Las fugas de los establecimientos penitenciarios no son nuevas ni tampoco patrimonio de ningún gobierno, han ocurrido desde siempre y sin dudas que la más emblemática fue la consagrada literaria y cinematográficamente, “Papillón” (del francés Henri Charrière). El impulso irrefrenable por obtener la libertad es inherente a la condición humana y en tal sentido hubo y seguirán existiendo fugas a quienes se los prive de ese valor intrínseco al ser humano: su libertad. Lo que no se debería permitir es usar políticamente esas situaciones circunstanciales para buscar algún rédito político que -por cierto- será efímero y tendrá el inevitable efecto rebote cuando quien lo usó tenga la responsabilidad de que no ocurran. Eso es lo que precisamente les pasa ahora a las autoridades de gobierno que se rasgaron las vestiduras tras la fuga de Morabito, pero han propiciado -con sus propias acciones- la fuga de un narco pesado y peligroso como Marset. Amén de otras “fuguitas” que no pueden explicar sino con las mismas razones que tanto criticaron siendo oposición.