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Inflación analítica
La lucha por el rating, la medición minuto a minuto, la competencia profesional de los periodistas y/o el simple afán de superación lleva a que se propongan cambios de formato y de integración de los equipos periodísticos. Cada vez más, abundan los informes analíticos de quienes abandonan la información pura y dura para profundizar en las razones de las noticias y aventuran opiniones que traspasan fronteras que antes se respetaban.
Así ocurre en informes sobre casos de probables actos de corrupción donde ya no se los considera presuntos (aquella máxima de la que hablamos antes) para definirlos directamente como tales sin pasar por la investigación y, mucho menos, por las garantías del debido proceso.
El linchamiento mediático que viene sufriendo el vicepresidente Sendic, es un claro ejemplo que fue abordado por el propio presidente Vázquez, quien destacó solamente ese aspecto sin desmedro de lo que le quepa luego de ser sometido a la Justicia o el Tribunal de Ética de la fuerza política que integra. Es que debería ser así siempre; luego de expedidos esos ámbitos y no antes, como ocurre en ese claro caso de enjuiciamiento público sin que apliquen las garantías constitucionales de ser considerado inocente antes que culpable.
Sin embargo, ese ejemplo basta para demostrar que los tiempos han cambiado y que hay otras herramientas vigentes que alteran la pacífica tranquilidad de las investigaciones. Hoy, la inmediatez de la información, el vértigo de un caudal de noticias que se multiplica y viraliza antes que podamos pestañear siquiera, lleva a que no haya respeto por esos tiempos que se toma la Justicia para investigar y emitir sus veredictos.
De todos modos, son muchos los riesgos que se corren por ese ímpetu noticioso que no descansa ni respeta tiempos. Se arriesga el honor y la integridad de las personas (que se siguen presumiendo inocentes hasta que se demuestre lo contrario). El día que perdamos esa referencia veremos vulnerados muchos de nuestros derechos y estará tambaleando la vida republicana de la que tanto nos enorgullecemos.
Ese fiel de la balanza que nos aporta garantías al libre ejercicio de nuestros derechos es un intangible a defender a como de lugar y a cualquier precio, a riesgo de someternos a la anarquía y el despotismo que nadie pretende, lo cual nos consta a pesar de los errores que se puedan advertir a veces.
Ese contrasentido de vivir situaciones a diario, donde se vulnera ese principio básico de nuestra democracia, debe ser motivo de atención para devolver credibilidad al sistema y al mundo de la información que nos nutre cada día.
Nadie puede devolver el honor mancillado tras la exposición mediática a quien -culminada la instancia judicial- termina absuelto sin responsabilidad alguna. Lo que se tituló en grandes caracteres un día, termina -la mayoría de las veces- recogido en pequeños caracteres en páginas internas en el mejor de los casos. Meses de exposición merecen -también en el mejor de los casos- un día de aclaración (cuando mucho) como le pasó al ex intendente Zimer absuelto hace pocos días por la Justicia, en un caso en el que sufriera incluso privación de libertad.
Ese caso es bien representativo de lo que se quiere advertir en esta columna. Haga el simple ejercicio de poner “intendente Zimmer” en el buscador de internet y verá el caudal de noticias sobre su prisión y reconozcan donde está la que anuncia su absolución.
Me costó encontrarla hasta que puse la palabra “absuelto”, es que la noticia de su absolución pasó casi inadvertida frente al caudal impresionante de noticias anunciando su prisión.
En fin, los ejemplos abundan y pueden ser de todo pelo y color. Hasta sin importar la condición social o el cargo que ocupen. Recuerden el caso de aquellos padres linchados mediáticamente por una violación -que nunca ocurrió- a su menor hija y terminaron con su casa incendiada por la turba que “comió” titulares de prensa. La investigación los absolvió de toda culpa entonces pero ya era tarde, el daño estaba hecho...
Aún estamos a tiempo de corregirnos, es necesario detenerse a pensar un poco y hacer valer aquel principio para que nuestros hijos y nietos lo apliquen como lo hicieron nuestros abuelos y nosotros. Ya no digo en los estrados judiciales -que allí se aplica- sino en la vida misma que es donde se sufre esa condena social que nos imponen las nuevas tecnologías a través de las redes y demás.
No sea cosa que, nuestros hijos y nietos, terminen contando a las nuevas generaciones que hubo un país donde alguna vez, a las personas, se los presumían inocentes hasta demostrar lo contrario...
el hombre señalaba con el dedo,
el perro ponía cara de “yo no fui”...
Excelente Fernando...sin desperdicio!!
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