Un editorial en Búsqueda atribuye la razón de todos los males a los tres períodos de mayoría parlamentaria que obtuvo la fuerza progresista en el Gobierno. Algo que parece un contrasentido absoluto en una democracia (régimen donde gobiernan las mayorías), salvo que se entienda que en aplicación de las mismas se avasalla sin más a las minorías, (que no es el caso ni creo sea el sentido del editorialista). Pues fueron también mayorías las que gobernaron este país durante más de siglo y medio -en solitario o en coaliciones blanqui-coloradas- y el país siguió adelante y evolucionó al punto de colocar a la izquierda en el poder. Es el libre y soberano devenir de la democracia uruguaya -felizmente recuperada y consolidada- la que permitió llegar a este tercer período con mayorías parlamentarias. Lo que molesta no es la mayoría sino que esta sea de izquierda...
No hay dos sin tres
Afirma muy bien el editorialista, (Andrés Danza – Búsqueda 7 de junio 2018, pag.2), que la mayoría que hoy critica fue virtuosa “en el acierto o en el error”, para permitir reformas como la tributaria, de la salud y la creación del MIDES, en el primer gobierno del FA. Eran tiempos en que se sufrían coletazos de la peor crisis de la historia reciente y había que transformar la matriz recaudadora para poder hacer frente con mayor equidad a los desafíos que se enfrentaban.
Hoy nadie piensa en deshacer la reforma tributaria, alientan alguna bandera tribunera pero saben bien que esa torta de ingresos es fuente de recursos para la realización de obras que una gestión necesita para hacer realidad sus promesas de campaña y -por sobre todo- devolver al pueblo lo que este aporta, en obras. De la reforma de la salud hablan los propios beneficiados que son los que confirman el acierto de los cambios operados a pesar de luchar contra monstruos privados que hacen de la salud uno de los negocios más lucrativos. Esa es la razón principal de esta reforma, que la salud no sea privilegio para los que más tienen sino que todos tengan acceso a un servicio de salud. Hoy tenemos un servicio público de salud que es modelo y nada tiene que envidiar a los servicios privados. Basta recordar el estado de los hospitales públicos antes de la misma y verlos hoy. En cuanto a la creación del MIDES, tampoco puede pensarse que la mayoría que lo permitió fuera un exceso sino que por el contrario era una necesidad imperiosa ante un país de 3 millones de los cuales 1 millón eran pobres y de esos, muchos miles en pobreza extrema. Hoy los indicadores dan la razón a esa creación por más que hayan muchos debes en el camino actualmente.
En el segundo período fue el tiempo de la agenda de derechos, otra vez “la mano de yeso” como gusta calificarse desde la oposición a las mayorías, permitieron la ley de 8 horas del trabajador rural, el reconocimiento de las trabajadoras domésticas, la ley de matrimonio igualitario, la legalización de la marihuana o la ley de despenalización del aborto (por citar un ejemplo, adelantados varios años a un país gigante y lindero como la Argentina que la discute por estas horas).
Ahora bien, en este tercer período parece ser que se hastiaron de tanta mayoría zurda y vienen por atribuirle a esta la razón de todos los males. Criticaban por acción antes y lo hacen ahora por lo que entienden una omisión. No conocen la identidad frenteamplista de considerar todas las opiniones, encontrar los consensos y actuar en base a estos. No se trata de “manos de yeso”, ya no hay aquellas urgencias tan inmediatas aunque vivamos otras que necesiten apurar los tiempos. En puridad la verdadera razón es que ya no se bancan más una mayoría de izquierda. No se trata de impedir la negociación porque si hay quienes hacen de la negociación una constante, es el Frente Amplio.
A excepción del primer gobierno de Sanguinetti, ningún otro ofreció puestos en los organismos públicos a la izquierda. Fueron repartidos entre los coalicionados siempre. Fue con el segundo período del FA – el de José Mujica- que se ofrecieron cargos y se intentó ensayar acuerdos multipartidarios en búsqueda de instalar verdaderas políticas de Estado.
Esos acuerdos de alta política naufragaron rápidamente, no fuera cosa que los frenteamplistas demostraran que eran buenos gestionando esos acuerdos y los cumplieran. Así se retiraron prontamente de la multipartidaria de seguridad, por ejemplo, pero no contaron con la tenacidad del Ministro más resistido que le dio cumplimiento total y amplió el mismo con otras medidas.
No sé si habrá tiempo para un cuarto período con mayorías, eso lo dirán las urnas al igual que la posibilidad cierta de la continuidad frenteamplista en el poder, pero sí tengo claro que demonizar la mayoría obtenida en buena ley no es un argumento válido a la hora de pasar raya a este tercer período.
Entiendo, en cambio, que lo que hoy ocurre no es atribuíble a cierta inoperancia de esa mayoría sino a que en un tercer período en el poder y con un país que mantuvo su crecimiento en forma continua (con disparidad en el porcentaje pero sin dejar de crecer nunca), es entendible que las expectativas sean otras y allí es donde hay que apuntar para una nueva generación de políticas a ser impulsadas. La ansiedad se suma a la expectativa y genera una combinación que aumenta la temperatura en tiempos de cercanía electoral.
El invento mató al inventor
Lo que no dice el editorial es que las mayorías parlamentarias vinieron de la mano de una reforma constitucional pergeñada para dilatar la llegada de la izquierda al gobierno. Eran tiempos en que el crecimiento del Frente Amplio ya auguraba la llegada natural al gobierno de la fuerza de izquierda, razón que impulsó a los partidos tradicionales a diseñar un modelo de sufragio que incluyera la segunda vuelta o ballotage (que se plebiscitó en el año 1996). Un invento que dio resultado en la primera puesta en práctica del año 1999 en que ganó el partido colorado con Jorge Batlle; la coalición de los partidos tradicionales rindió sus frutos tal como lo habían imaginado.
Pero, el invento mataría -en la próxima cita electoral- a los inventores, con el adicional inesperado de una elección ganada en primera vuelta por Tabaré Vázquez y la mayoría parlamentaria absoluta. Situación que se repetiría no una sino en dos ocasiones más, (Mujica y Tabaré respectivamente), quienes obtendrían mayoría parlamentaria en la primera vuelta y la Presidencia holgada en la segunda. Todo ello abonado con encuestas de dudosísima credibilidad -en el último comicio pareció más una maniobra que un error de diagnóstico- que se dieron de frente ante las nuevas mayorías ratificadas por el electorado uruguayo.
Por suerte, como bien afirma el editorialista, todavía nos queda la celeste y ojalá que esta “traiga muchos goles de esos que gritan todos los uruguayos”. Porque esas mayorías, la sque nos juntan en un solo grito, son las que se necesitan para seguir creciendo como país y permiten mirar juntos al futuro sin importar con qué mano se realiza una votación...
el hombre sacó cuentas,
el perro ladraba un gol...
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