“Ojo con los idus de marzo!!” repetía el actor en promoción de una obra que fue objeto de sátiras carnavalescas décadas atrás. Es que un augurio de los que relata la historia, vaticinó la muerte de Julio César en la antigua Roma, y desde entonces la frase significa anuncios negativos a pesar que los idus eran -precisamente- días buenos. No estamos en marzo sino en agosto pero los “idus” parecen soplar fuerte a tal punto que se nos llevan muchas cosas, entre ellas el agua. En medio de contiendas mediáticas entre pronosticadores del tiempo, la controversia se instaló también sobre la verdadera causa de ese retiro de las aguas del Río de la Plata y del Océano Atlántico (Montevideo y Maldonado). Particularmente tengo mi teoría y la intentaré explicar en esta columna. Cualquier parecido con la realidad será pura y absoluta coincidencia porque lo que pienso fundamentar es producto de mi absoluta y descontracturada imaginación, conste...
Baja la inflación, el desempleo… y las aguas
Uruguay ya no tiene cura, y no porque se haya afirmado en su condición anticlerical, que sigue siendo así a pesar del cardenal Sturla y sus intentos por colocar una estatua de la virgen en la rambla de Montevideo o pujar por una guía de educación sexual tradicional y recatada. No tiene cura porque está cada vez peor según pueda leer cualquier lector desprevenido, sí… esos que leen de apuro y solo el titular porque aquellos que leen -todavía- la letra chica o el contenido, esos tienen fundadas razones para abandonar ya mismo esta lectura y seguir dedicándose a las vicisitudes del cultivo del ají tomate, por citar un ejemplo. O seguir las peripecias de Nilson mientras putean a Puglia en la segunda versión del MasterChef; o intentar adivinar el puntaje del voto secreto del bailando de Tinelli, mientras se preguntan cómo hace Moria para mantener el plástico de su cara sin que el calor de las luces se lo derrita durante el programa.
Es que en este país de la marihuana libre y cuentas bancarias cerradas, las contradicciones se acumulan haciendo calentar a Pepe, que juntó a toda su barra para enderezar una mano, que se había torcido. El Presidente lo acompaña y apoya, dando muestras que no solo hay diálogo, también hay sintonía fina y más temprano que tarde este chisporroteo se arreglará para seguir despeinando al de la blonda cabellera. Ese al que se le vislumbra el casco a pesar de los esfuerzos por ocultar la alopecia que le persigue y ya casi lo alcanzó.
Pasaron los idus, los de agosto, y en vísperas de la Nostalgia, mientras escribo esta columna me acuerdo que hoy (23 de agosto) hace fecha de un recordado ciclón extratropical que nos arruinó el gobierno (de estreno entonces) y la víspera de la noche más disfrutada por los avejentados uruguayos. Justo me acuerdo de eso cuando no hace una semana se batieron a duelo -por TV claro- dos reconocidos meteorólogos, por vaticinios que finalmente no se cumplieron haciendo que el señor del clima del frondoso bigote, se floree muy orondo disfrutando su victoria. El pronóstico de Núbel no solo no fue acertado sino que resultó totalmente desproporcionado y seguramente le pese de ahora en adelante. A pesar de ello, le reconozco a Núbel otros aciertos como el de Acompaña, aunque nunca pude comprobar si era cierto que te pagaban $500 pesos como decía… ¿alguien lo sabe?
Ahora bien, yendo al punto en cuestión de la baja de las aguas, era hora que bajaran luego de tanta inundación. Lo que pasa es que los uruguayos no nos andamos con chiquitas y cuando inundamos, inundamos, y, cuando desagotamos, desagotamos en serio. Así fue que nos pasamos de rosca y bajamos tanto índice negativo que se nos fue la mano, y así hicimos bajar las aguas del Río de la Plata y del Atlántico también, para que vayan viendo de qué cosas somos capaces los orientales de esta banda uruguaya.
Pero algo hicimos bien, por lo menos. Y acá viene mi teoría explicativa de la bajante. Para algún lado se fue esa agua y por ahora los porteños no acusaron olas desmesuradas. Sin embargo hay alguien que está siempre atento para estas cosas y en su bicicleta anda recorriendo la ciudad para ver y corregir aspectos de la urbe abandonados o desatendidos por la gente.
Así fue como Daniel Martínez vio una oportunidad y no la desaprovechó. “Agua sobra en el Puertito del Buceo -pensó, mientras pedaleaba por la rambla rumbo a la Intendencia- ya tengo un lugar donde la preciso” y apuró el paso haciendo que se le saltara la cadena.
A pesar del accidente padecido, Daniel logró su objetivo y empezó un desagote continuo del Buceo y zonas aledañas para completar una obra demorada en otro paseo de la ciudad. Con paciencia y mucho esfuerzo fue retirando caramañolas de agua salada y las vertía un día sí y otro también, en el lago del Parque Rodó. Al final, tanto esfuerzo tuvo su recompensa y hoy luce completo y limpio, aunque en lugar de carpas se le halla colado alguna roncadera, seguramente.
Así como Lavalleja se merecía un monumento largamente reclamado por la radio de las horas pares de Gardel (si no sabés la radio no sos uruguayo!!), el Parque Rodó se merece una estatua de Daniel Martínez en bicicleta volcando su caramañola en el lago como símbolo a la tenacidad y constancia.
Les dije que no me dieran bola, y siguieron leyendo, la responsabilidad no fue mía. Yo avisé...
el hombre deliraba escribiendo,
el perro se tapaba el hocico con las patas ...
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