…o
legislar
En tiempos donde escasean las noticias, al Sociólogo Gustavo Leal se le prendió la lamparita y generó los titulares de prensa por varios días. Titulares que todavía hoy siguen rindiendo alguna línea. A esta altura -y habiendo firmado la petición, conste- me sumo a la corriente que dice que no hay que expropiar, lo que hay que hacer es reformar la Constitución…o legislar.
La libertad de cultos ha sido llevada
a extremos que ni el propio constituyente pudo imaginar jamás, y lo que aquel pensó
como una libertad más, a ser disfrutada por la ciudadanía oriental, está en
tela de juicio por dudosas acciones de los protagonistas de cultos modernos que
están bajo sospecha.
¿Quién no recibió un correo
electrónico con los palaciegos ambientes del supuesto fundador de la iglesia
que hoy se anuncia como novel adquirente del emblemático cine teatro Plaza?
El resquemor generalizado es –hay que
decirlo claramente- no tanto por la pérdida de un espacio cultural como el
viejo cine Plaza, sino por el nuevo destino que se le piensa dar a un espacio que pasaría sin más a ser objeto de culto y no precisamente para
derrochar cultura (que también hay que decirlo).
No se trata de limitar el libre
ejercicio de practicar el culto que se quiera sino de poner fin al anecdotario
infinito que invadió a nuestro país últimamente y por el cual no hay quien no
conozca cómo cambió “fulano” o cómo perdió “mengano” sus bienes tras ser
absorbido por estas iglesias emparentadas con sectas.
Templos que hacen de sus fieles
aportantes del diezmo “sacrosanto” de cada día, su fuente de ingreso (eso sin
dar crédito a otras historias que se oyen pero que no se prueban).
Por mi parte me niego a aceptar
fácilmente una religión que hace de la prosperidad material su objeto de culto,
y que la bendición divina llega si hay prosperidad solamente. Al espíritu poco
le importa lo material, o por lo menos así debiera ser pero no parece serlo
para los mentores de estas prácticas religiosas que han invadido los espacios
radiales, televisivos y ahora, también, la Plaza Cagancha (antes se hicieron
del Cine Trocadero y alguno más).
Inclusive está en curso una impresionante
obra en pleno 18 de Julio y Martín C. Martínez, que se estima en una inversión
de U$S 6 millones, que bienvenida sea como inversión inmobiliaria, pero…
Si de verdad queremos preservar el
patrimonio cultural de la ciudad, como se fundamentó – y dado que una reforma
constitucional es un tortuoso camino para este tipo de temas- con una ley se podría
salvar el destino de los bienes en cuestión sin que se afecten otras
libertades.
Una norma que establezca que los
cines, teatros o espacios culturales, puedan ser enajenados sin perder nunca el
destino cultural para el que fueron construidos. Algo que se da acá cerca nomás
en Argentina, y hace de la calle Corrientes el rincón exclusivo de teatros que
no pueden tener otro destino que ese porque así lo dispuso una ley.
El camino parlamentario es una vía que
se puede explorar a futuro que si bien no nos permitiría salvar el Plaza (no se
puede aplicar retroactivamente la ley en este caso), serviría para no tener que
improvisar más salidas de este tipo.
Por otra parte y más allá de esta anécdota,
los uruguayos nos debemos la discusión sobre este tipo de cultos que se nutren del
aporte de gente espiritualmente quebrada, que reciben “bendiciones” al caudal
de sus aportes, y que no dejan ninguna contrapartida salvo la “prosperidad” de
los pastores de turno.
el hombre no compró el jabón de la
descarga,
el perro ladraba frente al Plaza…
Con el cuento de derecho de culto, lo unico que se hizo fue dar patentes de corso para que estos mercaderes con su gran poder economico influya en la poca materia gris de miles de personas. Pero lo peor es que tampoco el gobierno obliga a estos delincuentes de corbata y biblia a pagar impuestos como todos los dignos laburantes de este pais. Cines, radios, canales de television y cables, lo unico que falta es que nos saquen una ley para recibirlos obligatoriamente en nuestras casa los domingos.
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