Sala Florencio Sánchez - Paysandú |
20 años no es nada... 250, tampoco
La coqueta sala comenzó a colmarse de a poco. Delegaciones de escolares y liceales le dieron ese calor y color tan necesario para una conmemoración de esta naturaleza. También se llenó de pueblo y fue bueno ver que aquella era una fiesta donde estaban representados todos o por lo menos la mayoría del pueblo sanducero y no una fiesta para algunos privilegiados. Desde el arranque -entonces- aquella era una fiesta artiguista fiel a sus consignas igualitarias.
Con la llegada del Presidente Mujica daría comienzo el corto pero significativo espectáculo artístico. La postal inicial tras la apertura del lienzo aterciopelado ya era impactante. Gauchos, blandengues, lanceros artiguistas en diferentes posturas, parecían salidos del pincel de Blanes dando un marco solemne a la ceremonia. Las estrofas del himno nacional siguieron casi de inmediato y aquella sala se llenó de solemnidad con un coro juvenil de fondo.
Lo que siguió después fue una mezcla de tradición y modernidad equilibrada, donde se alternaban en el relato diferentes actores para ir desgranando lo mejor de la figura del prócer que -bajado a tierra desde su pedestal- hizo de la representación una velada disfrutable y compartible desde todo punto de vista.
Así fue mostrándose al líder de los orientales desde su aspecto natural referenciado en crónicas de época que lo describen ataviado como un gaucho más que gustaba usar el pelo largo con trenza. Cuán alejado de su figura militar y adusta con que nos lo pintaron siempre! Pero cuánta coherencia guarda ese relato que justifica la ascendencia de ese hombre para el resto de los orientales. Sólo así se explica, con él mismo como ejemplo, que haya conseguido ser proclamado “Jefe de los Orientales”.
La historia siguió contada con la crudeza de actores que, representando a maestros, daban diferentes versiones de su figura. Una alegórica forma de decirnos que la historia cambia según quien la cuenta. Mientras uno era solemne y marcial, otro hablaba del hombre y su llegada con el pueblo, lejos de la altura y la dureza del mármol, contando la vivencia del héroe de carne y hueso.
Es que a la historia también hay que “aggiornarla”, para que los niños de hoy (que serán los hombres de mañana), puedan llegar a comprender nuestros orígenes. Una niña vestida de túnica blanca y moña que mira sin entender a los héroes inmortalizados en estatuas, es la clara imagen de una forma de enseñar la historia que debe cambiar. Poco a poco y tras un espectacular efecto lumínico, esas estatuas se llenan de color, demostrando que hasta lo más pétreo y duro puede transformarse y explicarse para que sea una historia de vida que sirva y enseñe a los más jóvenes.
Porque de eso se trata, de actualizar conceptos para que lleguen a todos con una visión de futuro. Porque la historia, y particularmente la historia de Artigas, no puede ni debe quedarse en mero relato, sino que debe ser un aporte fermental que nos nutra en valores. Pero si ese relato no es capaz de entusiasmar a los más chicos, serán solo palabras al viento y se perderán sin remedio.
Contar la historia con un lenguaje nuevo no solo es novedoso sino hasta necesario para que sea apropiado por los más jóvenes y así siga siendo transmitido a las nuevas generaciones. Seguramente haya habido buenas intenciones de los historiadores, pero también se fue deformando la figura del hombre que terminó siendo sustituida por el héroe alejado de la realidad y de la gente.
Por la sala desfilaron los artistas Ana Prada, Mauricio Ubal, Pedro Dalton, Alejandro Spuntone, Leonard Mattioli, estudiantes de actuación de la Escuela Municipal de Arte Dramático y el grupo instrumental Ojos de Cielo, según describe el portal de Presidencia de la República.
La genialidad de Tunda permitió ver en trazos la historia de Artigas que trasncurrió rápidamente en un lenguaje llano y revelador. Y si todo esto no bastaba, el cierre fue un broche de oro cuando se bajó Artigas de su pedestal y salió "al exilio" por entre el público mientras Ana Prada invitaba a entonar "A Don José" del maestro Ruben Lena, cantado a capela por todos los asistentes.
Bienvenida esta versión remixada de Artigas, un Artigas hombre antes que héroe, antes que estatua o bronce, antes que leyenda. Un Artigas gente, igual entre iguales, líder por naturaleza, por generosidad y solidaridad hasta su muerte. Un Artigas olvidado por los poderosos pero nunca por los más humildes que lo siguieron siempre.
Gracias por devolvernos al Artigas de carne y hueso, para que siga vivo entre nosotros por muchos 250 años más.
el hombre entendió mejor la historia,
el perro se echó al pie de la estatua...
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