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Fuente imagen: Durazno Hoy |
Eran las 3:30 de la madrugada y el sobresalto fue grande porque a pocas cuadras de mi hogar volvieron a sonar disparos. Fueron tan solo cinco o seis en ráfaga, suficientes para cortar cualquier sueño. Más aún a sabiendas que detrás de ellos podía haber sangre y muerte asociados. Porque los tiros son la ley en muchos barrios de este país que ascendió de nivel hace tiempo.
Al convertirnos en un país de acopio de drogas se hizo necesaria la custodia de los mismos para lo que fue necesaria la contratación de mano de obra criminal. Así se armaron las bandas que hoy azotan los barrios de la capital y también del interior del país. Porque ya no es un tema metropolitano sino nacional. Esas mismas bandas que quedan acéfalas cuando sus líderes caen abatidos o presos y otros ocupan su lugar, son las que se disputan los territorios ante una respuesta insuficiente de una fuerza policial que no alcanza para contrarrestarla.
Es necesaria una respuesta integral en la que la Policía sea una parte –quizás las más importante dado el nivel de violencia que campea hoy- pero no la única. Sin embargo, la soledad con la que se la ve actuando nos preocupa sobremanera. No hay, por lo menos no se aprecia, una coordinación o integralidad en la respuesta que comprenda a otros actores del Estado cuando se da una respuesta a la violencia. Los Municipios están ausentes de toda acción, en muchos barrios no se ve que acompañen y así las calles siguen a oscuras por acción directa de una delincuencia que se ampara en las sombras cortando las luminarias públicas.
Si no somos capaces de dar respuestas rápidas y contundentes al respecto, la teoría de las ventanas rotas seguirá siendo norma en las calles de cualquier ciudad del país. Si no damos una respuesta a tiempo y firme, la delincuencia no solo seguirá actuando, sino que cobrará más valor ante la ausencia de respuesta pública.
El miedo no puede ganar
Actualmente el narco gana terreno en los barrios y no hay intervención policial que lo frene. Donde cierran una boca abre otra al lado o en el mismo lugar ni bien se fueron los grupos especiales. El barrio vuelve rápidamente a su “anormalidad” cotidiana, porque lo peor que nos está pasando es que empezamos a naturalizar situaciones como esas.
El miedo está gobernando las calles de mi ciudad y aventuro que también lo hace en el interior del país. Un miedo paralizante de toda acción, ese que lleva a desconfiar hasta de la fuerza pública y ya no alcanza con una denuncia anónima porque en este país todo se sabe y las consecuencias se pagan con la vida.
Las drogas y el narcotráfico viven y luchan por hacerse de este país a pesar de insólitos análisis de asesores de la cartera de Interior que niegan la realidad y aseguran mínimos porcentajes de incidencia en los homicidios. La bomba les estalla en la cara y no lo reconocen aferrados a una lucha intestina donde los egos académicos están llevando al despeñadero a una gestión que venía a cambiar la realidad en base a las evidencias. Sin embargo, las últimas evidencias rompen los ojos de todos menos de las autoridades que siguen aferradas a diagnósticos ajenos a la realidad uruguaya.
Sigo creyendo en que más temprano que tarde se dará un giro sustancial y dejaremos de seguir la receta heredada de un gestor que no vacila en criticar un día sí y otro también al ministro Carlos Negro, pero se olvida que la suya fue la sucesión de la peor gestión que registra la historia nacional con récord de homicidios y que permitió el avance del crimen organizado a los niveles actuales transformando al país en depósito de los cargamentos de droga que se envían a Europa.
Escucharlo emitir sus diagnósticos filosos sin la más mínima autocrítica daría para reír si no fuera tan crítico el tema. Tampoco se aprecia a ningún operador mediático ponerlo en su lugar ante las falacias que dispara en cuanta ocasión se le presenta. La carroña volvió a florearse.
Pero, la urgencia empuja a tomar medidas pronto porque la situación ha empeorado y no hay señales de mejora si seguimos haciendo lo mismo que hizo la gestión Martinelli. Es hora de mostrar el cambio, ese que la ciudadanía votó y espera hace tiempo.
No queremos una situación donde haya que evitar ciertos barrios u horarios por miedo a ser víctima de un delito. Queremos ver un despliegue policial basado en esas mismas evidencias que proclaman y en los horarios donde ocurren los eventos. Terrenos y tiempos en los que no se los ve.
El PADO fue desnaturalizado en la anterior gestión y aún no recupera su naturaleza original, y la gente lo siente porque esa misma gente lo reclama tal y como fue diseñado. A la inteligencia policial le llegó la hora de mostrarse y actuar, de anticiparse a los hechos y prevenir males mayores. Estamos a tiempo, pero urge hacerlo.
Los tiros siguen siendo parte de esta historia y ya no queremos que siga así.
Es hora de actuar de forma integral con todos los actores del Estado actuando en forma coordinada y con un mismo propósito.
De lo contrario, serán otros los que tomarán la posta y aquel país que soñamos será historia.
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