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martes, 9 de febrero de 2021

Cuentas que son cuentos

Fuente imagen: emisorasdominicanas
La Ministra de Economía realizó una puesta a punto -largamente esperada- donde, de modo virtual en tiempos de pandemia, brindó información sobre lo gastado por el Fondo Solidario Covid y el aporte que hizo el gobierno para enfrentar la pandemia. Si bien el relato contó con elementos bastante elaborados tuvo gruesos errores técnicos que merecieron reparos para la oposición. Es que, fiel a un estilo comunicacional marketinero, nos pintaron un producto con muchas más cualidades que las que realmente tuvo, sumando ítems como la garantía SIGA, que si bien es un apoyo a las empresas nunca puede ser considerado un gasto. Faltó información respecto al verdadero y necesario aporte que necesitan -y merecen- miles de uruguayos que hoy sufren los efectos no solo de la pandemia sino de una política económica que prioriza a los “malla oro” antes que al “pelotón de rezagados”…

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En las administraciones frenteamplistas se lucía con sus innovadoras y consistentes presentaciones en Power Point, el entonces Ministro de Economía – Cr. Danilo Astori- rememoraba sus épocas de catedrático universitario ante sus nuevos alumnos del Consejo de Ministros. Allí, exponía los bemoles de una política económica que tuvo miles de inconvenientes y decisiones polémicas, pero que nos blindaron durante más de década y media con una solidez financiera que todavía disfrutamos.

Una política económica que recuperó su independencia al cancelar la deuda con el FMI y devolver esa porción de soberanía perdida en materia de crédito internacional. La recuperación y consolidación del grado inversor, la apertura de nuevos mercados (que permitieron sortear el bloqueo argentino con puentes cerrados por el conflicto generado por la planta de Botnia), y la apuesta por la recuperación del mercado interno con la ingeniería de los Consejos de Salarios y la devolución de poder adquisitivo al sueldo de los trabajadores, (principal instrumento de distribución de la riqueza que generaba el país), fueron los pilares de una economía recuperada.

A pesar de las críticas de entonces, fueron más de 15 años de continuo y pertinaz crecimiento apostando a recetas antagónicas a lo que tradicionalmente venía haciendo un Uruguay gobernado por los partidos tradicionales. Una economía progresista que se instaló con fuerza y convicción, que supo sortear crisis importantes que arrastraron a los países vecinos mientras nos convertíamos en una isla envidiable en la región.

Los tiempos cambiaron, la situación mundial también y de no ser por las fortalezas construidas por las administraciones frenteamplistas, estos tiempos de pandemia podrían haber sido mucho peor. Hubo aciertos de la administración actual en la toma de decisiones rápidas –con resultados vistos de lo que pasaba en el resto del mundo, es cierto pero rápidas al fin- pero pronto dejarían ver una debilidad en la concentración comunicacional que hizo el Presidente, llegando al extremo de la emisión de mensajes contradictorios (seriedad marcial en las conferencias de prensa y despreocupación en las playas de Rocha).

En medio de todo ello, miles de uruguayos padecen las consecuencias de su fragilidad económica; son los hogares monoparentales, los trabajadores independientes, y las pequeñas y medianas empresas, un sector de la población que fue la principal afectada por la merma de la movilidad social y de la actividad económica normal. Esos que, poco a poco, empezaron a ser clientes involuntarios de la solidaridad oriental con forma de olla. A ellos era a los que había que asistir de forma urgente para evitar que los coletazos de su indigencia pronto marcaran una grieta insalvable que se pagaría en costos sociales difíciles de revertir.

Esa fue la intención de un Fondo Solidario unánimemente acompañado para dar cobertura a los miles de compatriotas que la están pasando mal. A pesar de quedarnos cortos en la asistencia, algo es algo.

Hoy, hasta el FMI recomienda aumentar el gasto social sin medir consecuencias, esas que sigue priorizando de forma dogmática la Ministra, más preocupada por el déficit fiscal que por el social.

La Ministra afirmó que se destinaron 1.217 millones de dólares para atender los efectos de la pandemia, de los cuales sólo 711 fueron para ese fin ya que los restantes 506 son fondos recuperables asignados al sistema de garantías (SIGA), para préstamos, de los cuales hay una porción importante que son anteriores al 1º de marzo, y que nunca puede ser considerado un gasto, según reconoció el Ec. Javier de Haedo, entrevistado en Azul FM.

El principal mensaje de la Ministra –reiterativo, porque es el mismo que viene diciendo hace meses- es que “lo peor ya pasó”. Estaría bueno recabar la opinión de los miles de uruguayos que siguen asistiendo a una olla popular para hacerse del sustento diario para sí mismos y sus familias, o los miles de desocupados que seguramente son muchos más porque hay una cifra oscura que al decir del ministro Mieres, se forma por muchos uruguayos que no salen a buscar trabajo.

No alcanza con decir que lo peor ya pasó porque aumentan las ventas de autos 0 km, porque eso es una lectura muy banal de la realidad económica uruguaya. Hay una considerable falta de empatía al tiempo de elegir los indicadores en que basa su argumentación, olvidando que para muchos lo peor no pasó sino que recién está empezando.

Lo concreto es que Uruguay es el único país que apuesta a hacer un ajuste fiscal en plena pandemia, buscando controlar el déficit fiscal antes que el social, contra toda la opinión internacional de quienes antes eran sus principales referentes, que indican lo contrario. Hasta ex Ministros de Economía de su partido aconsejan aumentar el gasto público para hacer frente a lo que se nos viene. 

A estas alturas sigo convencido que lejos de desatender las recomendaciones del FMI, el objetivo es claro y concreto. Hasta ahora hicieron uso de las reservas financieras que dejó la administración frenteamplista, aunque lo nieguen. En tanto, el terreno está abonándose para recurrir al organismo internacional para obtener recursos que les permitan la concreción de sus proyecciones; experiencia –y antecedentes en ese tema- tienen. Sin mayores inversiones a la vista –salvo UPM II- y con un contexto internacional complicado por la pandemia, más temprano que tarde terminarán pidiendo un préstamo al FMI para poder contar con recursos que les permitan funcionar y/o cumplir algunas de sus promesas. 

Solo con controlar el déficit no se contemplan las necesidades de la gente, y el pueblo, en algún momento, se cansará de tantas cuentas y comprenderá que no lo podrán llevar a puro cuento…

el hombre sacaba cuentas,
el perro escuchaba otro cuento…


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