo los uruguayos nos comparamos con nosotros mismos y no aceptamos excusas. Todavía nos impactan fuertemente situaciones como las descritas con resultados de muerte; todavía guardamos signos de humanidad; todavía tenemos la sensibilidad suficiente como para rebelarnos y plantear alternativas que eviten estas tragedias.

La economía sigue su expansión, el comercio se intensifica, los espacios comerciales crecen y se multiplican; sin embargo existen sectores que no participan de esas mejoras pero las desean. Tanto como para pretenderlas a cualquier costo y de cualquier manera. Ese es el mayor problema a resolver, intentar que no sea a cualquier precio.

Una vida no vale cuatrocientos dólares (lo que cuesta un chaleco antibalas), es muy bajo precio para una alternativa como la eternidad.


el hombre miraba la vidriera,
el perro tiraba de la correa para que no se tentara


Nosotros y los miedos

Publicado en La ONDA digital

 “Un 2 de abril de 1982 se estrenaba en Argentina un ciclo de unitarios de la directora Diana Alvarez que supo tener entre sus principales figuras a actores de la talla de Rodolfo Ranni, Miguel Angel Solá, Olga Zubarry y Ana María Picchio, entre otros. El país vecino desafiaba la censura en los últimos tiempos de la dictadura militar...”

A más de 25 años de culminada nuestra triste historia dictatorial, hablar de miedos me resulta un disparate. Sin embargo hay quienes intentan distraer y entreverar el panorama actual metiendo el “cuco”. Justo en un país que demostró no hace mucho, que no es por la vía del miedo que podrán torcer su voluntad.

En tiempos de elecciones –de balotaje más precisamente- intentaron la misma maniobra diciendo que los tupamaros eran los dueños de un arsenal encontrado en plena ciudad de Montevideo, y tuvieron la osadía de hacer una campaña publicitaria exclusiva para el interior del país, lugar donde –a su juicio- residía una población a la que el “cuco” todavía le causaba mala impresión.

En estos días se pretende disfrazar la realidad agitando viejas tentaciones y los titulares de prensa se despachan día tras día develando el clima hostil que genera la probable (¿?) sanción de la Ley Interpretativa que pondría (¿?) fin a la Ley de Caducidad. Para colmo apareció el video! Una puesta en escena que se  parece a una emisión de Crónica TV, (reproducida hasta el hartazgo por los programas de repetición de bizarradas argentinos, que pululan también en nuestra televisión abierta).

Si algo me queda claro es que no tengo miedo a los militares ni a como puedan sentirse afectados por la anulación de la Ley de Caducidad. Mi miedo es otro diametralmente opuesto a ese. Tengo miedo de poner en juego la esencia misma de nuestra democracia (que no deja de ser la misma del resto del mundo libre).

Aborrezco hoy como ayer la triste solución alcanzada por nuestra sociedad para hacer justicia (¿?) a los violadores de los derechos humanos durante la dictadura. A tal punto que me siento orgulloso de haber integrado el río verde que pujó para plebiscitar esa ley que hoy nos tiene en vilo a los uruguayos. Nos tocó perder aquella primera vez y también perdimos otra vez en el 2009. Perdimos frente al soberano, que no es poca cosa, sino la esencia de esta democracia que hemos consolidado felizmente.

Dejar que nuestros legisladores –legitimados en sus cargos por el mismo soberano-  resuelvan el diferendo no me parece la solución adecuada. No porque no puedan hacerlo, reitero: están legitimados por la ciudadanía que los votó; pero cuando la misma ciudadanía ejerce el derecho soberano de expresarse, imprime al tema en el que se expidió, una especie de velo exclusivo e inalterable que no podemos soslayar. ¿Les suena aquello de “mi voluntad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”? Pero, repito, es una opinión más filosófica que jurídica.

No lo admito, (pero puedo equivocarme), que haya sido por miedo que los uruguayos convalidamos la ley de caducidad en 1989. Recién salíamos de la dictadura y la actitud de Medina encofrando citaciones judiciales era una bravuconada que todavía se animaban a hacer. Hoy es impensable –salvo estas payasadas audiovisuales- que son una provocación a la risa más que un peligro latente.

En definitiva el miedo que me invade es desconocer al soberano, por la razón de ser quien es. Poner en duda dos pronunciamientos de la ciudadanía es un error que no podemos permitir, pues hacerlo pondría en duda también la legitimidad que inviste a un uruguayo cada cinco años como Presidente de la República. ¿Quién garantiza que no surja quien cuestione la legitimidad de una elección nacional si permitimos hoy que se concrete la votación de esta ley interpretativa? Si vale para desatender dos pronunciamientos populares, ¿por qué no puede valer para anular una elección nacional? ¿Alguno se hizo esa pregunta?

Por otra parte tengo el presentimiento –casi la certeza- que si hoy ponemos esta ley a votación plebiscitaria, nuevamente el soberano la mantiene firme. No porque sean una abrumadora mayoría sino porque la mitad más uno les alcanza y la gurisada joven no tiene ni idea de lo que pasó hace 40 años.

No hay argumento para contrarrestar el dolor de los familiares de detenidos desaparecidos, y me sumo a quienes piensan que tampoco hubo ni un dejo de arrepentimiento de los militares. Ninguno pidió perdón por las atrocidades realizadas contra uruguayos como ellos que por el simple hecho de pensar distinto, fueron asesinados. Tampoco tuvieron la sensibilidad de decirnos donde están sus restos para poder cerrar ese espacio abierto en la memoria que sigue siendo ocupado por un signo de interrogación. No tuvieron, siquiera, dignidad para ello.

Hoy estamos en una encrucijada en la que nos metimos solos, casi sin quererlo. Buscando el mejor resultado, pero sin darnos cuenta que cualquier resultado sería incompleto. No es por miedo que se busca otro camino. Más bien es por respeto a nuestra más cara esencia institucional, y a la defensa de un mecanismo de democracia directa como el plebiscito. Si matamos esta (doble) decisión soberana, tengo miedo de matar un pedazo enorme de democracia.

 Y a esta altura, tengo miedo de seguir escribiendo.

el hombre miraba el horizonte,
el perro también.
Los dos buscaban una respuesta ...  

sábado, 7 de mayo de 2011

Los coloquios de Don Alfredo

Publicado en La ONDA digital

“Montevideo se transformó en Río de Janeiro,
los asentamientos se volvieron favelas. La Chacarita pasó a ser Rocinha; Malvín Norte se convirtió en Cidade de Deus y La Cruz de Carrasco se transmutó en Manguinhos...”
Alfredo García – Semanario VOCES


En el último número del Semanario Voces, el director del mismo se despacha con una nota breve y dura sobre los operativos que el Ministerio del Interior ha venido (y seguirá) instrumentando en los diferentes barrios de Montevideo. Cuántos errores  hubiera evitado el periodista en su crónica si tan solo hubiera consultado a las autoridades para conocer los objetivos de tales operativos.

Pero claro, lo que vende para una izquierda inocente (cada vez menos inocente por suerte), es tildar a esta administración como represora sin medir que la realidad impone hoy determinadas acciones para frenar lo que no queremos que crezca pero que está germinando. El apresuramiento en juzgar estos operativos, o la calificación equivocada de razzias que se hace de los mismos, es un mayúsculo error al que no queremos atribuir otras intenciones.

El Ministro Bonomi está años luz de ser un defensor de la “mano dura” como cita el coloquial periodista, y mucho menos pretende satisfacer a “lo más reaccionario de nuestra sociedad”, como también refiere en la nota. Parece ser que cuesta demasiado reconocer una realidad que rompe los ojos, y se pretende –al mismo tiempo- que la seguridad mejore por gracia divina.

Hace ya casi un año que Bonomi advierte sobre procesos de feudalización que no por incipientes, se va a permitir que se consoliden. El momento de actuar es ahora. Una actuación que no es improvisada, sino que responde a lo que se viene trabajando en materia de seguridad. Trabajos que se corresponden con un presupuesto que empieza a ejecutarse y que se manifiesta en acciones de este tipo también. 

Los operativos policiales tienen un caudal de horas de planificación, investigación y coordinación que seguramente haya que mejorar pero que no se puede desconocer que dan sus frutos. No obstante, se los tilda de ineficaces por la lectura lineal que se hace de la cantidad de procesamientos que resultan tras los mismos. Esa cortedad de visión es por lo menos sugestiva.

Hay un efecto disuasivo que es notorio y que comienza a arrojar resultados tangibles en las zonas donde los operativos se efectuaron. La impunidad con que gozaban quienes se refugiaban en dichos barrios tras cometer ilícitos, ya no es tal, y los vecinos –esos que aprueban las medidas, “verdaderos guapos” a los que debemos cuidar y multiplicar para que sean los espejos de la nueva camada de uruguayos- comienzan a adueñarse de los espacios que habían perdido a manos de la delincuencia.

Los operativos no tienen solamente a los barrios marginales como único objetivo, pero la Policía trabaja en serio y por ello para dar inicio a operaciones de este tipo debe basarse en datos geo-referenciales que delatan las zonas de mayor índice delictivo. Lo cual no obsta a que se realicen operaciones en otros barrios, llegado el momento.

La espectacularidad que le atribuyen a las acciones realizadas responde a una razón operativa que excede cualquier puesta en escena, y en cambio marca una profesionalidad que muchos le criticaban, (por ausente), a nuestra Policía Nacional. No parece justo que en momentos en que esa cualidad comienza a mostrarse, se la critique como si se pretendiera volver a tiempos de acciones improvisadas y seudo profesionales.

Otro tema que se critica es la presencia de los medios de prensa dando cobertura. Ahora bien, ¿no se entiende eso como una presencia necesaria que aporte garantías a la ciudadanía? ¿Que dirían si se impidiera su presencia o se hicieran en secreto? Los medios nos garantizan a todos, (policías y vecinos), que los operativos tienen exposición pública, que las acciones se documentan  en defensa de los derechos de todos los ciudadanos que se vean involucrados en ellos. Es un control para posibles excesos en que pueda incurrir la Policía y es una ventana para que, quienes se vean afectados, puedan denunciar en tiempo real cualquier exceso. Y también para dar su apoyo, (como ha ocurrido en todos los operativos realizados). Entonces si ello es así, comentarios de este tipo es como el dicho de “palos porque bogas y palos porque no bogas”.

El periodista termina su artículo, (muy breve por cierto ya que el mismo está salpicado con citas de su libro PEPE coloquios), haciendo una referencia a una “onda brasilera que agarró el Ministerio del Interior... que para mostrar eficacia... dejan de lado, algunos valores fundamentales”.

Puede estar tranquilo que seguimos siendo de izquierda y no vamos a abandonar ningún valor.

Vaya dicho en fraternal coloquio...

el hombre se bajó tranquilo del ómnibus,
esta vez era el perro el que lo estaba esperando...