La capital de EEUU es una ciudad hermosa, como Montevideo; es cosmopolita, como también lo es Montevideo; pero tiene algo que jamás pensamos tendría como nuestro Montevideo: ocupantes de espacios públicos, gente que vive a la intemperie o en una carpa en plena Pensilvania Av., justo enfrente de la Casa Blanca. Es que se toman en serio lo de la libertad al punto que nadie apela a expulsar de esos espacios a quienes ejercen su libertad sin importar si ello afecta a otros que ven limitado el uso de ese espacio por la perpetua presencia de estos ocupantes. Una mirada diferente a como estamos encarando el tema los uruguayos, que nos propusimos impedir el uso indebido de los espacios públicos como morada permanente, en el entendido que afecta a quienes pretenden hacer uso del destino público de los mismos. Y menos aún, permitirles un ejercicio liberal del derecho a morir de frío en plena calle, como ya ocurriera en nuestro Montevideo.
Acampando en pleno DC
Nos parece increíble estar viendo, en vivo y en directo, lugares que solo veíamos por la pantalla del televisor o apreciamos en alguna película. Visitar el memorial de Lincoln, con su majestuosidad imponente y subir por esas escalinatas inmortalizadas por Rocky Balboa, me llevaron a pellizcarme para convencerme que era cierto, que estaba ahí.
La excusa fue un curso del BID para comunicadores de gobierno, taller de seguridad que supo mantenernos ocupados durante las intensas jornadas dejándonos muy poco margen para conocer esta moderna y sincronizada ciudad.
Todo está en orden, perfectamente diseñado, los semáforos coordinados y con una señalización pensada no solo para los conductores sino también para los peatones. No hay esquina que no cuente con su pasaje peatonal prolijamente pintado, y las correspondientes colas de caminantes apurados -café en mano- que se agolpan a la espera de la señal luminosa blanca con la cuenta regresiva que habilita el paso. Cuenta que varía según la preferencia de la calle que se trate siendo mayor el tiempo de cruce en las grandes avenidas y más exiguo en calles no preferenciales. Lo universal es la protección que se hace del peatón aunque no falte el conductor imprudente que no respeta las señales ni la preferencia peatonal. Washington DC no es la excepción en esos casos, aunque los infractores se exponen a severas sanciones pecuniarias por cometer infracciones (hablar por celular mientras conduce son U$S 100 de arranque, y ni se les ocurra tentar una solución alternativa porque la Corte les estará esperando sin derecho al pataleo).
La Casa Blanca es tan blanca como dicen, tanto como la enorme escultura de Abraham Lincoln en el memorial que le rinde perpetuo homenaje. Un imponente enrejado la deja a resguardo de los curiosos, aunque resultaría imposible sortear el vallado, la reja y los controles policiales de ingreso. La Avda. Pensilvania – convertida en peatonal enfrente mismo a la sede presidencial – conecta a esta con el Capitolio, sede del parlamento norteamericano que atraviesa una importante obra de restauración que le llenó de andamios.


Nos dijeron que muchos de los que ocupan espacios públicos no son indigentes ni mucho menos, que son policías encubiertos cumpliendo el rol de vigías en alerta para una ciudad que vive -más por estos días- bajo la amenaza terrorista. En este sentido sería una buena práctica a imitar para nuestro país, en el combate a una delincuencia que encuentra oportunidades en peatones desprevenidos y a los que ni las cámaras de seguridad disuaden a veces.
Volviendo a esta realidad norteamericana, no creo que esos ocupantes tengan una proporción importante de agentes encubiertos. Podrá haber alguno, pero la cuestión es que lo que pensé era patrimonio tercermundista también lo padece la cuna del poder mundial, donde el tiempo corre rápido al impulso consumista de una sociedad que vive en función del mismo.
Una sociedad que arrincona y expulsa a quienes terminan en una carpa en medio de una plaza pública de una ciudad, sin importar que esa ciudad sea la mismísima capital, Washington DC.
el hombre sacaba fotos,
el perro olfateaba un policía...
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