Ni coordinados ni inteligentes
Las afinidades ideológicas pueden servir para muchas cosas, algunas buenas y otras no tanto. En el caso de marras todo parece indicar que las segundas son las que predominan, y si no fueron obra de un accionar premeditado, tuvieron un nivel de improvisación tal que califica de grave para quienes tienen la responsabilidad de dirigir un país.
Tanto que se habló, en tiempos de discutir la LUC, sobre la labor del Coordinador de Inteligencia, que ahora, cuando se debería ver el fruto de su gestión, lo único que se puede concluir es que no hubo ni una pizca de inteligencia, mucho menos de coordinación. Tal parece que estamos ante un gobierno afecto a la creación de cargos vacíos de contenido como el del vocero presidencial que todos vimos nombrar pero que nadie ve asumiendo el rol de tal…
La cuestión fue que en el caso del narco uruguayo, (al que se le otorgó un pasaporte en tiempo récord mientras cumplía arresto en Dubai, y con el cual obtuvo su libertad), no sólo no se cumplieron con los mínimos y elementales controles administrativos, sino que responsabilizan al gobierno anterior, algo que no es nuevo. Así como lo leen, se pretende fundamentar la irresponsable entrega documental usando como argumento una norma que leyeron rápido y mal. Una norma que dice claramente en su artículo 5 que “No se dará curso a ninguna solicitud de Pasaporte sin la comparecencia personal del interesado”. (Ver Reglamento)
Una norma que no inhibe a quien la aplique de usar el sentido común llegado el momento, ¡y vaya si este lo justificaba!
¿Cómo puede explicarse que mientras el Ministerio del Interior colaboraba con la DEA en una investigación internacional sobre dicha persona, por otro lado el Ministerio de Relaciones Exteriores libraba un documento que le permitiría obtener la libertad y constituirse formalmente en prófugo de INTERPOL a partir de ese momento? Porque fue ahí cuando se consolidó una fuga imposible de haberse podido consumar si hubiera primado el más común de los sentidos que hoy es una carencia superior de este gobierno.
Hicieron gárgaras de ser los mejores gestores pero no falta ocasión para que demuestren lo contrario o para deslindar responsabilidades cuando la situación los compromete. Este es un caso notorio.
No hubo control alguno, y mucho menos se compartió la información existente que daba cuenta de un prontuario imposible de eludir. Para la Policía no era un ciudadano cualquiera, por más libre de antecedentes que le saliera el certificado. Casos recientemente atendidos lo comprometían, y daban al menos lugar para sospechar la imperiosa urgencia de la solicitud y si no cabría la necesaria prudencia de estudiar con tiempo la misma. Si nos ponemos detallistas, podríamos afirmar que fueron tan rápidos como pudieron para sortear la mínima posibilidad de que alguno pudiera interrumpir el ciclo vertiginoso de una expedición documental récord como esa.
Tiempos que solo quien se sabe en falta grave puede manejar con semejante precisión y maestría en una sincronizada maniobra que permitió concretar la finalidad perseguida por su principal responsable. Una cadena de “favores” que hicieron la vista gorda o la ineptitud mayúscula de dejar en evidencia la falta de profesionalismo absoluta a la hora de cumplir con una mínima dosis de coordinación entre los organismos de inteligencia del Estado.
Demasiadas casualidades para confirmar el papelón internacional de un país que antes era calificado y premiado por los organismos internacionales de lucha contra la droga y que hoy asisten a episodios que colocan a Uruguay en una situación incómoda.
Los días pasan y una doble interpelación está en la agenda para desnudar más detalles de una gestión administrativa llena de dudas y gestiones al más alto nivel.
Quien gestionó la huella y firma de Marset en Dubai, ¿no informó de su condición de detenido por uso de pasaporte paraguayo falso? Si no lo hizo incurrió en una falla grave que merece investigarse; si lo hizo, debió generar alguna suspicacia administrativa sobre la pertinencia de la solicitud… algo que nadie reparó ni hizo, por supuesto.
Hoy se conocen más detalles del caso que oscurecen una gestión manchada por la sospecha y que dejan muy mal paradas a las autoridades. Las mismas que pretenden ampararse en la letra fría de un Decreto que no impide pensar y mucho menos coordinar acciones para que no ocurran casos como el de Marset.
Pero claro, para eso hace falta un poco –sin pedir mucho- de inteligencia…
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