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domingo, 6 de noviembre de 2011

Ni un poco de amor francés


Como solía decir mi viejo, “éramos pocos y parió la abuela!”. Si algo nos faltaba a los uruguayos era que el Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, emitiera un lapidario juicio de valor sobre nuestra inmaculada forma de administrarnos y administrar la economía para con nosotros y los de afuera. Lo del título, a partir de ahora, NI UN POCO DE AMOR FRANCÉS.


Tanto esfuerzo por hacer los deberes bien y en un santiamén, el Presidente de “La France”, nos hace añicos de un plumazo. Tanta mezquindad parece un insulto que además de salirle gratis hace mucho daño a un país que, si de algo se precia (y muy bien), es de ser serio. ¡Qué poco nos conocen! 

Seguramente pesen algunos detalles extra comerciales.
Seguramente no se bancan que no pudieran marcarnos un gol en el último mundial, y que -mientras ellos quedaron por el camino- la Celeste llegó a cerrar el torneo con gran nivel. “Le bleu” no pudo con la color cielo, que lejos de ser un azul desmerecido, es nuestro sello identitario que lucimos con orgullo, mal que les pese a muchos. 

Esta forma de referirse a nuestro país, no hace otra cosa que reavivar ese sentimiento anti sudaca que por tanto tiempo se dijo era un patrimonio europeo y muy francés, por cierto. A la luz de esta referencia pareciera ser que van por la vuelta en ese aspecto, salvo que –una vez más- la ignorancia de la que hacen gala estos representantes del primer mundo, les haya jugado una mala pasada (difícil que el chancho chifle, ¿no?). 

Sea como sea, que no nos bancamos semejante agravio. Bastante nos costó a los orientales dar vuelta la pisada y pasar de la peor crisis de la historia, a ser ejemplo internacional citado por muchos, menos por el esposo de la Bruni. 

Por todo lo expuesto y por lo que no se dijo y podrá decirse, convoco a los orientales de acá, y a los orientales de la diáspora, a un desagravio colectivo que implique (a cuenta de mayor cantidad), las siguientes reivindicaciones o acciones colectivas: 
  • Volcarse al consumo de pan casero y desterrar definitivamente (hasta de los manuales de cocina del Centro de Panaderos), a la baguette y el marsellés.
  •  Borrar toda nominación francesa de los productos del ramo (vamo’ y vamo’ con el “corazán”, que joder!) 
  • Arriba el merengue y abajo el “mousse”. 
  • Nada de decir que salimos de “tour” cuando salimos a dar una vuelta.
  • Seamos todos profesionales en lugar de “amateur”; y si no da, seamos aficionados o diletantes (¡gracias, al diccionario de sinónimos!!) 
  • Siempre le dijimos taller, digamos adiós al “atelier” 
  • Al auto lo guardamos en la cochera, ¿ta? 
  • A mi siempre me gustaron más los regalos que los “souvenirs” 
  • Allá ellos con el Gorrión de París, nosotros tenemos millones en Montevideo!! 
  • Ellos tendrán “La Tour Eiffel”, pero nosotros tenemos la Cruz del Papa, ¿y? 
  • ¿La “Cote bleue”?... ni pica con Punta del Este!! 
  • Aznavour es armeño y Gardel era U-RU-GUA-YO!! Tamo’?
Y así podría seguir enumerando un montón de reivindicaciones que los uruguayos deberíamos cumplir para dejar en alto nuestro honor mancillado por estas declaraciones. Sin embargo debo reconocerles que algo bueno han hecho los franchutes.

 No hay como el beso francés.
 

 

el hombre untaba la manteca al pan casero,
el perro fabricaba un “soreté”


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