-¡A la lista del Pepe! ¡A la lista del Pepe! – era la voz que sobresalía aquel domingo previo de elecciones internas. La feria estaba poco concurrida. La llovizna, pertinaz y fría, presagiaba poca concurrencia. No obstante ese panorama, aquella señora se acercó al militante...
-¡Ni loca les doy el voto de nuevo! – el silencio fue absoluto y por un momento dejó mareado al militante que no esperaba semejante reacción. Después de unos segundos y escasos tres o cuatro pasos, atinó a preguntarle:
-¿Señora, porqué esa respuesta?
-¿Te parece bien que una jubilada no haya tenido ningún aumento? Gano $ 7.500 pesos y...
- Ah, no! Me parece que algo no entendió bien... Si usted gana eso está mucho mejor que otros que no llegan ni por asomo a ese monto y además seguro que recibió aumento. Es claro que no alcanza pero ¿sabe a cuánto ascendía la jubilación mínima en el 2004? $ 1.400 pesos!! En julio de este año estará en $ 3.550... Es poco se sabe, pero comparativamente es más del doble.
A esta altura la señora había “bajado un cambio” y era otra su postura. Se notaba cierto advenimiento a escuchar y eso lo aprovechó el militante que vio una brecha por donde colar su andanada de argumentos partidarios.
-¿Usted cree que el Plan Ceibal no genera más oportunidades a los gurises de aquí a 10 o 15 años? ¿Y a los padres?
- ¿No le parece que era hora que pudiera acceder mucha más gente a una atención digna en salud?
- ¿No piensa que es acertado que se operen gratis quienes de otro modo tienen una ceguera asegurada por no contar con los medios económicos para poder operarse?
-¿No le...? – a esa altura la señora lo había frenado extendiendo su mano hacia la lista del Pepe. Incluso pidió otras más para las vecinas...
- Mirá querido... en verdad yo estaba enojada, pero tenés razón... Si yo me quejo, ¿qué dejo para los demás? Perdoname, una nunca está conforme con nada. Además -dijo como susurrando- a mi, me gusta el Pepe.
Luego siguió haciendo feria, flameando orgullosa una balconera.
La lluvia seguía porfiada golpeando el pavimento. El militante estaba feliz. Ese domingo gris había recuperado un voto y seguramente con él, había ganado algunos más...
el hombre repartía listas,
mientras el perro se ratoneaba con la perrita del candidato
mientras el perro se ratoneaba con la perrita del candidato
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