Pasó un fin de semana del patrimonio y no pasó desapercibido. Por lo menos no fue así para el suscrito que, como hago todos los años, salí a recorrer el acervo patrimonial que sumo a mi menguado caudal económico pero del cual -por suerte- no ejerzo administración alguna (de hacerlo ¡sería un desastre!).
Pero qué lindo fue ver como cientos de uruguayos -los que pude apreciar personalmente- se dieron cita para festejar un día visitando a los diferentes lugares que abrieron sus puertas para que los "dueños" cotejaran el estado de conservación de sus "propiedades".
Un acierto por donde se lo mire -del que los uruguayos hemos tomado posesión de inmediato- ha sido esta institucionalización del Día del Patrimono que convoca a recorrer el país entero para conocer y valorar el enorme caudal patrimonial que hemos construido y del que tenemos el caro compromiso de conservar. Para ello, no hubo mejor idea que determinar esta fecha para mostrar a propios y ajenos (muchos turistas comparten la movida), el montón de obras y actividades que resaltan patrimonialmente como preciado tesoro para los uruguayos.
Y sí, algo definitivamente está cambiando entre los uruguayos y es algo bueno. Se nota en la cara y en la actitud de los paseantes. Se percibe en el ambiente -mucho más distendido por cierto que el que pudo reflejar una reciente encuesta de percepciones ciudadanas difundida por el Ministerio del Interior- acá se intuye otro sentimiento en positivo.
Hace pocos días no más, cientos de miles se dieron cita -al igual que el pasado fin de semana- en las calles de Montevideo, para celebrar el Bicentenario de la designación de José Artigas como Jefe de los Orientales. Más de trescientos mil celebrantes que hicieron de la fiesta un ejemplo de convivencia que no pudo aportar negativos titulares.
Tanto mérito hay en la ausencia de incidentes como en la ocurrencia de algunos, sin embargo solo el morbo vende y los titulares no destacaron como correspondía el logro. Aunque pensándolo un poco, es lógico que así suceda, o por lo menos así sucedía antes. ¿Será que de a poco vamos recuperando lo perdido? Aquella natural forma de percibir y sentir la seguridad del entorno que hoy -a estar por los resultados divulgados- no ocurre. Hechos como éstos, donde miles se convocan y disfrutan en sana convivencia debiera ser regla y no excepción, quizás así lo percibieron los medios y se adelantaron a los acontecimientos.
Un ejemplo notorio ocurrió el sábado en la tarde en plena Plaza Fabini. Allí se convocó mucha gente, (varios cientos), es que la Banda de músicos de la Jefatura de Policía de Montevideo daba un espectáculo musical que pronto hizo las delicias de los sorprendidos transeúntes que pasaban por el lugar. Tan pronto como se formaron parejas de bailarines que coparon la plaza mientras alrededor seguía concentrándose más gente.
La alegría ciudadana era patente, y patente era también las ganas de compartir esas sensaciones con quienes estaban allí. Es que los uruguayos no sabemos celebrar en solitario, y eso es también algo bueno.
Lo dicho, algo está cambiando en el Uruguay y es algo bueno.
el perro mordisqueaba la correa,
el hombre lo dejó atado mientras recorría el museo
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