Patinando en Casavalle
Sin perjuicio de reconocer que siempre la presencia del Estado en el territorio es bienvenida, no es buena cosa que estos anuncios se hagan abusando del recurso y tiñéndolo de acto político como pasó en la ocasión. Esa fue -sin dudas- la primer patinada (no sería la única), pues el entorno enojó a los propios socios de la coalición multicolor que salieron al cruce en redes sociales manifestando su malestar.
Lo fundamental de todo esto es que al barrio llegarán servicios públicos que son siempre necesarios, aunque se haya cometido el pecado de superponerlos a otros ya vigentes que pasarán a tener competencia. Esto bien podría tener un efecto positivo porque nunca los servicios son suficientes y el Estado presente es y debe ser siempre una buena noticia. Siempre y cuando -claro está- no se desvista un santo para vestir otro; es decir, que no se saquen recursos de un lado para volcarlos en otro haciendo que lejos de multiplicar los servicios se compensen con los mismos que ya había. Algo que rápidamente podrán dar cuenta los mismos vecinos, seguramente.
Lo cierto que fue una fiesta para una amplia zona necesitada de recursos y servicios públicos. Una zona donde la inseguridad pega fuerte y a la que había que dar respuestas inmediatas con más y mejor ciudadanía, de manera de contrarrestar el impulso de las bandas criminales que no dejan de crecer en las zonas intervenidas. Es este tipo de intervención la que debería multiplicarse a lo largo y ancho del país, sin la parafernalia electoral de esta, por supuesto, pero con la llegada de los servicios que reclama la gente y que generan espacios donde lo ocupen los vecinos apoderándose de los territorios que hoy lucen liberados a la delincuencia.
No fue esta una inauguración de ninguna plaza con pista de patinaje incluida, pero de todos modos fue el escenario donde el presidente tuvo una patinada importante al pretender filosofar sobre la libertad poniendo el ejemplo del comedor barrial.
“Si alguien tiene que ir a un comedor público, por lo menos que lo tenga cerca. Eso es libertad!” – expresó el presidente Lacalle Pou en la inauguración del Centro de Referencia de Políticas Sociales "Aparicio Saravia", en Casavalle.
No, presidente, eso no es libertad, eso es vivir cerca pero no ser libre. Libre es quien puede elegir entre ir al comedor (cercano) o alimentarse en su casa, sin pasar necesidades; alguien que no necesite de la ayuda del Estado ni de nadie para mantenerse. Libre es quien puede vivir de su trabajo.
Esta fue sin dudas una tremenda patinada del presidente que debe estar extrañando a su asesor en comunicación. Aquel, que como el inefable Yogurtu de Les Luthiers, tuvo que huir precipìtadamente de la Torre Ejecutiva por culpa de la destrucción de documentos y las mentiras montadas para el Parlamento.
Es que de otro modo no se explica que haya caído en un ejemplo tan ridículo para hablar de la libertad como derecho. Un derecho a no morirse de hambre, a estar por el ejemplo utilizado, con la ventaja de contar con un comedor público cercano. Peor no podía ocurrírsele a nadie, mucho menos a un presidente de la República.
Los llamaditos siguen vigentes
La ocasión tuvo otras repercusiones tanto o más nefastas en lo que a libertad se refiere. En este caso a la libertad de trabajo, pues a poco de inaugurado dicho centro, se conoció la desvinculación por despido del periodista Leo Sarro tras divulgar en sus redes sociales imágenes del acontecimiento denunciando si aquel acto había sido o no un acto político partidario a estar por la escenografía montada (globos blancos y celestes; gorros y demás “bijouterie”).
Precisamente el mismo periodista que días pasados denunció el incremento del 55% de las personas que viven en situación de calle, exponiendo al renunciante ministro Lema al triste récord de dejar la cartera del MIDES mucho peor delo que la recibió. Una realidad que se percibe sin esfuerzo y que deja muy mal parado al renunciante.
Esta desvinculación nos recuerda la que sufriera Eduardo Preve a poco de asumir este gobierno, confirmando que lejos de menguar la práctica de los llamaditos seguiría vigente cobrándose otra víctima.
Una víctima que, al decir de nuestro presidente, podrá elegir otro trabajo que le quede cerca…
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