El Uruguay –según reseñan por estos días varios analistas- está armado en grado extremo, y es un tema que preocupa a las autoridades. Lejos de asumir el hecho con indiferencia, se han expresado claramente opiniones que desalientan a la ciudadanía a armarse, ya que lejos de solucionar el problema de la inseguridad, lo agravan.
Cuántas más armas existan mayores son las probabilidades que las mismas lleguen a manos de la delincuencia, porque si bien pueden ingresar legalmente al territorio, cumpliendo con los requisitos necesarios y formales para su adquisición por un particular, nadie asegura que un simple hurto termine poniéndolas en manos de un delincuente.
Tampoco es menor el argumento encerrado en el dicho popular que reza que “a las armas las carga el diablo”, ya que ello determina que hay que conocerlas muy bien antes de usarlas, para evitar que se conviertan en la causa del mal que se pretendió evitar al adquirirlas.
Es un dato de la realidad que la conducta de los uruguayos, (con la ocurrencia de hechos violentos mediáticamente difundidos), responde a una sociedad enferma que hace tiempo dejó de ser pacífica.
Ahora bien, en la vida siempre tenemos opciones, y en este caso no faltan. El gobierno está resuelto a emplear todos los medios disponibles a su alcance para devolver a los uruguayos esa porción de tranquilidad que le birlaron y que se traduce en pérdida de valores que es imperioso recuperar. Para ello, apelando a esa memoria colectiva, el esfuerzo se concentra en la producción de actos que trasciendan, sembrando esperanza.
Tal es el caso de la destrucción de más de 12.000 armas (unas 14 toneladas de hierro, aproximadamente), propiedad del Ministerio del Interior, que no pasarán a ser simples lingotes de hierro fundido, sino que tendrán una digna y bienvenida transformación.
Por una ingeniosa iniciativa de las nuevas autoridades, esos instrumentos, que fueron sacados de circulación y que tenían un destino diametralmente opuesto, pasarán a ser parte de la ilusión de miles de uruguayos que –gracias al PLAN JUNTOS- construirán su vivienda. Las armas se convertirán en varillas de hierro, para ser parte de la estructura de miles de sueños habitacionales uruguayos.
El Presidente Mujica había adelantado que lo importante era “empezar a hacer”, y esta acción responde a ese mandato.
Son señales, signos de otro Uruguay posible al que debemos ponerle empeño.
En eso estamos.
Cuántas más armas existan mayores son las probabilidades que las mismas lleguen a manos de la delincuencia, porque si bien pueden ingresar legalmente al territorio, cumpliendo con los requisitos necesarios y formales para su adquisición por un particular, nadie asegura que un simple hurto termine poniéndolas en manos de un delincuente.
Tampoco es menor el argumento encerrado en el dicho popular que reza que “a las armas las carga el diablo”, ya que ello determina que hay que conocerlas muy bien antes de usarlas, para evitar que se conviertan en la causa del mal que se pretendió evitar al adquirirlas.
Es un dato de la realidad que la conducta de los uruguayos, (con la ocurrencia de hechos violentos mediáticamente difundidos), responde a una sociedad enferma que hace tiempo dejó de ser pacífica.
Ahora bien, en la vida siempre tenemos opciones, y en este caso no faltan. El gobierno está resuelto a emplear todos los medios disponibles a su alcance para devolver a los uruguayos esa porción de tranquilidad que le birlaron y que se traduce en pérdida de valores que es imperioso recuperar. Para ello, apelando a esa memoria colectiva, el esfuerzo se concentra en la producción de actos que trasciendan, sembrando esperanza.
Tal es el caso de la destrucción de más de 12.000 armas (unas 14 toneladas de hierro, aproximadamente), propiedad del Ministerio del Interior, que no pasarán a ser simples lingotes de hierro fundido, sino que tendrán una digna y bienvenida transformación.
Por una ingeniosa iniciativa de las nuevas autoridades, esos instrumentos, que fueron sacados de circulación y que tenían un destino diametralmente opuesto, pasarán a ser parte de la ilusión de miles de uruguayos que –gracias al PLAN JUNTOS- construirán su vivienda. Las armas se convertirán en varillas de hierro, para ser parte de la estructura de miles de sueños habitacionales uruguayos.
El Presidente Mujica había adelantado que lo importante era “empezar a hacer”, y esta acción responde a ese mandato.
Son señales, signos de otro Uruguay posible al que debemos ponerle empeño.
En eso estamos.
el hombre hizo un gesto de aprobación,
el perro soñaba con casilla nueva...
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