Días pasados, en nota publicada en el semanario Búsqueda, el ex ministro José Díaz cuestionó apreciaciones vertidas por el actual Ministro del Interior, Eduardo Bonomi, acerca de los paradigmas aplicados en materia de seguridad desde la reinstalación democrática. El tenor de la nota parece ser de alto voltaje olvidando que, desde la actual administración, se defendió aquella gestión ante afirmaciones equivocadas que se oyeron decir a muchos. Particularmente, al hablar de la ley de “Modernización y humanización del sistema carcelario”, por citar un ejemplo.
Es un estilo -cada vez más frecuente- buscar las diferencias de enfoque y/o gestión, entre la actual administración y la anterior. Olvidando que la política -como toda acción humana- es cambiante, y debe adaptarse a los tiempos que corren. En ese devenir permanente, más que una contradicción es lógica consecuencia que los procesos vayan mutando adecuándose a las circunstancias actuales. Es decir, lo que se aplicó ayer puede no ser aplicable hoy y menos aún mañana; o viceversa.
El mundo se mueve y al influjo de ese movimiento, el hombre se adapta o la queda. Entonces, porqué resulta difícil reconocer que es la aplicación lisa y llana de esa capacidad de adaptación la que imprime muchas veces el carácter especial de una gestión de gobierno. Lo que es de recibo para ayer puede no serlo para mañana, o quizás lo sea pero transformado para que su efecto sea el perseguido. Asimismo, lo que hoy aplico es posible porque existió una gestión previa que sembró lo que hoy cosecho.
En ocasión de imponer en el mando a nuevas autoridades en el Ministerio del Interior (entre las que se destacó la de la Jefatura de Policía de Montevideo), el ministro Bonomi fue enfático en dictaminar un estado de situación que no todos quieren o están dispuestos a reconocer. Lo dijo en términos de paradigmas contrapuestos que fueron aplicados hasta el momento con resultados negativos a estar por los datos estadísticos que marcan una persistente curva ascendente de los delitos desde que se registran datos. En efecto, desde la década del ’90, los delitos no paran de crecer, y durante mucho tiempo el paradigma de la represión fue aplicado sin éxito, a estar por los resultados.
Penas más duras sin su contrapartida en la rehabilitación, dejaron como saldo que la delincuencia lejos de disminuir creciera, y se llenaron las cárceles con el agravante de no contar con programas adecuados de recuperación. El resultado fue inevitable: quien cumplía la pena salía perfeccionado en el arte de delinquir y lo hacía en forma aún más grave o violenta.
Ese paradigma se aplicó hasta que el Frente Amplio asumió el gobierno. Allí por ley de acción y reacción, se intentó aplicar el camino contrario, y aquí es donde se agravia el ex ministro Díaz, cuando interpreta como crítica a su gestión las afirmaciones de Bonomi.
Nadie cuestiona que con el Frente Amplio en el gobierno, la emergencia social fue objeto de atención inmediata. Más de un millón de pobres reclamaban esa atención y el énfasis de la gestión se puso allí. También es cierto que se pensó en ese momento, que con la aplicación de las políticas sociales ante la emergencia, se resolverían las causas del aumento de la delincuencia, dando solución -por elevación- al tema. No fue necesariamente una crítica a la anterior administración de la cartera de Interior como se desprende de la interpretación que hizo Díaz en la nota.
A tal punto podemos decir que no era ese el destino de las apreciaciones de Bonomi que en su momento, cuando se dijo públicamente que la principal causa del aumento de la delincuencia había sido la Ley de humanización del sistema carcelario, (que otorgó un sistema de redención de penas), los únicos que echaron luz fueron las actuales autoridades de la cartera que pusieron en su lugar las erróneas apreciaciones vertidas sobre el punto. Atribuirle la paternidad del aumento de la virulencia delictiva a una ley que tuvo un 16% de reincidencia en quienes se beneficiaron con la misma (unas 800 personas), cuando la tasa de reincidencia llega casi al 70%, es un error que solo desde la cartera del Ministerio del Interior se destacó convenientemente.
El paradigma social del que habla Bonomi, está referido a toda la política de gobierno -entre ellas la cartera de Interior que ejerció Díaz- pero no exclusivamente aplicado en esta. Y es totalmente cierto que ese paradigma por sí solo no logró revertir lo que se consolidó como una tendencia. De ahí que ahora hable de aplicar la síntesis de ambos paradigmas. Aplicar la represión al delito sin dejar de aplicar las políticas sociales que se encarguen de zurcir el entramado social roto. No es una u otra, son ambas en perfecta sincronización hasta llegar a la síntesis planteada.
No debiera agraviarse Díaz pues durante su gestión hizo lo que todos creíamos correcto, y para lo cual contó con el apoyo de toda una fuerza política que estaba convencida de ello. En todo caso es también una crítica de la que nos hacemos parte todos los que creímos que era ese el único camino posible. Pero la vida es cambiante y ella se encarga de demostrarnos que hay que adaptarse a los cambios para poder dar respuestas efectivas. Se trata entonces de no hacer lo mismo de siempre para poder obtener resultados diferentes.
Lejos de ser simple, el análisis de Bonomi es profundo y acertado. Tan cierto como que hoy es posible hacerlo gracias a gestiones como la de Díaz que dejaron un terreno fértil para lograrlo. Pero el discurso debe acompañarse con hechos, y en eso estamos.
El mundo se mueve y al influjo de ese movimiento, el hombre se adapta o la queda. Entonces, porqué resulta difícil reconocer que es la aplicación lisa y llana de esa capacidad de adaptación la que imprime muchas veces el carácter especial de una gestión de gobierno. Lo que es de recibo para ayer puede no serlo para mañana, o quizás lo sea pero transformado para que su efecto sea el perseguido. Asimismo, lo que hoy aplico es posible porque existió una gestión previa que sembró lo que hoy cosecho.
En ocasión de imponer en el mando a nuevas autoridades en el Ministerio del Interior (entre las que se destacó la de la Jefatura de Policía de Montevideo), el ministro Bonomi fue enfático en dictaminar un estado de situación que no todos quieren o están dispuestos a reconocer. Lo dijo en términos de paradigmas contrapuestos que fueron aplicados hasta el momento con resultados negativos a estar por los datos estadísticos que marcan una persistente curva ascendente de los delitos desde que se registran datos. En efecto, desde la década del ’90, los delitos no paran de crecer, y durante mucho tiempo el paradigma de la represión fue aplicado sin éxito, a estar por los resultados.
Penas más duras sin su contrapartida en la rehabilitación, dejaron como saldo que la delincuencia lejos de disminuir creciera, y se llenaron las cárceles con el agravante de no contar con programas adecuados de recuperación. El resultado fue inevitable: quien cumplía la pena salía perfeccionado en el arte de delinquir y lo hacía en forma aún más grave o violenta.
Ese paradigma se aplicó hasta que el Frente Amplio asumió el gobierno. Allí por ley de acción y reacción, se intentó aplicar el camino contrario, y aquí es donde se agravia el ex ministro Díaz, cuando interpreta como crítica a su gestión las afirmaciones de Bonomi.
Nadie cuestiona que con el Frente Amplio en el gobierno, la emergencia social fue objeto de atención inmediata. Más de un millón de pobres reclamaban esa atención y el énfasis de la gestión se puso allí. También es cierto que se pensó en ese momento, que con la aplicación de las políticas sociales ante la emergencia, se resolverían las causas del aumento de la delincuencia, dando solución -por elevación- al tema. No fue necesariamente una crítica a la anterior administración de la cartera de Interior como se desprende de la interpretación que hizo Díaz en la nota.
A tal punto podemos decir que no era ese el destino de las apreciaciones de Bonomi que en su momento, cuando se dijo públicamente que la principal causa del aumento de la delincuencia había sido la Ley de humanización del sistema carcelario, (que otorgó un sistema de redención de penas), los únicos que echaron luz fueron las actuales autoridades de la cartera que pusieron en su lugar las erróneas apreciaciones vertidas sobre el punto. Atribuirle la paternidad del aumento de la virulencia delictiva a una ley que tuvo un 16% de reincidencia en quienes se beneficiaron con la misma (unas 800 personas), cuando la tasa de reincidencia llega casi al 70%, es un error que solo desde la cartera del Ministerio del Interior se destacó convenientemente.
El paradigma social del que habla Bonomi, está referido a toda la política de gobierno -entre ellas la cartera de Interior que ejerció Díaz- pero no exclusivamente aplicado en esta. Y es totalmente cierto que ese paradigma por sí solo no logró revertir lo que se consolidó como una tendencia. De ahí que ahora hable de aplicar la síntesis de ambos paradigmas. Aplicar la represión al delito sin dejar de aplicar las políticas sociales que se encarguen de zurcir el entramado social roto. No es una u otra, son ambas en perfecta sincronización hasta llegar a la síntesis planteada.
No debiera agraviarse Díaz pues durante su gestión hizo lo que todos creíamos correcto, y para lo cual contó con el apoyo de toda una fuerza política que estaba convencida de ello. En todo caso es también una crítica de la que nos hacemos parte todos los que creímos que era ese el único camino posible. Pero la vida es cambiante y ella se encarga de demostrarnos que hay que adaptarse a los cambios para poder dar respuestas efectivas. Se trata entonces de no hacer lo mismo de siempre para poder obtener resultados diferentes.
Lejos de ser simple, el análisis de Bonomi es profundo y acertado. Tan cierto como que hoy es posible hacerlo gracias a gestiones como la de Díaz que dejaron un terreno fértil para lograrlo. Pero el discurso debe acompañarse con hechos, y en eso estamos.
el hombre sabía que el camino era largo,
el perro también
el perro también
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