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miércoles, 6 de julio de 2011

La solidaridad es la solución

“La solidaridad es la solución”
                                  Insp. Mayor José Luis Rondán
                                   (Jefe del operativo policial en Cerro Norte – 30/6/11)



Han pasado ya casi cuatro meses desde que el Ministerio del Interior dispuso cambiar la operativa policial y dar frontal lucha a la delincuencia, poniendo en práctica los mediáticamente llamados “megaoperativos” policiales (el nombre técnico que la Policía da a los mismos es el de “operativos de saturación policial”).

En aquellas zonas en las que campeaba el delito, y en las que quienes estaban al margen de la ley obraban con total impunidad, se comenzó una modalidad de saturación policial que era precedida por un trabajo previo de información e inteligencia. Respondiendo a información georeferencial que revela las zonas de mayor índice delictivo, se coordina con el Poder Judicial para gestionar las órdenes de allanamiento que acompañan cada operativo. Primer elemento que los distingue claramente de las razzias con las que se pretendió comparar estos procedimientos.

Seguramente en los primeros fueron sugestivamente altas las detenciones ocurridas las que respondieron en su casi totalidad a la resistencia que generó la presencia policial en dichos lugares en los que dominaba ampliamente quien estaba por fuera de la ley. Aquellos vecinos que sufrían las consecuencias de la delincuencia manifestaron desde el primer operativo su satisfacción por la acción realizada. Vecinos trabajadores que eran víctimas de aquellos a quienes no les gusta este tipo de intervención de la autoridad.

Transcurridos varios meses desde aquel 7 de abril en Chacarita de los Padres hasta este presente de inicios de julio, se han operado cambios que merecen considerarse.
La opinión pública –más allá de sensaciones térmicas- expresa su amplio apoyo a la iniciativa con guarismos que llegaron a difundirse en cifras de un 81% (que seguramente es mayor hoy). Ello no quiere decir que sea esta la solución ni mucho menos, pero para llegar a resultados diferentes había que hacer cosas diferentes.

Se criticó el carácter mediático que tuvieron los operativos, negando la posibilidad de entender la difusión de los mismos con un doble efecto: disuadir la ocurrencia de hechos delictivos en una clara actitud preventiva, y brindar transparencia a procedimientos policiales que tendrían a los medios de prensa controlando su accionar y otorgando espacios a la población para que se expresara acerca de los mismos.

Estuvimos en varios, nadie nos contó lo que escribimos, lo vivimos. Una amplísima mayoría de ciudadanos se muestran satisfechos por la acción policial, hartos de padecer la impunidad y deseosos de recuperar la tranquilidad perdida en sus barrios.

No reconocer la realidad era el principal escollo a vencer, alejar los prejuicios y admitir que para cambiar la realidad era necesario reconocerla primero y actuar después. Al país le va mejor en muchos aspectos y por tanto no hay más excusas para que quienes viven al margen de la ley aprovechen la ocasión de incluirse. Opciones y oportunidades están vigentes en un gobierno progresista que inició con Tabaré y se continúa con Pepe.

Seguramente hoy la percepción es otra y aunque quedan coletazos de resistencia en la propia izquierda, son cada vez menos los que desconfían de las acciones emprendidas. Y si queda alguno, es tarea militante y muy nuestra (principalmente de quienes compartimos el día a día del trabajo del gobierno), informar a los compañeros y vecinos para vencer todo prejuicio al respecto.

Ya no hay tiempo para excusas, nos debemos la tarea de informar el trabajo y los objetivos de un proyecto a largo plazo que nos devolverá –sin lugar a duda alguna- la confianza y la tranquilidad perdida. Pero no basta con sumar solo exigencias, hacen falta voluntades que acompañen.

En el último operativo de saturación policial en Cerro Norte, se invitó a la prensa a conocer desde el inicio la realización de los mismos. Accedieron por invitación del propio Ministerio con el objetivo cierto que se formaran opinión y pudieran discernir por sí mismos acerca de la naturaleza y alcance de la acción de la Policía Nacional en estas acciones (y del Ministerio como autoridad política).

En ese operativo, comandó el Comisario José Luis Rondán, quien compartió conceptos con los periodistas mientras alternaba con la dirección del operativo. En uno de los tantos momentos que pudimos escucharlo acertó a definir –en su opinión- por donde pasa la solución que nos preocupa a los uruguayos. “Nos falta más solidaridad” –dijo- y lo compartimos plenamente. La solución no vendrá impuesta ni se dará en solitario desde la autoridad política o policial. La verdadera solución debe construirse entre todos con participación ciudadana, sin la misma es una utopía inalcanzable.

Un ejemplo bastó para resumir sus dichos: “en esta zona, días pasados, se frustró una rapiña a un taximetrista... los vecinos comenzaron a prender las luces de sus casas y los delincuentes terminaron huyendo y el taxista salvó la situación. Eso fue posible por la acción conjunta de los vecinos que solidariamente actuaron...” dijo.

Hoy la prensa reseña con menos espectacularidad las acciones; los vecinos –en su gran mayoría- apoyan, otros reclaman más presencia en horarios de la noche. La delincuencia está rodeada y lo sabe. Se acabó la impunidad (en toda la acepción de la palabra) justo en momentos que el Presidente revocó los actos que ampararon gobiernos anteriores en la Ley de Caducidad.

Hoy no puede decirse que los operativos estigmatizan zonas, como todavía sostienen algunos. Es un deber nuestro explicarle -a quien así piensa- para que conozca el verdadero sentido de incursiones pensadas para la inmensa mayoría de vecinos que deben soportar agresiones o privaciones por quienes verdaderamente estigmatizan esas zonas: los delincuentes.

El Estado debe recuperar espacios y esa es la etapa que debe completar el trabajo iniciado. Decir esto no es criticar ausencias sino reconocer que hay que profundizar la presencia del mismo en los espacios que se perdieron o cedieron. Esa acción abonará en la construcción de esa solidaridad de la que habló aquel Policía que nos habló de ella una mañana de invierno en el Cerro.


el hombre se juntó con el vecino,
el perro, con la perrada...

Orientales tan ilustrados como ¿delincuentes?


Quizás alguno se escandalice por el título que elegimos para esta nota pero seguramente compartan el mismo cuando lean lo que me sugirió una nota del semanario Búsqueda de esta semana, que comenta lo que invierte el Estado para mantener a un joven privado de libertad y lo que se invierte en educación para el mismo joven.

La diferencia es abismal no solo por el monto, sino por el tiempo en que ese monto se consume o invierte. Según el periodista, (Guillermo Draper), se invierte en la privación de libertad de un menor la misma cantidad que el Estado destina a la educación en todo un año lectivo de un alumno de Primaria o Secundaria. Ese punto inspiró esta nota, pues resulta llamativo (y paradójico al mismo tiempo), que la frase que todos reconocemos y que se atribuye al prócer oriental, no se corresponda en estos tiempos.

A estar por estos datos algo estamos haciendo mal.

O bien se invierte muy poco en la educación (lo cual nos parece raro en un gobierno que aumentó el presupuesto llevándolo al 4,5 % del PIB y que atado al crecimiento del mismo aumenta proporcionalmente también), o bien se invierte demasiado y mal en la privación de libertad a los jóvenes infractores, si nos atenemos a las estadísticas frías de la participación de menores en delitos.

Cabe consignar que no es una lectura lineal la más recomendable y hay que hilar fino para poder acertar al momento de emitir un juicio que se aproxime a la realidad de la información. La inversión en el caso de los menores privados de libertad puede corresponder a datos que incluyan obras y ello incida en el resultado. Lo cual podrá variar sustancialmente una vez que esos costos no se consideren al tiempo de cerrar las cuentas. Sin embargo, aún con esa salvedad, la comparación rechina.

Cualquiera de los dos aspectos pueden ser ciertos: invertimos mal en educación (los últimos resultados internacionales nos hicieron un llamado de atención importante que hay que atender), e invertimos mal en la privación de libertad de los jóvenes infractores (que se fugan, reinciden y se vuelven a fugar).

En rigor a la verdad- justicia es decirlo- los niveles de fugas han descendido pero sin llegar al cero que todos aspiramos. No ya por la privación lisa y llana de quien siendo menor ha cometido alguna infracción o delito, sino porque con ella aspiramos que se efectivicen los procesos de rehabilitación que no se aplican por efecto de las fugas.

Seguramente haya que invertir la gráfica de manera urgente, una mayor inversión en educación asegura un mejor futuro para los jóvenes y restringe las posibilidades de que esos jóvenes incurran en el delito como forma de realizarse en la vida. También es cierto que “los derechos de niños, niñas y adolescentes deben ser defendidos y recetados como un valor superior que no puede ser mensurado en términos económicos”, al decir de los firmantes de la Comisión Nacional No a la Baja de Edad de Imputabilidad, que integran partidos políticos y organizaciones sociales. Pero no alcanza con decirlo, debemos actuar de inmediato para que sea posible una regresión de las cifras que involucran a menores en delitos (en lo que a delitos violentos refiere es un dato cierto una participación que supera la mitad de los mismos, 53% según las últimas cifras divulgadas por el Observatorio de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior). Pero –y es lo que más nos preocupa- es imperioso marcar una regresión a tiempos pretéritos en lo que a educación se refiere, para que el Uruguay vuelva a lucirse y seamos ilustrados nuevamente en niveles que supimos ostentar (y más aún).

No me sumo –ni por asomo- a una campaña oportunista como la que llevan adelante los impulsores del referéndum por bajar la edad de imputabilidad. Ese es el camino más corto (aunque, si cuaja, verá la luz en el 2014) y menos efectivo. Prefiero el camino largo, un camino que se prolongue en el tiempo a la vez que opera el cambio cultural que necesitamos para recuperar los niveles de seguridad perdidos. No es bajando la edad que obtendremos menos delincuencia, hacerlo solo nos garantiza que tendremos delincuentes más jóvenes (niños), abunda la experiencia internacional al respecto.

La educación es la vacuna, el único remedio posible y tangible que nos dará efectos duraderos. También es la opción más barata, por lejos. Y ello porque no se mide en términos económicos solamente, se mide en desarrollo personal de cada individuo beneficiado por la misma y que se vuelca luego –de modo inexorable- al país. Pero no se trata de una bolsa rota a la cual verter recursos, hay que hacerlo con criterio y visión a largo plazo. Esa media nos devolverá beneficios para todos, principalmente para esa franja de sociedad que queremos sean motor de un país en desarrollo y a quienes no queremos ver detrás de rejas.

El país requiere de esos ilustrados y valientes orientales, los hechos marcan un tiempo inmejorable para recuperar la magna frase.

Depende de nosotros saber aprovecharlo.


 el hombre no firmó,
el perro gruñía al señor de rojo 

lunes, 20 de junio de 2011

Hay Patria para todos (y para rato)


Publicado en La ONDA digital

El país registra nuevamente un crecimiento contra todo pronóstico de los que presagiaban que se terminaba el “veranillo” económico que nos tiene con el viento en la camiseta desde hace tiempo. Y precisamente en tiempos de crecimiento económico es lógico pensar que la redistribución de la riqueza (y lo que de ella deriva como consecuencia) se haga con un poco más de justicia.

Tampoco es cuestión de recargar a quien más tiene por puro capricho, sino tan solo es pedirle que sacrifique un poco de su ganancia (si hilamos fino al fin de cuenta es también plus valía), para que esa porción sacrificada sirva para recuperar lo que su crecimiento económico provocó. En otras palabras: hacerse cargo -sino en todo por lo menos en parte- de ese costo de infraestructura que se deterioró por el incremento de su actividad productiva. Una especie de círculo vicioso (que tiene más de virtud que de vicio), que nos da ingresos pero también rompe rutas y caminos.

Es lógico que si mi actividad comercial me significa un crecimiento exponencial, acompañe con ese crecimiento económico mi responsabilidad por cuanto debo hacerme cargo de esa parte de infraestructura que mi actividad necesita, utiliza y desgasta. Ello, por supuesto, al caudal del propio uso que le doy con mi trabajo productivo.

Es una consecuencia lógica que cualquier gravamen que se pretenda impulsar tendrá resistencia, pero este particularmente debe ser el que más se acerca a un pensamiento de izquierda. La concentración de tierras así como de la riqueza debe tener su contrapeso en los impuestos de modo de hacer realidad la regla tan usada de que “pague más el que más tiene o el que más gana”.

Se podrán esgrimir mil excusas y otras tantas razones para tratar de impedir que cuaje, pero la mayoría es conteste en aceptar como justo este gravamen. Una mayoría legitimada por ser contribuyente de peso en la generación del presupuesto nacional como trabajadores que aportan cada mes su IRPF, por ejemplo.

Se manejan variantes, e incluso -quienes serían los afectados por este impuesto- han barajado la idea de generar un mecanismo que permita que el dinero que se recaude se destine directamente a los fines propuestos (¿a cuáles si no?), y no que sean vertidos a Rentas Generales. Eso, que puede parecer una medida garantista para los que pagan el tributo, también puede resultar poco si los que eso pretenden piensan que, agotadas las obras, se termina el gravamen. El mantenimiento de una obra requiere un trabajo persistente y continuo, por lo que pensar costos fijos es un error.

Por otra parte, es mezquino pensar en retacearle recursos a un Estado que ha propiciado las condiciones para su crecimiento. Si hoy cuentan con un excelente grado de desarrollo es porque el gobierno propició un marco regulatorio que favoreció la inversión de la cual hoy disfrutan. No parece justo pensar en solo disfrutar de los beneficios y no hacerse cargo de los costos que ese beneficio genera.

Particularmente es notorio ver el deterioro de ciertas rutas donde el tránsito pesado ha generado verdaderas canaletas en el asfalto, originando peligrosos desniveles de los que este tipo de gravamen bien puede hacerse cargo para su reparación. Ni hablar de la caminería rural que también padece esas consecuencias.

Entonces, si quienes deben soportar este impuesto han sido los más beneficiados por la bonanza económica, ¿por qué se resisten? Un poco de solidaridad contributiva no les vendrá nada mal, y permitirá ser más iguales en la desigualdad, a los orientales.

En estos días se han hecho anuncios alentadores sobre el país que se viene. Yacimientos de petróleo son casi una realidad; reservorio de gas -mayor al de Bolivia- se anuncian en nuestro territorio; uranio; carbón; en fin, riquezas naturales de las que siempre pensamos eran de otros lugares, se denuncian uruguayas. Casi una confirmación de lo impensable -por mucho tiempo- acerca del salto que había hecho la naturaleza cuando nos marcó un lugar para vivir.

El futuro recién empieza, y si es con más justicia social y tributaria, mucho mejor. Hay (y habrá) Patria para todos... y para rato.





el hombre ya se sentía un Jeque,
mientras el perro le meaba las alpargatas...

*Columnista uruguayo
LA ONDA® DIGITAL

viernes, 17 de junio de 2011

El Sur (de nuevo) existe

 Publicado en La ONDA digital

¿Quien no registra el famoso cuadro de Joaquín Torres García conocido como el mapa invertido de América del Sur? Ninguna obra pictórica resume tan gráficamente la idea de un norte al que se toma como referencia, y por el que el artista se sintió inspirado a invertir el mapa para realzar la idea de que el sur también existe.

Y por si fuera poco, un pequeño rincón de ese sur -que puja por hacerse ver y sentir- marca la agenda en forma hazañosa. Seguramente resulte inexplicable al concierto internacional, no ya nuestra existencia, sino la relevancia que tienen nuestras humildes acciones llevadas adelante por no menos humildes protagonistas (actitud que los dimensiona plenamente).

Ese norte anhelado dejó de ser tal para miles de compatriotas que aprontan las valijas apurando el retorno. Un regreso para el que aún no estamos preparados pero que tienta y acelera los tiempos para estarlo cuanto antes, pues quien se fue con esperanzas e ilusiones puestas en otros horizontes que hoy padecen crisis, piensa en el regreso a este (otro) país que felizmente estamos construyendo.

No es casualidad tanta buenaventura acumulada. A la suerte había que saber ayudarla, y ya no se trata de pura fortuna sino de deberes cumplidos con responsabilidad y seriedad. Esos atributos que generan confianza para que el Mundo nos tenga como referentes a la hora de elegir donde invertir. No es menor que hoy se cite a Uruguay por su ejemplar comportamiento a la hora de enfrentar la crisis europea (de la que no se salvó nadie en este sur devenido en norte, salvo nosotros que lejos de padecer sus efectos, crecimos).

Hoy la oposición concentra sus baterías en aludir a los desencuentros del equipo de gobierno. Como si los uruguayos no recordáramos pasadas situaciones vividas en tiempos que ellos gobernaban. Detrás de esa andanada de argumentos contrarios se esconde una intención manifiesta de aprovechar este momento porque se acaba. Son conscientes que si el gobierno de Tabaré realizó grandes cambios estructurales, este gobierno de Mujica será la continuación y reafirmación de ese rumbo. Los efectos se están disfrutando y lo poco o mucho que queda por resolver, será cuestión de poco tiempo más. Estamos seguros de eso pues hay proyecto y trabajo puesto en los problemas que más aquejan hoy a los uruguayos (por lo pronto en lo que a seguridad refiere no tenemos dudas).

El tiempo de criticar es ahora porque saben (lo presienten), que en poco tiempo más los resultados hablarán por sí solos.

Este sur mutado en norte recoge los frutos de una siembra que lleva seis años de continua mejoría. La economía -en una sociedad donde el capital y el mercado son motores-debe ser el instrumento que permita el pleno desarrollo de la sociedad. El estado de bienestar y crecimiento es el nicho donde invertir esos frutos. Y ese círculo virtuoso generará más desarrollo aumentando el potencial de las nuevas generaciones.

Los beneficios serán inevitables y algunos de ellos los estamos disfrutando. No es por casualidad que se registre un récord histórico de desempleo; no es casual el volumen de inversiones que recalan en este lugar del mapa; la tremenda actividad portuaria marca índices desconocidos, por citar tan solo algunos casos.

Hasta en el deporte más popular se reflejan los resultados. Señal inequívoca de que vamos por buen camino. Uruguay mereció un más que disfrutable cuarto puesto mundial y va por consolidar el prestigio obtenido en buena ley. Los juveniles futbolistas uruguayos se clasifican a todos los mundiales; Peñarol se mide por ser el mejor de América. Parece inevitable convencernos de que somos el norte para muchos que hoy están al sur del mapa de Torres García.

Queda mucho por mejorar, es cierto. La educación tiene un debe que necesita reformular para volver a ser lo que antes fue para orgullo de los orientales. La vivienda -ese otro gran desafío para este gobierno- tiene su apuesta en el Plan Juntos, y tenemos que promoverlo. La seguridad completa y encabeza esta terna, pero en este tema estamos convencidos que pronto se verán resultados que sepultarán definitivamente toda crítica.

El tiempo de criticar es ahora, y lo saben...

el hombre no precisaba brújula,
el perro tampoco

* Columnista uruguayo
LA ONDA® DIGITAL

sábado, 11 de junio de 2011

Noche de furia y molotov

 Publicado en La ONDA digital

Martes 31 de mayo, sobre las siete y pico de la tarde llega la manifestación convocada por varios colectivos sociales en contra de los operativos policiales de saturación que se empeñan en denunciar como razzias. Entre ellos -además de Plenaria Memoria y Justicia- se sumaron integrantes del sindicato del taxi (SUATT).

Particularmente estos últimos convocantes desconciertan ya que son algunos (si no los primeros), que dejan de entrar en los lugares donde la Policía ha realizado acciones en procura de devolver la tranquilidad y seguridad dejada en manos de los delincuentes. Esa actitud desafiante y contraria a este tipo de acciones que por un lado se reclaman y por el otro se rechazan, deja espacio al desconcierto e incertidumbre acerca de la razón de los reclamos.

Cada vez que un trabajador del taxi es víctima de acciones violentas (algunas con resultados trágicos), se recurre al reclamo y la protesta en procura de acciones policiales. Sin embargo, cuando ocurren estas acciones -buscando recuperar el orden y la tranquilidad perdida- se vuelcan al rechazo y la protesta, desconociendo toda explicación y sumando su voz al reclamo fácil y destemplado de quienes no quieren que cambie nada: la propia delincuencia.

Hasta el cansancio se ha explicado y argumentado sobre los operativos policiales, que se han ido perfeccionando con criterio selectivo y amigable, ya que el objetivo principal es facilitar el ingreso y permanencia del Estado en los lugares que habían sido apropiados por los delincuentes. Hablar de razzias y con ello incitar al desconocimiento de la autoridad, es un paso temerario que se agrava con los hechos de violencia ocurridos recientemente.

En un Estado de Derecho, todo ciudadano tiene derecho a manifestarse libremente siempre y cuando con ello no vulnere la libertad de otros o afecte la seguridad pública. Algo tan elemental que no merecería siquiera referirse en tiempos de consolidación democrática con alternancia de los tres partidos políticos mayoritarios en el poder. No obstante lo cual, quien se manifiesta con el rostro oculto y porta elementos combustibles para alterar el orden y provocar daños, demuestra una actitud contraria a los valores democráticos que son base de nuestro sistema.
Con las acciones de protesta violenta deslegitimaron sus reclamos, con el agravante de configurar una conducta delictiva que puso en riesgo la seguridad pública hasta de los propios concurrentes a la convocatoria.

Por otra parte si algo no puede decirse de esta administración es que haya pecado de soberbia, sino todo lo contrario. Se ha recibido a cuanto colectivo o individuo solicitó entrevista para hacer conocer sus reclamos. Por el despacho del propio Ministro Bonomi y/o de sus asesores han desfilado sindicatos, familiares de víctimas del delito, dirigentes deportivos, referentes de hinchadas, por citar algunos. Buscar un cambio de rumbo mediante amenazas o reclamos violentos no son de recibo ni necesarios, salvo para quienes no buscan soluciones sino protagonismo a través de los mismos.

El motivo de la marcha eran los operativos policiales de saturación o “mega operativos” como los bautizó la prensa. Todavía es demasiado pronto para medir una tendencia, pero los datos recogidos y monitoreados día a día nos indican una disminución, (tímida pero sostenida), de los índices delictivos a partir de estas operaciones. En tiempos en que el país registra índices económicos históricos, no hay excusas para la exclusión social.

En cuanto al objeto del reclamo de esta manifestación, no hay retorno posible. Los procesos incipientes denunciados deben ser sofocados ahora que es viable hacerlo sin mayores traumas. Pero ello no será al margen de la ley, sino con total apego a las garantías constitucionales que protegen los derechos de todos los ciudadanos y que se aplican en estas acciones. Si algún exceso ocurre, están los mecanismos legales para proteger los derechos violentados y no tengan dudas que no habrá omisiones al momento de investigarlos. Sobradas pruebas da y seguirá dando este Ministerio acerca de controlarse a sí mismo (Asuntos Internos es quien inicia y deriva a la Justicia, la mayoría de las denuncias sobre irregularidades en las que participa un funcionario policial).

Hoy es la incoherencia la que nutre a estos colectivos. Al no obtener las respuestas que esperaban (en todo momento hubo una postura pasiva de la policía), tomaron la iniciativa con actitudes violentas. Primero derribaron un vallado, preventivamente puesto para evitar lo que acertadamente había previsto la autoridad política; luego las piedras y los cócteles incendiarios que dejaron estelas encendidas en plena calle Mercedes. Si hubieran llegado hasta la puerta misma del Ministerio del Interior, el resultado hubiera sido nefasto para la imagen institucional. Con los hechos ocurridos demostraron su objetivo. También es justo decir que seguramente muchos de quienes asistieron y presenciaron esa actitud no los acompañen más. Sabemos que hubo gente convocada para una manifestación y no para lanzar molotov o piedras.

Una noche de furia incomprensible. La actitud disuasiva de la Policía fue la razón de no lamentar mayores daños. Contrariamente a lo que informó alguna prensa (dos medios escritos particularmente), la Policía no utilizó gases lacrimógenos, sin embargo la tristeza de los actos pudo hacer llorar a algún despistado y ello motivó las alusiones. El único gas que se vio fue el de un extintor que utilizó el bombero que apagó los derrames incendiados de dos molotov que estallaron por la calle Mercedes.

La calma volvió en escasos minutos, tan escasos como el tiempo que duró la llama encendida de las irracionales incendiarias que estallaron ese día.


el hombre no se subió al taxi,
el perro sabía que aquello era su forma de protesta


*Comunicador uruguayo
LA ONDA® DIGITAL

lunes, 30 de mayo de 2011

Razzias eran las de antes...

Publicado en LA ONDA® DIGITAL


Todavía persiste algún sector de la prensa, (cada vez más reducido y en retirada), en querer calificar a los operativos de saturación policiales como razzias. Seguramente intentan con ello desprestigiar una gestión que pretende -con su trabajo- devolver lo que los uruguayos hemos perdido por décadas de abandono y que hoy ocupa el primer lugar entre las prioridades de cada ciudadano: la seguridad.

Una reciente reseña latinoamericana (Activa Research), nos ubica en el primer lugar del concierto latinoamericano en lo que a sensación de inseguridad refiere. Un dato que hay que saber interpretar pues difiere con la realidad objetiva, por cuanto muchos de los que dicen sentirse inseguros no han padecido eventos, (y quizás nunca los padezcan), pero se suman al sentimiento colectivo. Una especie de contagio que se nutre de imágenes y realidades de otros, la mayoría de las veces.

No obstante ello no negamos que los uruguayos estamos viviendo un deterioro social que tiene su veta violenta que apreciamos en la crónica roja de los noticieros. Un deterioro que no está por generación espontánea ni mucho menos. Sin embargo, tras padecer los desastres de administraciones que nos sumieron en crisis tras crisis y de las que siempre se emparejó para abajo, (sufriendo también las políticas sociales que, o dejaron de aplicarse o recortaron sus recursos en función de la mentada crisis de otrora), fue el gobierno de izquierda el que comenzó el largo camino de regreso a lo que alguna vez fuimos. Las políticas sociales tuvieron en el primer gobierno un empuje sustancial que en este segundo se continúan y profundizan, a sabiendas que los años perdidos no se recuperan de un día para otro ni de un gobierno para otro. Décadas de deterioro social llevarán años para revertirlas, pero el camino se hace andando y en eso estamos hace seis años.

También es cierto que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas, haciendo lo mismo de siempre no se consiguen otros resultados. Entonces, ¿por qué la crítica a lo que ha comenzado a aplicar el Ministerio del Interior con estos operativos? ¿Es tan difícil advertir que el objetivo es erradicar la delincuencia y no vulnerar derechos civiles de nadie y mucho menos de las clases menos privilegiadas?

Se ha explicado hasta el hartazgo que los operativos policiales se basan en las órdenes de allanamiento que expide el Poder Judicial y es en base a esas acciones coordinadas con el Poder Judicial (del que la Policía es su auxiliar), que se desarrollan los mismos. Claro que no será nunca igual un operativo que otro (aunque parezcan similares), y ello por varias razones. La primera (que seguramente irá menguando con el tiempo), es que los lugares más problemáticos reciben a la Policía con agresividad lo cual obliga a un despliegue masivo de fuerzas que le dan la espectacularidad que critican quienes rechazan las medidas. Aquellos lugares en que no hay resistencia a la acción policial no requieren de la masiva presencia de efectivos. Esa es la principal razón del número y del despliegue que a algunos molesta.

Por otra parte, también es cierto que a medida que se suman estas acciones, la Policía adquiere mayor experiencia y corrige los errores que puede cometer en los despliegues y gana efectividad con cada acción. La población -cada vez en mayor número- aprueba este accionar y reconoce los efectos mediatos e inmediatos del accionar policial que se condice con una desaceleración en la producción de eventos delictivos que comienza a apreciarse en los datos estadísticos.

Se criticó también que solo se realizaban en los barrios más humildes, lo cual se demostró equivocado cuando se hicieron operaciones en Pocitos, La Unión y Punta Carretas, que no serán los únicos que demostrarán que no hay fronteras para combatir el delito en todo el territorio nacional. La diferencia está en que según el lugar, se instrumenta la operativa.

A tal punto se va evolucionando en los operativos que incluso se ha contado con la presencia de magistrados que han presenciado el desarrollo de las acciones como ocurrió en Las Piedras, recientemente. Asimismo la tecnología -que con la ejecución del presupuesto se adquirió y comienza a aplicarse- acompaña las acciones mejorando los niveles de actuación (detectores de metales, sistemas de reconocimiento dactilar).

También se cuida mucho desde la Secretaría de Estado que estas acciones no se hagan a espaldas de la opinión pública. Por ello, y salvando la más elemental reserva que proteja la efectividad operativa de una acción judicial en proceso, una vez asegurada la zona y preservada esa instancia, se comunica a los medios de prensa con una doble intención: la primera, que sean testigos de la acción policial y al mismo tiempo, garantes de los derechos de los ciudadanos que son circunstanciales protagonistas; y la segunda, de carácter interno, generando la sensación de compartir la operativa bajo un estricto control que se documenta en imágenes (lo cual también oficia de garantía para quien aplica correctamente los procedimientos establecidos).

Así y todo se las califica de razzias y con lo que hemos expuesto difiere notoriamente con aquella práctica de salir a realizar redadas indiscriminadamente para cumplir la cuota establecida, sin dar explicación alguna de las detenciones. Bastaba con estar en el lugar por donde pasaba el ómnibus o la “chanchita”, para ser uno más para la cuenta de ese día.

Como nos pasó aquel día en que al Gordo Guillermo no se lo pudieron llevar...

El Gordo había salido con nosotros esa noche de invierno a caminar por 8 de Octubre. En las maquinitas se daba la movida nocturna por entonces y nos encontró enfrascados en la lucha por derrotar naves espaciales enemigas cuando escuchamos una frenada y, todos contra la pared. Una camioneta paró frente al salón; alguno que se quiso escapar terminó de una en el interior del vehículo sin pedirle siquiera los documentos. La camioneta se fue llenando con los que aquella noche estábamos allí y el Gordo Guillermo quedó para el final. Cuando le tocó el turno, el que estaba al frente del operativo intentó subirlo pero la capacidad colmada de la camioneta hacía imposible hacerlo. El Gordo ponía empeño y esfuerzo por entrar pero, ni ahí. El encargado empujaba sin éxito, el Gordo excedía toda posibilidad de embarque. Finalmente, lo dejaron ir, no sin antes escuchar al Gordo decir: “pero si hacen un lugarcito entro”... con lo cual todos nos miramos y no entendíamos como el Gordo no se iba y quería acompañar a la barra aún a riesgo de pasar la noche en una comisaría.

Está dicho, razzias eran las de antes...

el hombre brindó por el Gordo Guillermo,
el perro, porque ya no anda la perrera...

*Columnista uruguayo