El economista Matías Brum fue el invitado en la mañana periodística de canal 12 y fue una oportunidad para echar luz en un tema muy sensible que ha sido banalizado por algunos operadores políticos con cargos de responsabilidad que si algo han carecido fue, precisamente, de responsabilidad al emitir juicios temerarios sobre los pobres y sus ganas de trabajar.
Desayunando con Matías Brum
La pobreza en el país registró un guarismo del 10,1% de la población cerrado el año 2023, lo que implica un incremento del 0,2% respecto al año anterior. Una cifra que está dentro del margen de error estadístico y que bien podría definirse como de estabilidad. Claro que poco nos debería importar permanecer estables en materia de pobreza cuando lo esencial sería que esta no existiera y que lejos de estabilizarse retroceda hasta su extinción.
Ese es un primer punto a considerar que no puede celebrarse, el país sigue acumulando pobres en una cifra que es preocupante y ya sea poco o mucho el número, es un montón para una sociedad que necesita de todos sus miembros para desarrollarse. Mucho más considerando que somos un país estancado en términos de natalidad.
Otro concepto a considerar es cuándo es que una persona o familia es considerada bajo la línea de pobreza. Para ello se usan dos indicadores: uno es la Canasta Básica Alimenticia (CBA), que tal como la definió Brum en la entrevista consiste en la cantidad de dinero que se necesita para comprar alimentos para subsistir; el otro concepto importante lo componen las Necesidades Básicas No Alimenticias (NBNA), que es la cantidad de dinero necesario para tener un techo, luz, agua y un mínimo de confort. Este último valor monetario es el que determina la línea de pobreza, quienes estén por encima no serán pobres y quienes estén por debajo de esa cantidad lo serán.
La pobreza se mide por hogares y contempla diferencias según se trate de hogares de Montevideo o del interior, y según la capacidad que tiene para generar ingresos. También depende de la cantidad de personas que integren el hogar, variando la cantidad de dinero que define la línea según sea una o varias las personas que forman parte de ese hogar.
Pero la reflexión del economista fue mucho más allá del número frío, pues aún con la generosa percepción de la pobreza que hace el INE al definir una cifra baja para marcar el límite, el dato del 10,1% es mucho más relevante de lo que parece. En efecto, hay una percepción compartida que son muchos los que sobreviven con ingresos aún más bajos que los manejados por el ente estadístico nacional, lo que nos debería preocupar mucho más todavía.
Niños pobres
En otra parte del informe tocó el turno de la pobreza infantil, que es un dato que abarca a la población de 0 a17 años. Particularmente en este vector, se registra un guarismo muy negativo en el tramo de menores de 0 a 6 años llegando al 20%.
El dato frío que arroja el informe es que la pobreza –respecto a 2019- subió de 8,8 a 10,1, y en lo que refiere al margen de 13 a 17 años también registró un aumento, según analizó Brum, quien esperará los datos de pobreza en el tramo de 0 a18, donde presume que hubo un aumento también. Aquí me detengo para comparar esta forma de presentar los datos con los datos sobre muertes de niños que aportó la vicepresidenta Argimón en respuesta –descontextualizada- a los dichos de Orsi sobre niños baleados. El tema es que pareciera que se eligen tramos de edad de forma deliberada para que los datos no impacten de forma tan negativa al compararlos con los registros de 2019.
A un gobierno que le encanta gestionar mirando el espejo retrovisor, no siempre lo mira y así es como choca con la realidad de manera escandalosa.
Los números no eran buenos antes, pero los que surgen ahora son mucho peores en lo que a la minoridad respecta. Y para matrizarlo de forma contundente apelo a lo expresado por el economista en la entrevista: “… económicamente estamos mejor, somos un país más rico que en pre-pandemia, pero en términos de pobreza infantil estamos igual o peor”.
La masa de gente ocupada que son pobres está compuesta por: limpiadores y asistentes domésticos de hoteles y oficinas, peones agropecuarios, vendedores callejeros, operarios de la construcción de obra gruesa, comerciantes y vendedores de tiendas y almacenes, peones de la construcción. Un conjunto de personas donde la economía no ha crecido en los últimos años. Paradojalmente se incluyen trabajadores de sectores que han crecido y mucho en este período (construcción y agro), pero que no han correspondido en la misma proporción de su crecimiento a los salarios de su personal ocupado.
Esto último es gran parte del problema que atraviesa el país hoy, donde la riqueza se acumuló en un sector de la sociedad que no distribuyó las ganancias en proporción que se aproximara siquiera a los gobiernos del FA. Esa asimetría en la distribución de la riqueza es –en gran medida- el problema principal de un gobierno que no admite repartir con los trabajadores, jubilados o pensionistas, y al que la palabra solidaridad le adjudica otra interpretación de corte paternalista (o "patronalista").
Estos datos hablan de la desigualdad existente en los ingresos, que no se corrige con incrementar puestos de trabajo si estos no se remuneran decentemente como para que el trabajador pueda vivir de su salario. En suma, se generaron puestos de trabajo pero que no son suficientes como para revertir esta situación de muchos uruguayos que siguen siendo pobres.
Asimismo, hay una dispar forma de distribuir el gasto social que destina un mayor porcentaje a los jubilados que a los niños. Confirmando que allí podría estar el gran problema del Uruguay que debería invertir la forma de esa distribución como forma de asegurar una inversión que se traduzca en un incremento del PBI a futuro. Pues está comprobado que por cada dólar que se invierte en los niños de 0 a 3 años, se multiplica por 8 cuando cumpla 18, reduciendo los gastos en salud y seguridad, por ejemplo, asegurando recursos que tendría el país para cubrir otras necesidades.
Pobres pero no tan vagos
Si el dato de la pobreza infantil en aumento nos debe indignar, mucho más debiera indignarnos el dato falso de que son pobres porque no trabajan o no quieren trabajar. Así lo desglosó claramente Matías Brum, determinando que, del cúmulo de 360 mil pobres uruguayos, hay que distinguir muy bien cada tramo y su realidad.
De todos los pobres del Uruguay, el 34% son menores de 14 años, y esos está bien que no trabajen, tienen que estar en la escuela o en el liceo. Del resto, el 43% trabaja y el 15% está desocupado. O sea que, de los pobres, el 60% está trabajando o buscando trabajo. Los que no buscan trabajo, el 32% es por motivos de estudio y el 21% aduce no tener tiempo por el trabajo doméstico. El 7,6% está incapacitado físicamente, y el 8,5% está jubilado. Con estos números, el 70% de los pobres no trabaja y tiene una justa causa para no buscar trabajo (porque estudia o realiza trabajo doméstico); solamente el 15% dice que no busca trabajo porque no necesita o no quiere, y esos representan el 6,5% de todos los pobres. En resumen: de los 360 mil pobres, solo unos 15 mil no trabajan porque no quieren o no necesitan, lo cual representa el 6,5% del total.
El concepto de que el pobre es pobre porque quiere o porque no trabaja, no representa más que el 6,5% del total de pobres del país.
Lamentablemente hay muchos actores políticos que han instalado ese concepto que lejos de ser realmente cierto genera una grieta que se ha venido instalando con fuerza en la región. Ni es cierta ni representa el verdadero sentir de una población a la que hay que ayudar para salir a flote y que se aleje definitivamente de esa línea.
Lejos de hacer honor a la máxima saravista de “dignidad arriba y regocijo abajo”, las cifras de pobreza son representativas de una forma de gestionar que habla más de su de su ideología herrerista.
La dignidad, como el regocijo, no debiera tener arriba ni abajo, permitiendo que la patria sea para todos en igualdad de condiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario