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lunes, 1 de junio de 2020

Buitres después de la una

A pesar que -según la nueva forma de medir los homicidios que instaló el ministro Larrañaga- en mayo los homicidios subieron, no vamos a sumarnos a esa prédica que aplicaron desde siempre los que sobrevuelan esperando desgracias como esas para hacer política de la más baja. Esos carroñeros son siempre los mismos, algunos, escondidos tras el anonimato de las redes sociales, otros, con absoluta impunidad lo hacen públicamente amparados por la claque mediática que los acompaña dando una dimensión que no alcanzarían nunca a estar por su rastrero vuelo. Pero, los carroñeros son así, acechan bajo, casi rozando el suelo, esperando a que su víctima esté abatida para hacerse de sus despojos mortales y darse su festín. Hoy parece ser que volvieron a arrastrarse los buitres uruguayos que aprovechan desgraciadas muertes para su bacanal. Ninguno repara en reconocer el problema como algo que nos abarca a todos sin distinciones, porque todos podemos ser víctimas de lo que nos está matando hoy: la violencia. 


Viejos cucos, mismos asustadores

Bastó conocer el caso de los tres infantes de marina asesinados para que rápidamente surgieran tristes comparaciones con hechos del pasado. No hablaron de los tanques rusos pero poco les faltó; volvieron a la luz los 4 militares muertos en el año 1972 y las redes se volvieron a agitar al impulso de un ex Presidente y otros que sin llegar a serlo tienen responsabilidad institucional que poco les importa cuidar en ese aspecto.

Seguramente, esos promotores hubieran deseado que los tres marinos fueran los únicos muertos de este domingo negro que pasó, sin embargo, la verdadera causante de todas las muertes no repara en esos detalles y la emprende con el que sea. Así, un Juez de fútbol cayó abatido por un rapiñero en Sayago y un padre dio muerte a sus dos hijos pequeños en Rocha, no sin antes advertir a la madre de los niños de lo que haría. Es crudo reseñarlo así, lo sé, pero es lo que pasó. Porque la violencia no mide consecuencias ni repara en la calidad de las víctimas, solo actúa y se regocija con los resultados. Esa violencia que no podemos parar y que se alimenta con más violencia en fatal canibalismo.

Por eso es que resulta inútil responder con el mismo impulso, por más que nos hierva la sangre clamando venganza. Acierto total le asiste al Fiscal de Corte – Dr. Jorge Díaz – quien reclamó responder a estos hechos con más y mejor institucionalidad, no apelar a ella nos hará más primitivos y nos alejará absolutamente de ese grado de humanidad que no podemos perder.

No me puedo quedar callado cuando veo en el portal de El Observador, una brevísima nota reseñando los hechos de 1970 y 1972 – robo al centro de instrucción de la marina y los cuatro soldados muertos, respectivamente – como para justificar los vuelos de esos buitres uruguayos que ya habían despegado ni bien se conociera la noticia. Nada es casualidad, el relato empieza a construirse nuevamente, aunque no haya indicios para hacerlo. ¿Acaso se quiere desviar la atención?

La violencia es notoria y se muestra con sus diferentes caras. La violencia consumista que arrastra a atentar contra la vida de alguien sin medir consecuencias. No tiene valor su propia vida cuando menos la del prójimo que tiene eso que quiero para satisfacer mi necesidad inmediata. O la violencia doméstica, esa que lleva a que alguien se sienta propietario de los sentimientos y no vacile en disponer hasta de la vida de los hijos como mercadería de cambio o de condena para hacer sentir la frustración propia hasta el final de los días, a esa víctima objetivo que ya no corresponde a su sentir.

Y, por supuesto, la violencia extrema como mensaje superior, esa que apunta a dar señales que pocos entenderemos pero que tienen por destino advertir algo a otros al precio de víctimas inocentes que revistan como infantes de marina. Los detalles serán los que diriman la verdadera razón de esas tres ejecuciones que son –en sí mismas- toda una señal a considerar.

Fue un domingo negro, con seis homicidios que cerraron un mes trágico con la sensación latente de que se pasó una frontera que hasta ahora no se había traspasado. Una señal mafiosa que va más allá del robo de tres armas cortas cuando pudo ser mayor el botín en ese sentido (no se llevaron los chalecos ni las armas largas). 

En este momento no hay –no debe ni puede haber- espacio para los buitres, es hora de hacer del tema una cuestión de Estado porque está en juego la vida de los uruguayos y hay un enemigo que acecha y que aumenta su nivel de manifestación cada día que pasa: la violencia. 

el hombre los vio volar de nuevo,
el perro gruñía en guardia…


2 comentarios:

  1. Muy objetivo el artículo. La democracia mediática debe tener objetividad o ésta sociedad se irá a la mierda. Gracias

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  2. Excelente análisis. Y si, la solución es como bien dijo el Fiscal de corte, Dr. Jorge Díaz. Nada mas.

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