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No son piedras, son misiles
Tengo amigos judíos, los
quiero como tales y los acepto con sus defectos y virtudes. Tanto
como ellos me aceptan a mí con los míos. Muchas veces nos
enroscamos en discutir sobre los temas que hoy afectan la realidad de
Medio Oriente. Me parece poco creíble cómo, un pueblo que sufrió
las atrocidades más grandes que el mundo pudo conocer, como el
holocausto del pueblo judío, puede estar hoy en medio de un
conflicto que lo ubica como parte responsable de la pérdida de tantas vidas
humanas.
Por un instante me pongo
en el lugar de cada quien. Entonces, puedo entender que los motiva el miedo. Me parece inconcebible que se viva con la
incertidumbre de la caída de un misil encima como viven los
israelíes. Si bien la probabilidad se diluye gracias al enorme
poderío defensivo de su Iron dome (Domo de hierro), batería
antimisiles que sirve de escudo protector ante los ataques
provenientes de la franja de Gaza, por mínima que sea la misma existe.
Pero, también me resulta
incomprensible que se apele a la destrucción masiva sin más como
forma de repeler esos ataques. Quizás se justifique como reacción
inmediata, pero no como algo sistemático que termina finalmente
con la vida de gente
inocente (niños y ancianos, en su gran mayoría).
No entro ni quiero entrar a tomar partido por ningún bando, solo apelo a que se detengan. Por
favor, que se detengan!!
Es cierto que hay que
estar en el lugar para poder opinar con propiedad, pero en el caso
los resultados parecen manifiestos. Creo -al igual que Mujica- que
Israel tiene tecnología y capacidad suficiente como para realizar
sus incursiones con otra modalidad y no apelar al ataque arrasador contra objetivos humanitarios que tienen el respaldo de la
ONU, por ejemplo. Salvo que se piense que también el organismo
internacional tiene intereses antisemitas como se le pretende
atribuir ahora a Mujica.
No me importa saber quien
disparó primero, no me importa quien fue el que dio el puntapié
inicial a esta escalada de horror incontrolado. Me importa que se
detenga y que lo haga ya. Me importa que no mueran amigos míos que
están en Israel, me importa que no mueran más personas que están
en Palestina. Me importa que el mundo presione para que paren de
dispararse unos y otros, aunque sean ataques desiguales, la muerte
los iguala y los hace dignos de una bestialidad absoluta.
Hoy se escandalizan
representantes diplomáticos israelíes de nuestro país por los
dichos de un Presidente que no tiene reparos en llamar a las cosas
por su nombre. A la guerra le dice guerra, al horror le dice horror.
Antes de intentar un justificativo deberían apelar a un acto de
humanidad, hoy pueden estar ganando una batalla pero están perdiendo
la guerra.
Hoy el mundo comienza a
hacer sentir su voz pidiendo que pare el avance desvastador que ha
lanzado un ejército contra población civil. Es hora de decir basta.
Basta de generar odios que solo engendrarán más odio. Es momento de
detenerse y poner algo de razón a tanta barbaridad.
Es difícil entender las
razones de uno y otro opinando desde la tranquilidad de un país como
el nuestro que no sufre ese tipo de situaciones. Es difícil
explicarle a un niño judío uruguayo que Uruguay no va a declararle
la guerra a Israel ni mucho menos. Es difícil explicarle porqué
mueren niños como él a miles de kilómetros siendo que -también
como él- su pecado fue estar en la escuela. Es difícil...
Esto ya se hubiera
resuelto si por un instante se detuvieran a pensar y aplicar aquella
máxima milenaria que dice que “el que esté libre de pecado
arroje la primera piedra”.
O mejor dicho en estos
tiempos, “arroje el primer misil”.
el hombre lloró su lamento,
el perro aullaba su dolor...
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