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martes, 18 de junio de 2024

Violencia: los uruguayos nos estamos matando…

Fuente imagen: OPS
Ya no está Bonomi para echarle la culpa, tampoco son creíbles ya los que tantas veces le echaron la culpa, pues fracasaron con total éxito. La violencia sigue siendo el principal problema por resolver, sin embargo, se la pretendió combatir con ella misma como protagonista. La droga no deja de ser uno de los ingredientes que la promueven, pero no es la única y -quizás- tampoco sea la principal, aunque seguramente tiene un alto protagonismo. La violencia sigue intacta, vive y goza de buena salud. La violencia está enquistada en la sociedad uruguaya y lejos de ensayar algún camino alternativo se sigue apostando a la represión pura y dura que lejos de resolverla sigue fracasando como receta. Los uruguayos nos estamos matando…

¿Y si los matamos a todos?

El tiempo va poniendo las cosas en su lugar, una de esas cosas es la responsabilidad que se le quiso imputar al fallecido Bonomi, sobre los excesos de una sociedad uruguaya que hoy muestra su peor cara. Un rostro que siempre advirtió el extinto y que le valió tanta injusta como infame resistencia. Pero el tiempo, lamentablemente, solo ha sido un fiel reflejo de la razón que siempre le asistió a quien no quisieron escuchar, pero del que han sustraído sus argumentos para justificar un estado de situación que los ha superado por mérito propio.

Lejos de continuar una política de Estado como la que supo impulsar entonces, se dedicaron a destruir un proceso sustituyéndolo por cuadros que resultaron nefastos (por ineptitud, negligencia y/o corrupción), al punto de llegar al desmantelamiento de equipos profesionales para sucumbir in extremis debiendo renunciar nada menos que toda la cúpula de la Dirección Nacional de la Policía.

Renunciamientos que no terminaron allí pues como bien tituló en su momento el periodista Gabriel Pereyra en una de sus columnas en Búsqueda, “La Policía, como el pescado, se pudre por la cabeza”, poco tiempo después fueron “renunciados” el ministro, subsecretario y director general de secretaría, una situación que marcará uno de los peores hitos en la historia de la cartera encargada de la seguridad. Todos los renunciados se fueron por la puerta de atrás y con la pesada mochila de una gestión desastrosa que dejará el peor registro de la historia en materia de violencia extrema.

Con la receta inmaculada de “se terminó el recreo” y “hay orden de no aflojar”, dieron rienda suelta al descontrol y la desidia, perdiendo un tiempo valioso durante la pandemia del que se aprovechó muy bien la delincuencia. Se creyeron que los resultados -producto de la escasa o nula movilidad social y comercial- de la baja de la actividad criminal, eran por mérito suyo y ni bien se recuperó la actividad los hechos se dispararon sin que pudieran contenerlos. 

Hoy la escalada de violencia está incontrolada y los homicidios superan la media de uno por día. Este quinquenio -que aún no termina- está a escasos días de superar la cifra de homicidios de la última gestión frenteamplista, tan demonizada por los gestores actuales.

Si no se terminó el recreo tampoco se cumplió la orden de no aflojar pues a la luz de los hechos el afloje es ostensible. La que no afloja es la violencia que sigue cobrándose vidas uruguayas cada día.

Cada vez que se produce un homicidio se me viene a la mente aquella frase del niño que le preguntaba al padre cómo actuar en esos casos…

- Papá, ¿y si los matamos a todos quien queda?
- Quedaríamos nosotros, hijo… los asesinos.

No hay salida viable si la violencia es el único instrumento, es hora de empezar a transversalizar soluciones civilizadas donde sea otra la herramienta y no la ley del talión. Por eso, resulta inexplicable que no se practiquen campañas públicas de convivencia y se siga apelando a la fuerza represiva como único recurso. Es notorio que hay muchas muertes violentas donde está presente alguna actividad criminal, pero también es notorio que hay situaciones donde la violencia se manifiesta de manera incomprensible para dirimir un conflicto que debería tener otros caminos antes que el exceso de exterminar al otro.

Es verdad que mucho de lo que nos sucede no puede pedírsele a la Policía, eso lo dijo muchas veces Bonomi y le respondieron que eran excusas. Pero el Bicho tenía razón. Una razón que siguen sin reconocer los gestores del fracaso que debieron retirarse por ineptitud o negligencia, dejándonos un escenario que es imperioso modificar en el futuro inmediato.

Ya no hay tiempo para excusas ni frases rimbombantes, el fracaso reconocido por el mismísimo presidente de la República respecto de los homicidios es toda una señal de que nunca estuvieron preparados y subestimaron lo expresado por Bonomi en su momento.

El director de convivencia no existe ni se conoce de su gestión, si el anterior pecaba por exceso mediático e intrascendente, este peca por ausente. La Policía parece más preocupada por reprimir a trabajadores y/o estudiantes que por prevenir y/o reprimir la delincuencia. Claro que obedecen órdenes del mando político en el que ha hecho carne el concepto indeterminado del orden público para aplicarlo en consecuencia contra estudiantes o trabajadores antes que contra la delincuencia. 

Nos prometieron los mejores cinco años de nuestras vidas, pero han hecho todo lo contrario y pasaremos a tener los peores años en lo que a violencia se refiere con un triste récord en homicidios en un quinquenio, desde que se llevan registros.

Es hora de dejar la soberbia y aceptar -con humildad republicana- que necesitamos estar todos juntos para resolver este problema. No hay otra salida que una política de Estado en serio.

Es hora de hacerse cargo, porque los uruguayos nos estamos matando…

 

el hombre escuchó tiros,
el perro gemía por otra muerte…


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