Franco estaba de visita en el barrio, él es de Tres Ombúes pero tiene familiares en Casavalle. En la plaza que está frente a la escuela a la que va su primo, jugaba sin pensar que sería parte de una historia que nunca imaginó, seguramente. La bala iba dirigida a una mujer que había discutido minutos antes con dos desconocidos en moto, estos rodearon la plaza y volvieron para cobrarse la cuenta pendiente. Lo “evitable” se volvió imposible de eludir, la bala encontró un objetivo inocente en su trayecto e impactó en el pecho de Franco… caminó unos pasos y se desvaneció. Hoy se encuentra en el CTI y la palabra “grave” en boca de un músico doctor suena esperanzadora al tiempo que afirma que su condición es estable, aportando más esperanza en quienes no acertamos entender cómo llegamos a este estado de situación. Para que no haya más Francos en el medio de ninguna bala, para que no haya más balas perdidas ni encontradas, la batalla es por ellos, la batalla es con ellos… nuestros niños.
Fronteras violadas
¿Cuándo fue que se rompió aquella regla sagrada donde la familia era el principal refugio? Los tristes episodios de violencia doméstica han dejado al descubierto la fragilidad en la que vive el núcleo básico de toda sociedad. Ese rincón donde nos criamos y donde forjamos nuestra personalidad, donde nos nutrimos de valores básicos de convivencia que serán fundamentales para nuestra vida en relación. En algún momento dejamos que escaparan esos valores, o dejamos entrar otros que minaron a los más fuertes al punto de su debilitamiento o extinción. Hubo un tiempo en que perdimos esa fortaleza primigenia de un hogar constituído donde el trabajo y la educación eran objetivos principales de nuestros padres y éstos, nuestros espejos donde veíamos reflejar esos valores.
Cada día que me despierto para empezar una jornada tengo el recuerdo límpido de mi viejo saliendo para la fábrica en su bicicleta, con la mochila atravesada y sin importar si hacía calor o frío, si había viento o lluvia. No habían excusas para acudir a la cita laboral que era nuestra principal fuente de ingresos.
Lo mismo con la escuela. Ese otro lugar sacro santo que veneramos -al que aprendimos a querer y respetar como nuestro segundo hogar- y donde nos sentíamos seguros y protegidos. Un lugar donde nos daban otra clase de afecto que sería parte indisoluble de nuestra personalidad. Allí cosechamos nuestros primeros amigos, aprendimos la palabra compañero y la solidaridad se practicaba en cada recreo compartiendo una merienda.
Y lo mismo podría decir del Liceo aunque ya el propio sistema nos lleva a ser más individualistas y menos colectivos. El cambio cada 45 minutos nos alejaba de aquel trato cotidiano y amplio con la maestra para sustituirlo por un/a profesor/a que también nos supieron dejar valores que aún conservo y aplico.
Pero hubo un tiempo en que algo se rompió, un clic que pasó inadvertido pero que hoy se vuelve notorio y pulsa sus estertores más violentos en episodios como los que vivió Franco ayer. Códigos que hacían de aquellos sitios lugares inexpugnables que hoy no existen o si se conservan, están debilitados, expuestos a una violencia sin límites. Son las “categorías inferiores” -al decir de Bonomi- que no conocen de reglas ni códigos, los que no valoran ni sus propias vidas. Esos que toman la peor de las postas para seguir la carrera del delito a cualquier precio...
Maestra y Directora
Shirley Young es la directora de una de las escuelas del barrio Borro, más precisamente la escuela próxima a los hechos que derivaron en la grave lesión sufrida por el pequeño Franco. Profundamente conmovida hizo declaraciones a Canal 10 donde dejó claro el grado de compromiso que mantienen los docentes uruguayos, en una clara muestra de que no está todo perdido.
“No importa a que escuela va, es un niño nuestro… los cuidamos todos los días y vamos a seguir cuidándolos… porque la escuela tiene que seguir trabajando y mejorando nuestras formas de convivir, de valorarnos, de querernos y ser cada día mejores personas”, afirmó. Esa es una forma de solidaridad que se vive en el barrio y a la que esos maestros apuestan cada día como lo manifestó esta “Señora Directora y Maestra” con todas las letras.
Y por si quedaba alguna duda, remató diciendo que lo hacen porque estos “son nuestros niños, nuestro presente y nuestro futuro… y a quienes (seguramente) les tocará escribir una historia diferente”. Mensajes de este tipo se vuelven absolutamente imprescindibles. Es necesario que, lejos del discurso fácil que solo pide venganza y mano dura, exista un mensaje reflexivo que se transforme en un freno responsable para aplicar en la emergencia. De otro modo solo nos queda la turba y su violencia descontrolada, el sálvese quien pueda…
Junto a este mensaje ponderado otro de los actores involucrados en la oportunidad es el sindicato de los maestros que también garantizaron su permanencia en la trinchera, para dar esa batalla cultural que es la única vacuna capaz de ganar la guerra.
Las crisis sacan lo peor siempre, pero -también- son oportunidades para encontrar la solución o por lo menos un camino posible y alterno a más violencia. Parece ser esta una de esas oportunidades que deseamos tenga un final feliz con la recuperación plena de Franco, y que demos lugar a esa oportunidad de construir convivencia y parar la mano con tanta violencia.
Sigamos el ejemplo de esos maestros, y apoyemos su gestión para que sean líderes en este recorrido que nos interpela como sociedad para poder decir fuerte y claro que seguimos siendo tan ilustrados como valientes.
Hagámoslo por ellos, porque son ellos los dueños de nuestro futuro.
Hagámoslo con ellos, porque son ellos los protagonistas de la historia…
el hombre llegaba a la escuela
el perro buscaba al de la moña azul...
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