La historia mantiene un recorrido pendular y siempre vuelve al mismo lugar, o -por lo menos- eso intenta. Con el voto consular pasa algo parecido y no por ese extraño recorrido de los hechos que hacen a la generación humana y su registro, sino porque la realidad marca que Uruguay es -junto a Suriname- los únicos países en el continente, que restan incorporar este derecho fundamental de quienes se sienten, viven y reclaman seguir siendo uruguayos.
Mucho más que un voto
Hoy se retoman viejas discusiones que ponen el centro en la exclusión de quienes un día debieron partir -por la razón que fuera- a buscar nuevos horizontes. Uruguayos como los que vivimos en el territorio, que tienen un adicional para nada envidiable: haber desafiado a la diosa fortuna buscando oportunidades que no encontraron en su lugar de origen.
Si parece que fue ayer que la sangría estaba vivita y coleando fruto de la peor crisis de la historia uruguaya, provocando la partida de más de cien gurises por día que salían por el Aeropuerto de Carrasco. Una medida que aliviaba al gobierno de turno pues eso le bajaba el índice de desocupación que -sin contemplar esa sangría- había trepado a cifras escalofriantes de más del 20%.
Mientras en el mundo desarrollado, (y no tanto), la opción del voto epistolar, consular o electrónico desde el exterior es un derecho irrenunciable y consagrado, en nuestro país no pudo sortear con éxito una iniciativa de reforma constitucional en el año 2009, en pleno 2017 cuenta con adeptos que lo niegan y argumentan que no pueden votar por no residir en el país.
Circula una declaración de la Coordinadora por el Voto en el Exterior, que resume los argumentos a favor de este derecho -a cual de ellos más razonable- que sirvió de base para esta columna. También, para intentar que de una buena vez este nuevo Uruguay que disfrutamos hace más de una década, consolide su agenda de derechos consagrando el voto consular para sus nacionales que viven fuera del país y siguen siendo tan uruguayos como los que vivimos dentro de fronteras.
Un apátrida uruguayo
Acumulando mitos se repiten razones o argumentos en contra que son rebatidos por la misma realidad, a saber:
1 - ¿el ciudadano uruguayo que vive en el exterior puede votar hoy? La respuesta es contundente: Siiiii!!!! Cada cinco años, aquel que tiene tiempo y dinero para costear su viaje, (y no está excluido del padrón electoral), vota sin contratiempos aunque resida en el exterior hace muchos años.
2 – el voto consular busca generar un procedimiento burocrático que permita votar a los uruguayos desde cualquier parte del mundo donde residan sin necesidad de trasladarse al país para ejercer su derecho.
3 – las Oficinas Consulares de la República serían los lugares de votación; se trata de oficinas públicas uruguayas con funcionarios diplomáticos donde se instalarían las mesas electorales.
4 – votar es un derecho del ciudadano que no puede estar sujeto a fronteras territoriales ni tener fecha de vencimiento. El Estado debe promover el ejercicio de ese derecho a todos sus nacionales.
5 – el pagar impuestos no es fundamento suficiente para votar; de serlo, muchos uruguayos residentes en el territorio no podrían sufragar pues no pagan impuestos (mayores de 18 años estudiantes o desempleados que no pagan, por ejemplo). Del mismo modo, muchos residentes en el exterior que no pagan impuestos en el país, pero concurren cada 5 años a votar, lo hacen sin impedimento alguno.
6 – estar radicado en el país ya no es necesario para estar al corriente de la realidad nacional, el mundo globalizado de hoy permite acceder a toda la información con un simple clic. Al mismo tiempo, los uruguayos que residen afuera son el tercer grupo en importancia de turistas que nos visitan y gastan sus dineros en el país.
7 – suman millones de dólares las donaciones que los colectivos de uruguayos en el exterior vuelcan al Uruguay en donaciones, remesas y ayuda humanitaria cuando sobreviene alguna inclemencia climática como las inundaciones, por ejemplo. Desde el exterior llegan recursos siempre que se los convoca y, muchas veces, sin necesidad de hacerlo.
8 – tampoco es correcto afirmar que alcanza con la aprobación de la ley de voto consular para que se aplique a todos los residentes en el exterior el derecho a votar; es necesario que se hallen inscritos en la corte electoral y estén habilitados para hacerlo. Los hijos de uruguayos nacidos en el exterior si no vinieron a Uruguay a vivir o se inscribieron e hicieron el trámite de avecinamiento, no podrían votar.
9 – asimismo, no todos los que residen fuera del país quieren el derecho al voto, pero eso no puede pesar como argumento para los que sí quieren ejercer ese derecho.
10 – no se es menos uruguayo por vivir fuera del territorio nacional y el Estado debe forjar la inclusión e integración de sus nacionales sin importar donde residan. Eso hace parte fundamental de una Nación.
Durante la crisis del año 2002 fueron varios cientos de miles los uruguayos que debieron emigrar en busca de una solución para un futuro que el país les negaba. Muchos han regresado pero otros se han radicado en sus destinos sin dejar de sentirse uruguayos. El desarraigo es brutal para quien lo sufre, y no es correcto pensar que quien se fue del país es votante de tal o cual partido, porque la crisis atravesó a todos por igual sin distinciones.
En ese sentido, negar el derecho al voto consular argumentando que con su aprobación se beneficia a la izquierda es un desconocimiento absoluto de la realidad, Uruguay no necesitó de esos votos para poner a la izquierda en el gobierno.
Uruguay es junto a Surinam, uno de los dos países de América del Sur que no tienen habilitado el voto a sus ciudadanos que residen en el exterior, un contrasentido que deberíamos corregir pronto.
El país sometió a consulta plebiscitaria en el año 2009 la incorporación a la carta fundamental el voto epistolar, iniciativa que no alcanzó la aprobación necesaria para la misma. No obstante lo cual existe una fuerte corriente doctrinaria que sostiene que los derechos no deben plebiscitarse, por su esencia misma de ser derechos que debe gozar la ciudadanía. Los mismos deben garantizarse, en tanto debe permitirse su libre ejercicio a quienes quieran ejercerlo.
Se estiman en unos 500 mil los uruguayos diseminados por el mundo que constituyen la diáspora oriental. Medio millón de apátridas que tienen un derecho irrenunciable que el alma les pronuncia y que tenemos que garantizarles sin importar el lugar donde se encuentren.
Siempre y cuando querramos ser heroicos cumplidores.
el hombre cantaba el himno,
el perro se paró en sus patas traseras...
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