A
pocas horas de conocerse la designación de los mandos que definió el electo
ministro del Interior –Carlos Negro – la seguridad pública uruguaya está entre
las principales preocupaciones de los uruguayos. Pasó el gobierno multicolor de
Lacalle Pou y lo hizo sin pena ni gloria, a pesar del autobombo, (que nadie les
cree), sobre la baja de los delitos. Los homicidios son la piedra en el zapato
que lejos de contenerlos como presumen hablando de “meseta” se han disparado de
manera brutalmente violenta consolidando un triste récord en cifras desde que
hay registros. Y eso que hubo casi dos años de pandemia que contribuyeron a que
la cifra no fuera aún peor. La seguridad es, sin dudas, el desafío de la nueva
administración, ojalá sea el final y definitivo…Fuente imagen: Experiencity
La designación del exfiscal Carlos Negro fue ya toda una
sorpresa para muchos que ya veían (y criticaban) a Gustavo Leal al frente de la
cartera. Descolocados por la iniciativa del electo presidente Orsi, algunos
salieron a hablar de suspicacias (Nicolás Martinelli), sobre el pasaje de un
día para el otro del rol de Fiscal a Ministro. Precisamente lo expresó alguien
que pasó de barman a… “¡caramba, qué coincidencia!”, dijeran los Les Luthiers.
En concreto se viene un importante y crucial desafío no ya
para el gobierno electo sino para toda la clase política, que será puesta a
prueba del ¿último? ensayo de poner en marcha una verdadera y profunda política
de Estado en la materia.
La conformación de los equipos será la confirmación –también
– de la confianza y certeza del profesionalismo de algunos cuadros que fueron
parte del equipo del fallecido Eduardo Bonomi. A pesar de los que salieron
presurosos a celebrar la ausencia de gente de su equipo, varios cargos de alta
responsabilidad son parte del grupo que tuvo Bonomi durante su gestión.
Sin ir más lejos, aquellas afirmaciones de Ojeda se daban
de frente con la designación misma del equipo principal de la cartera; la
número dos –Cra. Gabriela Valverde – fue una de las que integró “los equipos de
Bonomi” que tanto asustan al excandidato colorado. Fue, nada menos, que la
Gerente de Planificación Estratégica durante los 10 años de gestión del Bicho.
Asimismo, la continuidad de José Azambuya al frente de la
Dirección de la Policía Nacional, es otra confirmación de la confianza en la
gente de Bonomi, por cuanto fue aquel quien lo promovió durante su gestión para
asignarle tareas de responsabilidad como la dirección de la Policía Científica
liderando el profundo proceso de transformación de una repartición que hoy
jerarquiza a la Policía uruguaya en la región y el mundo.
Y si esto no bastaba, la reciente noticia de la designación
de Pablo Lotito para dirigir la Jefatura de Montevideo, no hace otra cosa que
confirmar que Bonomi no formaba equipos entre correligionarios sino que ponía a
los mejores, esos que parece identificar muy bien el ministro electo. Es que
Lotito, supo estar al frente de los equipos de investigación criminal en la
Jefatura capitalina durante muchos años. Fue quien lideró el equipo de
investigadores dispuesto por Bonomi y Guarteche, para atender casos no
resueltos de crímenes entre los cuales uno de los más conocidos fue el de
Alejandro Novo, muerto en una rapiña mientras cumplía funciones repartiendo
pollos del comercio familiar en el año 2009. Lotito es un hombre que formaba
parte de la primera línea de combate al crimen y que le mereciera en su momento
el apodo del “Eliot Ness” uruguayo, puesto por el periodista Gabriel Pereyra.
Si a su nombre sumamos el de Víctor Trezza para la Jefatura
de Maldonado, como se conoció también, no se puede hablar de continuidad solo
de esta administración por cuanto este ya era parte de la última gestión
frenteamplista también, algo que nunca reconocieron, por supuesto. Porque los
que hoy pretenden instalar la idea de la continuidad en la gestión como un
reconocimiento a la misma, no tuvieron el mismo gesto en ocasión de designar a
Azambuya como director nacional en su momento, siendo que era –indiscutiblemente-
un cuadro promovido por Bonomi. Una designación acertada, cabe reconocer, en
momentos que había sido destituida toda la cúpula policial por escandalosos
hechos de corrupción y tráfico de influencias (caso Astesiano).
La frutilla de esta torta fue la continuidad de Diego
Sanjurjo, lo que también fue interpretado como un reconocimiento a la gestión
que termina. Sin necesidad de tanta exageración, el reconocimiento se
circunscribe a la gestión del designado, la que sin ser todo lo innovadora que
pretende imponer, ha sido por lo menos distinta al sesgo autoritario y
puramente represivo con que comenzó esta administración que se va. Lo único que
resta por comprobarse de forma definitiva es si Sanjurjo es todo lo técnico que
dice ser o termina siendo un cuadro político finalmente, algo que se verá
durante la gestión que iniciará el próximo 1º de marzo.
Esta columna se escribe a pocas horas de conocerse más
nombres, entre los cuales hay más del equipo de Bonomi, a pesar de muchos.
El desafío
La seguridad está en la mira de todos los uruguayos, al
punto que –a pesar de los derrotados multicolores – fue uno de los ítems peor
valorados y que los llevó a perder las elecciones. A pesar del “barman”
devenido en ministro que intenta despedirse con honores, la retirada es
lastimosamente mala, con las peores cifras del indicador internacional por
excelencia de la seguridad de un país: los homicidios.
Al tiempo de que esto se redacta, van 25 homicidios en lo
que va del año; 1853 en el quinquenio, frente a 1687 del quinquenio anterior; y
el último asesinato conocido por estas horas se dio en plena Ciudad Vieja, un
rincón monitoreado por saturación de cámaras de videovigilancia que ha visto
deprimida su seguridad en esta última administración de forma escandalosa.
La apuesta por un hombre de la primera línea de combate al
crimen en la jurisdicción policial más grande y compleja del país, es un
indicador de la importancia que le da el ministro Negro al principal problema
que deberá enfrentar durante su gestión: los homicidios. Un tema de muy difícil
resolución, pero que no le perdonaron nunca a Bonomi, aunque hoy den los mismos
argumentos para su explicación que antes daba el Bicho.
El problema ya no son algunos barrios, sino que ha permeado
a todos los rincones del país, en una escalada que es imperioso detener.
Por eso, es bueno escuchar algunas voces que hacen gárgaras
con la búsqueda de acuerdos y la implementación de verdaderas políticas de
Estado para esta materia. La seguridad debe abandonar el sesgo electoral para
que pase a ser encarado como un problema de todos, porque todos fracasamos en
lo medularmente importante: que el crimen no siguiera creciendo. Esta administración
fue más allá incluso, dejó crecer la violencia a un nivel extremo que es
urgente detener.
Los diagnósticos también están desde hace ya mucho tiempo,
por eso, la designación de un técnico como Carlos Negro al frente de la cartera
pone un sesgo distinto que permite pensar el problema desde otra óptica y
poniendo a la academia en la misma línea de combate.
El tiempo dirá si deja de ser un botín electoral o todo fue
un mero espejismo; quiero creer que no y que los uruguayos podremos asistir a
un escenario donde todos juntos ponen su mejor esfuerzo en mejorar la seguridad
pública.
Porque todos somos potenciales víctimas.
Y cuando uno es víctima de un delito, el delincuente no
pregunta a qué partido votó.
el hombre esperaba
confiado,
el perro también…
No hay comentarios:
Publicar un comentario