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lunes, 22 de junio de 2009

Crónica de un domingo al Pepe


-¡A la lista del Pepe! ¡A la lista del Pepe! – era la voz que sobresalía aquel domingo previo de elecciones internas. La feria estaba poco concurrida. La llovizna, pertinaz y fría, presagiaba poca concurrencia. No obstante ese panorama, aquella señora se acercó al militante...

...y éste - lista en mano - arremetió seguro de contar con su aprobación. Pero, jamás se imaginó tamaña respuesta:

-¡Ni loca les doy el voto de nuevo! – el silencio fue absoluto y por un momento dejó mareado al militante que no esperaba semejante reacción. Después de unos segundos y escasos tres o cuatro pasos, atinó a preguntarle:
-¿Señora, porqué esa respuesta?
-¿Te parece bien que una jubilada no haya tenido ningún aumento? Gano $ 7.500 pesos y...
- Ah, no! Me parece que algo no entendió bien... Si usted gana eso está mucho mejor que otros que no llegan ni por asomo a ese monto y además seguro que recibió aumento. Es claro que no alcanza pero ¿sabe a cuánto ascendía la jubilación mínima en el 2004? $ 1.400 pesos!! En julio de este año estará en $ 3.550... Es poco se sabe, pero comparativamente es más del doble.

A esta altura la señora había “bajado un cambio” y era otra su postura. Se notaba cierto advenimiento a escuchar y eso lo aprovechó el militante que vio una brecha por donde colar su andanada de argumentos partidarios.

-¿Usted cree que el Plan Ceibal no genera más oportunidades a los gurises de aquí a 10 o 15 años? ¿Y a los padres?
- ¿No le parece que era hora que pudiera acceder mucha más gente a una atención digna en salud?
- ¿No piensa que es acertado que se operen gratis quienes de otro modo tienen una ceguera asegurada por no contar con los medios económicos para poder operarse?
-¿No le...? – a esa altura la señora lo había frenado extendiendo su mano hacia la lista del Pepe. Incluso pidió otras más para las vecinas...
- Mirá querido... en verdad yo estaba enojada, pero tenés razón... Si yo me quejo, ¿qué dejo para los demás? Perdoname, una nunca está conforme con nada. Además -dijo como susurrando- a mi, me gusta el Pepe.

Luego siguió haciendo feria, flameando orgullosa una balconera. 

La lluvia seguía porfiada golpeando el pavimento. El militante estaba feliz. Ese domingo gris había recuperado un voto y seguramente con él, había ganado algunos más...

el hombre repartía listas,
mientras el perro se ratoneaba con la perrita del candidato

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