Hace pocos días el Presidente Lacalle Pou hizo pública su intención de dar a conocer a todos los partidos políticos el texto definitivo de la tan promocionada Ley de Urgente Consideración (LUC), la que sería remitida en próximos días al Parlamento para su discusión y aprobación. Si bien la Vicepresidenta –Beatriz Argimón- aclaró que la difusión del texto definitivo no implicaba la inmediata remisión al Parlamento para darle trámite, la mera publicidad del mismo indica la firme decisión del Poder Ejecutivo de iniciar el proceso constitucional de su aprobación, sin que la emergencia sanitaria que nos afecta le haga parecer inoportuna la medida...
Tiempos de cautela
Quizás las encuestas de opinión recientemente difundidas estén invitando a las autoridades a la toma de arriesgadas decisiones que merecerían contar con un nivel mucho más amplio de respaldo que la exigua mitad más uno que los llevó al poder, quizás…
En este tiempo de quiebre o punto de inflexión que los expertos coinciden en asignarle a las próximas semanas, no parece ser una medida aconsejable exponernos a retomar el ritmo como lo viene expresando el Poder Ejecutivo, basado en datos estadísticos de alta fragilidad por el bajo nivel de diagnósticos en que basan sus decisiones.
Uruguay parece ser una isla en medio de una región brutalmente afectada por el virus, y no precisamente por haber tomado todas las decisiones a tiempo -demoramos bastante en mermar la actividad aeroportuaria, por ejemplo- sin perjuicio de lo cual no se vaciló en cortar una ruta presumiblemente alta de contagio como era la actividad educativa en todos sus niveles, lo cual no puede dejar de reconocerse como un acierto.
Asimismo, la exhortación al aislamiento voluntario que redunde en un imprescindible distanciamiento social llevó a la toma de conciencia de la población con un altísimo grado de compromiso, a pesar de excepciones que no fueron nunca la regla. La semana de turismo que culminó fue un claro ejemplo de ese nivel de acatamiento que debe enorgullecernos como sociedad y que sería -sin dudas- el principal responsable del bajo nivel de contagio que venimos ostentando (si es que los datos estadísticos reflejan verdaderamente la realidad sanitaria del país), haciendo que estemos en una fase de crecimiento sub-exponencial del virus. Un escenario al que respetados informes académicos relativizan en razón del bajo nivel de diagnósticos que se llevan realizados y la oportunidad de los mismos; nadie se anima a asegurar que en las próximas semanas lleguemos siquiera a achatar la curva de crecimiento, manteniéndose intacto el riesgo del contagio que nos podría llevar a una fase no deseada de crecimiento exponencial.
Un reciente estudio sobre el crecimiento sub-exponencial de casos confirmados de COVID-19 realizado por científicos uruguayos reunidos en el grupo @guiad_covid19, concluye que “Las medidas de distanciamiento social ciertamente disminuyen la transmisión del virus pero la magnitud de su efecto es difícil de estimar. Sin embargo, este patrón de desaceleración podría revertirse si se produjera un aumento de los contactos por fuera de los compartimientos inicialmente establecidos. Es importante tener en cuenta que los regímenes sub-exponenciales pueden pasar de forma más o menos abrupta a un régimen exponencial, aumentando la velocidad de avance de la enfermedad”. (Ver informe)
La vida como urgencia
En medio de esta crisis, el Poder Ejecutivo juega sus cartas y lo hace confiado en que “nada indica que vayamos a estar peor”, como lo expresara el primer mandatario en una de sus promovidas conferencias de prensa.
Sin embargo ese nivel de intuición no se corresponde con una realidad mundial que aconseja ser extremadamente cautelosos a la hora de emitir pronósticos y -fundamentalmente- aprender de la experiencia de quienes nos llevan la delantera en el padecimiento de la pandemia. Escenarios donde el ensayo y error viene costando muchas vidas y que deberíamos leer de forma mucho más detenida y compartida con la mayor cantidad de actores posibles, de modo de hacer de este problema una cuestión de Estado.
Sobrevolar la manifiesta intención -adelantada por uno de sus ministros- de presentar la LUC para su tratamiento y sanción en medio de la pandemia no solo es inoportuna sino que resulta en una decisión profundamente impropia para un sistema democrático como el nuestro, en el que el constitucionalista estableció ese procedimiento reservándolo para situaciones verdaderamente urgentes.
Ni el país tiene tantas urgencias como las que recoge esta ley ómnibus ni tampoco el procedimiento se consagró para menoscabar la democracia eludiendo la posibilidad de escuchar a los grupos de interés que se verán afectados. Grupos que no solo tendrán tiempos exiguos para hacerlo sino que -además- padecerán las consecuencias del aislamiento social que el propio Poder Ejecutivo les exhorta y/o impone.
Las urgencias de nuestro pueblo van por otro lado; de aquel texto difundido en febrero a este que será el definitivo no hay muchos cambios y sin embargo la realidad del país y de su pueblo cambió radicalmente por esta emergencia sanitaria sobre la cual nada dice el texto en cuestión. Y vaya si es verdaderamente urgente lo que estamos viviendo! Hay medidas a tomar en el plano económico, social y sanitario, que no vemos incluidas en el texto presentado.
El gobierno electo está en su legítimo derecho de ejecutar su programa, pero debería ser cuidadoso de la institucionalidad que ostenta el país y no apelar a mecanismos previstos para instancias que no se corresponden con la realidad. Un mecanismo legislativo por el que se intenta modificar políticas públicas impuestas en los últimos 15 años de vida institucional y que merecieron -en promedio- más de 250 días de discusión parlamentaria. Con esta ley se pretenden modificar más de 30 políticas públicas en un plazo menor a 90 días en lo que constituye un ejercicio abusivo de un procedimiento reservado para otras situaciones.
Hoy la urgencia pasa por la vida de todos los uruguayos, esa que está siendo afectada por una pandemia mundial de la que no pudo evadirse el país y para la cual aún no hay una solución a la vista. Esta realidad de hoy si algo nos indica es que debemos ser muy cautos y prevenir los durísimos impactos que padecieron otros países con miles de fallecidos.
A la defensa de la vida de los uruguayos se suman otras urgencias como la de asegurarle una renta o ingreso mínimo a quienes han perdido su fuente de ingreso debido al aislamiento social que le ha cerrado toda posibilidad de trabajo (feriantes, cuentapropistas, dueños de pequeñas y medianas empresas, etc). Ese universo de uruguayos que sostienen la economía social de nuestro país con sus empresas y generan un gran número de fuentes de trabajo, hoy suspendidas.
En este tiempo de crisis sanitaria mundial, un virus es el principal protagonista a combatir; un virus que no contempla el color ni el partido al que haya votado la víctima. Es un tiempo donde un Presidente debiera buscar el mayor respaldo y consenso posible, sin apostar a defenderse con sus aliados solamente, llamando a un gran acuerdo nacional.
Son tiempos donde la tentación de creer derrotado a un enemigo tan invisible como poderoso puede llevar a apresuramientos contraindicados que terminen destruyendo todo avance.
Humanas tentaciones, también, de ser protagonista del éxito o del fracaso, con la penosa salvedad que en esa disyuntiva se juega la vida de muchos uruguayos…
el hombre se ponía un tapaboca,
el perro ladraba desde su casilla…
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