La península capitalina era un sitio ideal para trasladar un proyecto similar al instalado en Puerto Madero de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Tras largos meses de traslados y comprobación de sus resultados allende el Plata, técnicos de la cartera junto a autoridades políticas asesoraron entonces la conveniencia de su aplicación como experiencia piloto en ese rincón tradicional de nuestra capital.
La característica diferencial de esta experiencia piloto era la videovigilancia por saturación, lo que implicó la instalación de unas 350 cámaras que permitirían otear cada lugar del histórico rincón montevideano. Es decir que no habría lugar que no pudiera ser vigilado por las cámaras y los visualizadores asociados al proyecto.
Si bien originalmente tuvo su Centro de Monitoreo exclusivo asentado en la misma Ciudad Vieja (instalado encima de la Seccional 1ª), pasaría luego a integrarse al “cerebro virtual” en el Centro de Comando Unificado (CCU) que funge actualmente en las instalaciones del cuartel de la Guardia Republicana, junto a los servicios del 911.
Aquella experiencia tuvo rápidas y positivas repercusiones en las que vecinos y autoridades compartían la misma percepción de seguridad ampliamente mejorada gracias a la intervención de las nuevas tecnologías que se complementaban a la perfección con el trabajo de los operadores asociados al sistema (visualizadores y policías).
Semejante experiencia sirvió de base para un proyecto mucho más ambicioso que extendería la capacidad virtual con casi 9 mil cámaras al final del período (incluidas las de una donación china que se sumaron al proyecto). Semejante despliegue tecnológico implicó mucho tiempo y recursos además de un cúmulo de dificultades logísticas que hicieron del proceso una carrera contra la delincuencia que no daba respiro.
Lo cierto es que cientos de testimonios fueron acumulándose para dotar del crédito suficiente a un sistema que también se consolidó con datos a la baja de todos los delitos en la zona de influencia y alrededores, en una especie de cúmulo virtuoso, que había encontrado un instrumento útil para disminuir los delitos. La baja de los eventos fue notoria y los vecinos agradecidos recuperaron espacios que habían sido ocupados por la delincuencia. La noche y el día en la Ciudad Vieja le dieron razón al concepto de Ciudad Vieja Segura que todos disfrutaban.
Las cámaras fueron un instrumento que tuvo en equipos humanos su esencial complemento. Visualizadores que realizaban un patrullaje virtual y se antecedían a posibles eventos, o en caso de ocurridos, disparaban inmediata respuesta a los equipos fijos en el territorio, dando una rápida y eficaz respuesta que desestimulaba a los infractores y daba seguridad a los vecinos.
Esa rápida respuesta fue una de las principales virtudes de un sistema dual (este sí, real y efectivo), que racionalizaba mucho mejor los recursos humanos usados en la respuesta, dejando el patrullaje virtual y remoto a los visualizadores en perfecta y singular sintonía.
¿Estaba bueno cambiar?
Con el cambio de gobierno la cosa cambió y se notó rápidamente. Pero no siempre los cambios son para mejorar, a veces, se cambia para empeorar y Ciudad Vieja es un caso comprobado.
A poco de asumir el gobierno, los cambios operados se hicieron sentir. Asumiendo viejos cuadros policiales que estuvieron ajenos a los cambios durante muchos años y desconocían -por completo- las bondades de las nuevas tecnologías, entre ellas las de la videovigilancia.
Las cámaras dejaron de verse en tiempo real, ya sea por decisión propia o a consecuencia de recortes presupuestales que fueron mermando las condiciones para un correcto trabajo en el CCU, lugar desde donde se miran (miraban) las cámaras en tiempo real. Lamentablemente hoy solo sirven de respaldo para ser prueba de hechos consumados. De aquel patrullaje virtual queda muy poco o nada; son casi inexistentes los casos en que se previenen acciones, y Ciudad Vieja es la prueba irrefutable de la desidia con que se ha manejado el proyecto, llevándolo a niveles anteriores a la instalación de las cámaras.
Supimos apreciar el patrullaje a caballo por la principal avenida (18 de Julio), en una clara comprobación de impericia en una gestión que superpuso un patrullaje (inadecuado) en una zona absolutamente videovigilada, con lo cual se podía concluir que se duplicaban recursos de manera escandalosa o -sencillamente- se ignoraba por completo aquel recurso tecnológico.
Hoy, la cantidad de personas en situación de calle aumentó en todo el país, particularmente en la capital, el foco medular del Centro y Ciudad Vieja ha llegado a niveles nunca vistos. Esa situación por sí misma ya complica un estado de situación que se empeora con eventos delictivos que tiene a muchos de sus protagonistas en esa penosa situación. Algo que, sin dudas, no puede atribuirse solo a la acción del Ministerio del Interior, pero que es complementaria de todo un cúmulo de situaciones que hacen a un gobierno que niega la realidad a puntos inimaginables.
Lamentablemente los preconceptos, la impericia o directamente la ignorancia, llevaron a este estado de situación, asumiendo que todo lo que se había hecho antes estaba mal. A tal punto que se desarmaron equipos poniendo en su lugar a cuadros que -muchos de ellos- terminaron formalizados por la justicia o cesados por incompetentes, en el mejor de los casos. Empezando por la propia cúpula de la Dirección de la Policía Nacional totalmente removida por su implicancia en el caso Astesiano.
Volviendo a la Ciudad Vieja, hoy ese rincón capitalino sufre los mismos deterioros que el resto de la capital y del país. La inversión tecnológica, que supo dar tan buenos resultados, es hoy un elemento subutilizado que cede su potencial preventivo para ser usado como un mero reservorio de pruebas de hechos consumados. Que sufren las víctimas, que padecen los efectos de lo que no se evitó porque ya no hay tareas de vigilancia preventiva a partir de la visualización de cámaras.
Hace unos días, notas de prensa daban cuenta de la situación de un comerciante que sufrío los efectos de la delincuencia con el hurto y vandalización de un local que estaba refaccionando apostando por ese lugar para su inversión. Ante los hechos, desistió de su idea y con ello la zona cedió -una vez más- ante la delincuencia. Las cámaras estaban funcionando pero no las miran en tiempo real, y así nadie pudo dar cuenta cuando entraron y vandalizaron su local, para dar una respuesta siquiera. Esa forma de gestionar la videovigilancia por saturación está absolutamente alejada de su concepto original y es rematadamente ineficiente, por cierto.
Hoy, con la IA (Inteligencia Artificial) se abren infinitas posibilidades que -esperamos- contribuyan a devolver esa potencialidad deprimida durante esta gestión.
Lo impone la realidad y lo reclama -fuertemente- la gente que les creyó.
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