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martes, 17 de mayo de 2016

Montevideo ¿se puede?

Pasaron días, muchos días, y él seguía intacto, sin cambios. Desbordante, hinchado, lleno en exceso, superando ampliamente su capacidad operativa. Pero seguía allí, inamovible, resistiendo el uso, o -más bien- el abuso. Con su estampa en franco deterioro, símbolo urbano de una teoría que hace de las ventanas rotas su “leitmotiv”. Son esos personajes de latón que ya no resisten más pisadas y se entregan indefensos al consumismo de un país que demuestra con ellos lo peor de los excesos. Son los contenedores de mi barrio, de todos los barrios de Montevideo. Un Montevideo que “se pudo”, como quedó demostrado por estos días tras una emergencia operativa que demoró mucho tiempo en implementarse. Hoy siguen luciendo rotos, abollados, despintados, sucios, afeados, pero vacíos al fin. Y sus entornos -esos que hacían parte del bochornoso espectáculo de inmundicia desperdigada- también aparecen limpios y barridos. Por eso es que animo a decir que “Montevideo se puede”... ¿se podrá?

La teoría de “los contenedores” rotos


Rotos, desbordados, sucios y destrozados. Esa es la triste realidad de un servicio que se nos ofreció para mejorar el confort ciudadano, para facilitar nuestra vida, pero al que no supimos cuidar y utilizar como merecía el mismo. Bastó que un día se rompiera el circuito de recolección para que la basura comenzara a acumularse alrededor de este personaje barrial que un día vino para quedarse. La comodidad de tener un depósito donde dejar los residuos hogareños a cualquier hora parecía una panacea, pero pronto se llenó de mugre sus alrededores y lo que era una virtud pasó a ser un defecto.

Pero todo tiene una explicación humana. La culpa no es de otro que de nosotros mismos, usuarios que no supimos mantener un servicio en las condiciones mínimas operativas. Usuarios que usamos y abusamos de su capacidad, al punto de importarnos poco o nada que con ese uso destruíamos el instrumento.

Egoístamente actuamos muchas veces sin importar el vecino que lo tiene al frente de su casa. Igual dejamos la bolsa afuera con tal de no volver sobre nuestros pasos para esperar a que estuviera vacío. Así se fueron acumulando basurales en su entorno haciendo más visible aún la debilidad del sistema.

Y no solo fuimos nosotros, también fueron otros actores ajenos que abusaron del beneficio de tener al alcance de sus brazos el botín apreciado. Fueron (son) los recicladores, silenciosos personajes que ahorran muchas divisas al Estado pero que también abusaron de un servicio pensado para otros fines y así, dejaban el tendal de bolsas alrededor, clasificando afuera de los contenedores y no levantando luego lo que descartaban. Un trabajo que hacían, (siguen haciendo), a horas de la madrugada regalando el triste espectáculo de inmundicia desperdigada por doquier, a los vecinos tempraneros.

Tampoco faltaron los actos vandálicos o las maniobras -nunca comprobadas pero siempre sospechadas- con finalidades políticas o gremiales. Lo cierto es que así como estaba planteado el tema, los montevideanos estábamos hartos de vivir entre la mugre y ya era hora de una vuelta de timón.

Por eso celebro hoy al ver mi cuadra limpia, con el vestigio inocultable de sus contenedores deteriorados sí, pero vacíos. Los alrededores de los mismos, barridos prolijamente. Los cordones de las veredas en iguales condiciones y -aunque duele ver el deterioro de esos implementos urbanos- la dignidad de su limpieza hace honor al dicho de “pobres pero limpios”.

Montevideo se pudo, fueron pocas jornadas con pocos brazos voluntarios -muchos menos de los esperados- pero efectivos. Por lo menos, en el entorno de mi barrio es apreciable el cambio, solo esperamos que se mantenga. En eso estoy de acuerdo con las autoridades, y es que ahora es necesario el compromiso ciudadano de hacer eficiente el servicio y no dejarlo caer nuevamente. Se anuncia la llegada de insumos que harán del mismo un diferencial, pero serán los hombres y mujeres de esta ciudad los que -en definitiva- lo hagamos posible y viable. Esto no se arregla solo con recursos económicos, hace falta voluntad y educación para que el cambio sea permanente.

Montevideo se pudo, se limpió en tiempo récord. Mucho más rápido de lo que hubiéramos podido imaginar. Con lo cual me hace pensar que pudo haberse hecho antes sin esperar a tanto exceso innecesario. 

A todo esto, un dato no menor fue que la convocatoria al voluntariado de ADEOM tuvo muy poca respuesta, apenas un centenar de los más de ocho mil con que cuenta la comuna capitalina. Ahora bien, si con solo cien se pudo lograr semejante tarea, cabe pensar lo que hubiera sido con el doble o más... y ni hablemos con varios miles. Con lo cual se podría pensar que si algo sobra son recursos humanos, por lo menos para limpiar la ciudad. Pero obviamente que esto es una simple suposición sin mayores elementos que los que podemos inferir de las noticias de prensa.

Lo bueno duró poco...

Lamentablemente, hoy – martes 17 de mayo- desperté con la indignante imagen de ver nuevamente residuos afuera de los contenedores, mientras estos están vacíos. Obra de recicladores que insultan a todos los vecinos con su accionar irresponsable. Lo hacen impunemente en la madrugada, a sabiendas que no hay ojos vecinos que puedan denunciarlos o impedirles semejante vandalismo. Eso ya no es responsabilidad de la comuna, es nuestra, de cada uno de los vecinos que debe cuidar a ese mobiliario urbano que vino para quedarse y al que vandalizan impunemente saboteadores que no merecen ser llamados recicladores.

La prueba de que se pudo fue evidente, que no nos derroten estos personajes es tarea nuestra y de las autoridades, pero sobre todo nuestra, de los vecinos organizados que deben hacer suya la tarea de no permitir que los contenedores se conviertan en la prueba cierta de una teoría que hacía de los cristales rotos su razón de ser.

Montevideo se pudo, la cuestión será saber si se podrá...



el hombre barría la calle,
el perro hacía guardia a un contenedor...

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