Saladas comparaciones
El agua puede llegar a convertirse en el talón de Aquiles de este gobierno y lo saben muy bien. Tanto, que apelan a la fórmula del “éxito” que supieron manejar en la pandemia del covid-19, claque mediática de por medio, por cierto. Porque si algo no puede catalogarse nunca de ser exitoso, fue la muerte de más de 7 mil uruguayos por efecto -entre otros factores- de una demora innecesaria en la llegada de las vacunas por haber apelado al mecanismo Covax y no aceptar alternativas ofrecidas en tiempo útil.
Un éxito que pretendieron disimular atribuyendo culpas a un administrativo que rechazó -por email- el ofrecimiento de las Pfizer, en un momento que hubiera reducido sensiblemente la cifra de muertos; o el ofrecimiento del CASMU y su millón y medio de dosis de la vacuna rusa. Todo lo cual terminó con la llegada de las vacunas chinas, previo a las Pfizer; momento en el que empezó a cambiar el rumbo y a operarse una correcta administración de la crisis, que supieron aprovechar convenientemente.
Un éxito que promovieron soslayando que, durante muchos meses, estuvimos al tope del ranking de muertos por covid cada 100 mil habitantes; lugar que recién abandonamos cuando empezó la campaña masiva de vacunación, mucho tiempo después y estando en la cola de países que recibían los embarques de vacunas.
Un “éxito imperdonable”, que supieron manejar muy bien con largas conferencias de prensa que, si algo tenían, era un blindaje perfecto para un Presidente que manipuló las mismas a su antojo. Las pocas veces que fue interpelado con preguntas arriesgadas dejó entrever su incomodidad en la fragilidad de las respuestas.
Pues bien, ese estado de situación parece repetirse ahora con la crisis del agua, donde si bien no tiene las fatales consecuencias del covid (al menos por ahora), reviste algunas particularidades que lo hacen similar y que me lleva a considerar como una historia repetida que volvemos a vivir los uruguayos por estos días.
Como en aquella oportunidad, el Presidente no aparece, dejando el protagonismo en el peor momento -y en el peor escenario- a quien asumió entonces aquel rol: el secretario de la Presidencia - Álvaro Delgado-, con la particularidad que ahora lo hace desde el papel de pre-candidato definido, lo cual le implica un plus que jugará a su favor o en contra, según sea el resultado. Con la diferencia (o no) de que ese resultado dependerá de un factor climático como son las lluvias; aunque no podrán eludir la cuota parte de inacción que les cabe por la improvisada e imprevista gestión que les cabe en un tema tan sensible.
Como en aquella oportunidad, se esperará un tiempo prudencial para que aparezca la figura del primer mandatario en acción, claro que no serán las vacunas esta vez sino las lluvias, las que marquen su entrada en escena, seguramente.
Mientras tanto, las reservas de agua dulce para la zona metropolitana se agotan y el horizonte no es nada alentador para un gobierno que si algo lo ha caracterizado han sido los recortes presupuestales y la nula inversión pública. Algo que nos deja un oscuro panorama por delante sin perspectivas de una represa con obra pública (al menos en el corto plazo) y con la decisión tomada de apelar a la privatización de un elemento que los uruguayos ya decidimos que fuera de gestión exclusivamente estatal, como es el agua.
Apelando a un proyecto alternativo de tomar agua de una fuente infinita como el Río de la Plata, lo hacen forzando la normativa legal mediante el mecanismo de proyectos de participación público-privada, y con un alto costo para las arcas del Estado. Un proyecto Neptuno que inicialmente cuesta 250 millones de dólares pero que, por concepto de canon, terminará abonando más de 800 millones a un privado transcurridos los 20 años de la concesión. Un proyecto que solo cubrirá un tercio de la población objetivo de la zona metropolitana y que no asegura por completo la desalinización del agua a consumir. Esa misma que ya dejó de ser “potable” para ser “bebible”, según el Ministro de Ambiente.
Son tan apegados al manual que también repiten conceptos que inventaron entonces y pretenden que les resulten igualmente útiles en esta oportunidad. Así, se reitera el concepto de "libertad responsable" para contraponerlo al concepto de "corte" (su símil de “confinamiento” de entonces). Un concepto que intentaron imponer falsamente como propuesta de la oposición y que fuera rechazada contundentemente por el senador Enrique Rubio en plena interpelación a los Ministros de Ambiente y Salud Pública. Porque la maniobra de distracción que quiso imponer el oficialismo consistió en pasar del pésimo manejo de la crisis del agua potable al falaz discurso de promoción de cortes programados que nunca fue una alternativa para la oposición frenteamplista, que se enfocó en la falta de transparencia para informar sobre la mayor crisis de abastecimiento de agua potable de la historia reciente.
Herencia maldita/Herencia bendita
Volviendo a las comparaciones, en el caso de la pandemia, nunca reconocieron la tremenda infraestructura heredada de las gestiones frenteamplistas que transformaron la salud pública con el Sistema Nacional Integrado de Salud. Un respaldo que aseguró un éxito del que se apropiaron como si hubiera sido exclusivo mérito de su gestión.
Lo que sí fue exclusivo fue el tremendo estrés al que fue sometido el personal médico que mereció otro tipo de respaldo en la emergencia, y que fue –sin dudas- el verdadero responsable de la superación del virus sin mayores pérdidas que las sufridas; lo que estuvo a su alcance, lo cumplieron con creces, y el pueblo se lo reconocerá por siempre.
Ahora, con el tema del agua aparece similar escenario, donde no se reconoce nada de lo hecho, con la diferencia que acá tampoco tienen nada para mostrar atravesando ya el cuarto año de gestión. Lo que hace a la mera crítica oficialista de lo no hecho por anteriores administraciones, una mezquina y soberbia respuesta que la población ya no tolera y exige que cumplan con lo que tienen que hacer: gobernar.
Además de que esa persistente negación es una falsedad, pues si hoy existe algún margen de maniobra que da tiempo a la espera de las ansiadas lluvias, es gracias a lo hecho durante las gestiones frenteamplistas (bombas adquiridas en 2009 son las que permiten realizar la toma de agua más debajo de Aguas Corrientes; la planta de potabilización de la zona metropolitana hoy está fortalecida habiendo sido renovada en su totalidad y duplicada, con lo cual está blindada ante cualquier contingencia extraordinaria; junto con el saneamiento de Ciudad de la Costa y zonas de Montevideo; o las plantas potabilizadoras en varios departamentos del país; etc, etc). No puede decirse que no se hizo nada, porque si así fuera, la zona metropolitana no tendría agua ni forma de tomarla de otras fuentes alternativas, como ahora.
Entonces, esta especie de bucle temporal que me origina la imagen de esta crisis con la vivida con el covid, me lleva a pensar que las autoridades no tienen un Plan B en la ocasión y apelan a similar receta para sortear esta escasez hídrica. Tampoco tienen la misma velocidad, porque para decretar la emergencia hídrica en el tema agropecuario no se dudó y lo hicieron rápidamente sin medir déficit de ningún tipo. En cambio, cuando se trata de resolver por el suministro de agua potable para la población metropolitana, se apela a “esperar que llueva”. ¿Tendrá algo que ver que allí vivamos la mayoría de los que no votamos a este gobierno? Quiero pensar que no, porque también viven miles de votantes multicolores, pero –sobre todo- porque vivimos el 60% de los uruguayos del país.
Son muchas las similitudes que aprecio en ambos escenarios, y temo que el gobierno apeló a emplear la misma receta con el agregado de permitir –aunque más no sea por un corto período- al pre-candidato del comisario, a que se luzca en medio de una verdadera carnicería blanca que se ha desatado, también por estas horas, con fuego cruzado entre los correligionarios de Aparicio Saravia.
Solo esperamos que esta vez, la sangre no llegue al río…
Excelente!!!
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