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lunes, 20 de junio de 2011

Hay Patria para todos (y para rato)


Publicado en La ONDA digital

El país registra nuevamente un crecimiento contra todo pronóstico de los que presagiaban que se terminaba el “veranillo” económico que nos tiene con el viento en la camiseta desde hace tiempo. Y precisamente en tiempos de crecimiento económico es lógico pensar que la redistribución de la riqueza (y lo que de ella deriva como consecuencia) se haga con un poco más de justicia.

Tampoco es cuestión de recargar a quien más tiene por puro capricho, sino tan solo es pedirle que sacrifique un poco de su ganancia (si hilamos fino al fin de cuenta es también plus valía), para que esa porción sacrificada sirva para recuperar lo que su crecimiento económico provocó. En otras palabras: hacerse cargo -sino en todo por lo menos en parte- de ese costo de infraestructura que se deterioró por el incremento de su actividad productiva. Una especie de círculo vicioso (que tiene más de virtud que de vicio), que nos da ingresos pero también rompe rutas y caminos.

Es lógico que si mi actividad comercial me significa un crecimiento exponencial, acompañe con ese crecimiento económico mi responsabilidad por cuanto debo hacerme cargo de esa parte de infraestructura que mi actividad necesita, utiliza y desgasta. Ello, por supuesto, al caudal del propio uso que le doy con mi trabajo productivo.

Es una consecuencia lógica que cualquier gravamen que se pretenda impulsar tendrá resistencia, pero este particularmente debe ser el que más se acerca a un pensamiento de izquierda. La concentración de tierras así como de la riqueza debe tener su contrapeso en los impuestos de modo de hacer realidad la regla tan usada de que “pague más el que más tiene o el que más gana”.

Se podrán esgrimir mil excusas y otras tantas razones para tratar de impedir que cuaje, pero la mayoría es conteste en aceptar como justo este gravamen. Una mayoría legitimada por ser contribuyente de peso en la generación del presupuesto nacional como trabajadores que aportan cada mes su IRPF, por ejemplo.

Se manejan variantes, e incluso -quienes serían los afectados por este impuesto- han barajado la idea de generar un mecanismo que permita que el dinero que se recaude se destine directamente a los fines propuestos (¿a cuáles si no?), y no que sean vertidos a Rentas Generales. Eso, que puede parecer una medida garantista para los que pagan el tributo, también puede resultar poco si los que eso pretenden piensan que, agotadas las obras, se termina el gravamen. El mantenimiento de una obra requiere un trabajo persistente y continuo, por lo que pensar costos fijos es un error.

Por otra parte, es mezquino pensar en retacearle recursos a un Estado que ha propiciado las condiciones para su crecimiento. Si hoy cuentan con un excelente grado de desarrollo es porque el gobierno propició un marco regulatorio que favoreció la inversión de la cual hoy disfrutan. No parece justo pensar en solo disfrutar de los beneficios y no hacerse cargo de los costos que ese beneficio genera.

Particularmente es notorio ver el deterioro de ciertas rutas donde el tránsito pesado ha generado verdaderas canaletas en el asfalto, originando peligrosos desniveles de los que este tipo de gravamen bien puede hacerse cargo para su reparación. Ni hablar de la caminería rural que también padece esas consecuencias.

Entonces, si quienes deben soportar este impuesto han sido los más beneficiados por la bonanza económica, ¿por qué se resisten? Un poco de solidaridad contributiva no les vendrá nada mal, y permitirá ser más iguales en la desigualdad, a los orientales.

En estos días se han hecho anuncios alentadores sobre el país que se viene. Yacimientos de petróleo son casi una realidad; reservorio de gas -mayor al de Bolivia- se anuncian en nuestro territorio; uranio; carbón; en fin, riquezas naturales de las que siempre pensamos eran de otros lugares, se denuncian uruguayas. Casi una confirmación de lo impensable -por mucho tiempo- acerca del salto que había hecho la naturaleza cuando nos marcó un lugar para vivir.

El futuro recién empieza, y si es con más justicia social y tributaria, mucho mejor. Hay (y habrá) Patria para todos... y para rato.





el hombre ya se sentía un Jeque,
mientras el perro le meaba las alpargatas...

*Columnista uruguayo
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viernes, 17 de junio de 2011

El Sur (de nuevo) existe

 Publicado en La ONDA digital

¿Quien no registra el famoso cuadro de Joaquín Torres García conocido como el mapa invertido de América del Sur? Ninguna obra pictórica resume tan gráficamente la idea de un norte al que se toma como referencia, y por el que el artista se sintió inspirado a invertir el mapa para realzar la idea de que el sur también existe.

Y por si fuera poco, un pequeño rincón de ese sur -que puja por hacerse ver y sentir- marca la agenda en forma hazañosa. Seguramente resulte inexplicable al concierto internacional, no ya nuestra existencia, sino la relevancia que tienen nuestras humildes acciones llevadas adelante por no menos humildes protagonistas (actitud que los dimensiona plenamente).

Ese norte anhelado dejó de ser tal para miles de compatriotas que aprontan las valijas apurando el retorno. Un regreso para el que aún no estamos preparados pero que tienta y acelera los tiempos para estarlo cuanto antes, pues quien se fue con esperanzas e ilusiones puestas en otros horizontes que hoy padecen crisis, piensa en el regreso a este (otro) país que felizmente estamos construyendo.

No es casualidad tanta buenaventura acumulada. A la suerte había que saber ayudarla, y ya no se trata de pura fortuna sino de deberes cumplidos con responsabilidad y seriedad. Esos atributos que generan confianza para que el Mundo nos tenga como referentes a la hora de elegir donde invertir. No es menor que hoy se cite a Uruguay por su ejemplar comportamiento a la hora de enfrentar la crisis europea (de la que no se salvó nadie en este sur devenido en norte, salvo nosotros que lejos de padecer sus efectos, crecimos).

Hoy la oposición concentra sus baterías en aludir a los desencuentros del equipo de gobierno. Como si los uruguayos no recordáramos pasadas situaciones vividas en tiempos que ellos gobernaban. Detrás de esa andanada de argumentos contrarios se esconde una intención manifiesta de aprovechar este momento porque se acaba. Son conscientes que si el gobierno de Tabaré realizó grandes cambios estructurales, este gobierno de Mujica será la continuación y reafirmación de ese rumbo. Los efectos se están disfrutando y lo poco o mucho que queda por resolver, será cuestión de poco tiempo más. Estamos seguros de eso pues hay proyecto y trabajo puesto en los problemas que más aquejan hoy a los uruguayos (por lo pronto en lo que a seguridad refiere no tenemos dudas).

El tiempo de criticar es ahora porque saben (lo presienten), que en poco tiempo más los resultados hablarán por sí solos.

Este sur mutado en norte recoge los frutos de una siembra que lleva seis años de continua mejoría. La economía -en una sociedad donde el capital y el mercado son motores-debe ser el instrumento que permita el pleno desarrollo de la sociedad. El estado de bienestar y crecimiento es el nicho donde invertir esos frutos. Y ese círculo virtuoso generará más desarrollo aumentando el potencial de las nuevas generaciones.

Los beneficios serán inevitables y algunos de ellos los estamos disfrutando. No es por casualidad que se registre un récord histórico de desempleo; no es casual el volumen de inversiones que recalan en este lugar del mapa; la tremenda actividad portuaria marca índices desconocidos, por citar tan solo algunos casos.

Hasta en el deporte más popular se reflejan los resultados. Señal inequívoca de que vamos por buen camino. Uruguay mereció un más que disfrutable cuarto puesto mundial y va por consolidar el prestigio obtenido en buena ley. Los juveniles futbolistas uruguayos se clasifican a todos los mundiales; Peñarol se mide por ser el mejor de América. Parece inevitable convencernos de que somos el norte para muchos que hoy están al sur del mapa de Torres García.

Queda mucho por mejorar, es cierto. La educación tiene un debe que necesita reformular para volver a ser lo que antes fue para orgullo de los orientales. La vivienda -ese otro gran desafío para este gobierno- tiene su apuesta en el Plan Juntos, y tenemos que promoverlo. La seguridad completa y encabeza esta terna, pero en este tema estamos convencidos que pronto se verán resultados que sepultarán definitivamente toda crítica.

El tiempo de criticar es ahora, y lo saben...

el hombre no precisaba brújula,
el perro tampoco

* Columnista uruguayo
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sábado, 11 de junio de 2011

Noche de furia y molotov

 Publicado en La ONDA digital

Martes 31 de mayo, sobre las siete y pico de la tarde llega la manifestación convocada por varios colectivos sociales en contra de los operativos policiales de saturación que se empeñan en denunciar como razzias. Entre ellos -además de Plenaria Memoria y Justicia- se sumaron integrantes del sindicato del taxi (SUATT).

Particularmente estos últimos convocantes desconciertan ya que son algunos (si no los primeros), que dejan de entrar en los lugares donde la Policía ha realizado acciones en procura de devolver la tranquilidad y seguridad dejada en manos de los delincuentes. Esa actitud desafiante y contraria a este tipo de acciones que por un lado se reclaman y por el otro se rechazan, deja espacio al desconcierto e incertidumbre acerca de la razón de los reclamos.

Cada vez que un trabajador del taxi es víctima de acciones violentas (algunas con resultados trágicos), se recurre al reclamo y la protesta en procura de acciones policiales. Sin embargo, cuando ocurren estas acciones -buscando recuperar el orden y la tranquilidad perdida- se vuelcan al rechazo y la protesta, desconociendo toda explicación y sumando su voz al reclamo fácil y destemplado de quienes no quieren que cambie nada: la propia delincuencia.

Hasta el cansancio se ha explicado y argumentado sobre los operativos policiales, que se han ido perfeccionando con criterio selectivo y amigable, ya que el objetivo principal es facilitar el ingreso y permanencia del Estado en los lugares que habían sido apropiados por los delincuentes. Hablar de razzias y con ello incitar al desconocimiento de la autoridad, es un paso temerario que se agrava con los hechos de violencia ocurridos recientemente.

En un Estado de Derecho, todo ciudadano tiene derecho a manifestarse libremente siempre y cuando con ello no vulnere la libertad de otros o afecte la seguridad pública. Algo tan elemental que no merecería siquiera referirse en tiempos de consolidación democrática con alternancia de los tres partidos políticos mayoritarios en el poder. No obstante lo cual, quien se manifiesta con el rostro oculto y porta elementos combustibles para alterar el orden y provocar daños, demuestra una actitud contraria a los valores democráticos que son base de nuestro sistema.
Con las acciones de protesta violenta deslegitimaron sus reclamos, con el agravante de configurar una conducta delictiva que puso en riesgo la seguridad pública hasta de los propios concurrentes a la convocatoria.

Por otra parte si algo no puede decirse de esta administración es que haya pecado de soberbia, sino todo lo contrario. Se ha recibido a cuanto colectivo o individuo solicitó entrevista para hacer conocer sus reclamos. Por el despacho del propio Ministro Bonomi y/o de sus asesores han desfilado sindicatos, familiares de víctimas del delito, dirigentes deportivos, referentes de hinchadas, por citar algunos. Buscar un cambio de rumbo mediante amenazas o reclamos violentos no son de recibo ni necesarios, salvo para quienes no buscan soluciones sino protagonismo a través de los mismos.

El motivo de la marcha eran los operativos policiales de saturación o “mega operativos” como los bautizó la prensa. Todavía es demasiado pronto para medir una tendencia, pero los datos recogidos y monitoreados día a día nos indican una disminución, (tímida pero sostenida), de los índices delictivos a partir de estas operaciones. En tiempos en que el país registra índices económicos históricos, no hay excusas para la exclusión social.

En cuanto al objeto del reclamo de esta manifestación, no hay retorno posible. Los procesos incipientes denunciados deben ser sofocados ahora que es viable hacerlo sin mayores traumas. Pero ello no será al margen de la ley, sino con total apego a las garantías constitucionales que protegen los derechos de todos los ciudadanos y que se aplican en estas acciones. Si algún exceso ocurre, están los mecanismos legales para proteger los derechos violentados y no tengan dudas que no habrá omisiones al momento de investigarlos. Sobradas pruebas da y seguirá dando este Ministerio acerca de controlarse a sí mismo (Asuntos Internos es quien inicia y deriva a la Justicia, la mayoría de las denuncias sobre irregularidades en las que participa un funcionario policial).

Hoy es la incoherencia la que nutre a estos colectivos. Al no obtener las respuestas que esperaban (en todo momento hubo una postura pasiva de la policía), tomaron la iniciativa con actitudes violentas. Primero derribaron un vallado, preventivamente puesto para evitar lo que acertadamente había previsto la autoridad política; luego las piedras y los cócteles incendiarios que dejaron estelas encendidas en plena calle Mercedes. Si hubieran llegado hasta la puerta misma del Ministerio del Interior, el resultado hubiera sido nefasto para la imagen institucional. Con los hechos ocurridos demostraron su objetivo. También es justo decir que seguramente muchos de quienes asistieron y presenciaron esa actitud no los acompañen más. Sabemos que hubo gente convocada para una manifestación y no para lanzar molotov o piedras.

Una noche de furia incomprensible. La actitud disuasiva de la Policía fue la razón de no lamentar mayores daños. Contrariamente a lo que informó alguna prensa (dos medios escritos particularmente), la Policía no utilizó gases lacrimógenos, sin embargo la tristeza de los actos pudo hacer llorar a algún despistado y ello motivó las alusiones. El único gas que se vio fue el de un extintor que utilizó el bombero que apagó los derrames incendiados de dos molotov que estallaron por la calle Mercedes.

La calma volvió en escasos minutos, tan escasos como el tiempo que duró la llama encendida de las irracionales incendiarias que estallaron ese día.


el hombre no se subió al taxi,
el perro sabía que aquello era su forma de protesta


*Comunicador uruguayo
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lunes, 30 de mayo de 2011

Razzias eran las de antes...

Publicado en LA ONDA® DIGITAL


Todavía persiste algún sector de la prensa, (cada vez más reducido y en retirada), en querer calificar a los operativos de saturación policiales como razzias. Seguramente intentan con ello desprestigiar una gestión que pretende -con su trabajo- devolver lo que los uruguayos hemos perdido por décadas de abandono y que hoy ocupa el primer lugar entre las prioridades de cada ciudadano: la seguridad.

Una reciente reseña latinoamericana (Activa Research), nos ubica en el primer lugar del concierto latinoamericano en lo que a sensación de inseguridad refiere. Un dato que hay que saber interpretar pues difiere con la realidad objetiva, por cuanto muchos de los que dicen sentirse inseguros no han padecido eventos, (y quizás nunca los padezcan), pero se suman al sentimiento colectivo. Una especie de contagio que se nutre de imágenes y realidades de otros, la mayoría de las veces.

No obstante ello no negamos que los uruguayos estamos viviendo un deterioro social que tiene su veta violenta que apreciamos en la crónica roja de los noticieros. Un deterioro que no está por generación espontánea ni mucho menos. Sin embargo, tras padecer los desastres de administraciones que nos sumieron en crisis tras crisis y de las que siempre se emparejó para abajo, (sufriendo también las políticas sociales que, o dejaron de aplicarse o recortaron sus recursos en función de la mentada crisis de otrora), fue el gobierno de izquierda el que comenzó el largo camino de regreso a lo que alguna vez fuimos. Las políticas sociales tuvieron en el primer gobierno un empuje sustancial que en este segundo se continúan y profundizan, a sabiendas que los años perdidos no se recuperan de un día para otro ni de un gobierno para otro. Décadas de deterioro social llevarán años para revertirlas, pero el camino se hace andando y en eso estamos hace seis años.

También es cierto que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas, haciendo lo mismo de siempre no se consiguen otros resultados. Entonces, ¿por qué la crítica a lo que ha comenzado a aplicar el Ministerio del Interior con estos operativos? ¿Es tan difícil advertir que el objetivo es erradicar la delincuencia y no vulnerar derechos civiles de nadie y mucho menos de las clases menos privilegiadas?

Se ha explicado hasta el hartazgo que los operativos policiales se basan en las órdenes de allanamiento que expide el Poder Judicial y es en base a esas acciones coordinadas con el Poder Judicial (del que la Policía es su auxiliar), que se desarrollan los mismos. Claro que no será nunca igual un operativo que otro (aunque parezcan similares), y ello por varias razones. La primera (que seguramente irá menguando con el tiempo), es que los lugares más problemáticos reciben a la Policía con agresividad lo cual obliga a un despliegue masivo de fuerzas que le dan la espectacularidad que critican quienes rechazan las medidas. Aquellos lugares en que no hay resistencia a la acción policial no requieren de la masiva presencia de efectivos. Esa es la principal razón del número y del despliegue que a algunos molesta.

Por otra parte, también es cierto que a medida que se suman estas acciones, la Policía adquiere mayor experiencia y corrige los errores que puede cometer en los despliegues y gana efectividad con cada acción. La población -cada vez en mayor número- aprueba este accionar y reconoce los efectos mediatos e inmediatos del accionar policial que se condice con una desaceleración en la producción de eventos delictivos que comienza a apreciarse en los datos estadísticos.

Se criticó también que solo se realizaban en los barrios más humildes, lo cual se demostró equivocado cuando se hicieron operaciones en Pocitos, La Unión y Punta Carretas, que no serán los únicos que demostrarán que no hay fronteras para combatir el delito en todo el territorio nacional. La diferencia está en que según el lugar, se instrumenta la operativa.

A tal punto se va evolucionando en los operativos que incluso se ha contado con la presencia de magistrados que han presenciado el desarrollo de las acciones como ocurrió en Las Piedras, recientemente. Asimismo la tecnología -que con la ejecución del presupuesto se adquirió y comienza a aplicarse- acompaña las acciones mejorando los niveles de actuación (detectores de metales, sistemas de reconocimiento dactilar).

También se cuida mucho desde la Secretaría de Estado que estas acciones no se hagan a espaldas de la opinión pública. Por ello, y salvando la más elemental reserva que proteja la efectividad operativa de una acción judicial en proceso, una vez asegurada la zona y preservada esa instancia, se comunica a los medios de prensa con una doble intención: la primera, que sean testigos de la acción policial y al mismo tiempo, garantes de los derechos de los ciudadanos que son circunstanciales protagonistas; y la segunda, de carácter interno, generando la sensación de compartir la operativa bajo un estricto control que se documenta en imágenes (lo cual también oficia de garantía para quien aplica correctamente los procedimientos establecidos).

Así y todo se las califica de razzias y con lo que hemos expuesto difiere notoriamente con aquella práctica de salir a realizar redadas indiscriminadamente para cumplir la cuota establecida, sin dar explicación alguna de las detenciones. Bastaba con estar en el lugar por donde pasaba el ómnibus o la “chanchita”, para ser uno más para la cuenta de ese día.

Como nos pasó aquel día en que al Gordo Guillermo no se lo pudieron llevar...

El Gordo había salido con nosotros esa noche de invierno a caminar por 8 de Octubre. En las maquinitas se daba la movida nocturna por entonces y nos encontró enfrascados en la lucha por derrotar naves espaciales enemigas cuando escuchamos una frenada y, todos contra la pared. Una camioneta paró frente al salón; alguno que se quiso escapar terminó de una en el interior del vehículo sin pedirle siquiera los documentos. La camioneta se fue llenando con los que aquella noche estábamos allí y el Gordo Guillermo quedó para el final. Cuando le tocó el turno, el que estaba al frente del operativo intentó subirlo pero la capacidad colmada de la camioneta hacía imposible hacerlo. El Gordo ponía empeño y esfuerzo por entrar pero, ni ahí. El encargado empujaba sin éxito, el Gordo excedía toda posibilidad de embarque. Finalmente, lo dejaron ir, no sin antes escuchar al Gordo decir: “pero si hacen un lugarcito entro”... con lo cual todos nos miramos y no entendíamos como el Gordo no se iba y quería acompañar a la barra aún a riesgo de pasar la noche en una comisaría.

Está dicho, razzias eran las de antes...

el hombre brindó por el Gordo Guillermo,
el perro, porque ya no anda la perrera...

*Columnista uruguayo

sábado, 28 de mayo de 2011

¿Habrá tiempo para un gesto de grandeza?


Publicado en La ONDA digital

Difícil para Sagitario...

Se cierra un capítulo que se llevó ríos de tinta y horas de discusiones estériles. Finalmente el diputado estrella del momento (ya nadie se acuerda del Senador Saravia), no dio su voto para que se anulara la “caducidad de la pretensión punitiva del Estado”.

Un sentimiento de extraña y amarga ambigüedad me invade. Por un lado tengo la convicción que el Frente Amplio cometía un error histórico al no atender la voluntad soberana expresada en dos ocasiones sobre el tema y, por otro lado, desconocer al soberano interno de una fuerza política me lleva a pensar que poco o ningún espacio le queda al disidente, pues de lo contrario sería el fin de la estructura partidaria (si no se resuelve nada al respecto acerca de la conducta del mismo).

Esa ambigüedad es tal que significó un nudo difícil de desatar para quienes intentamos tener una opinión en el tema pero nos enfrentamos ante situaciones de este tipo que plantean encrucijadas que jamás debieron permitirse, pero finalmente ocurrieron. Seguramente sea un efecto extraño y colateral del anunciado fin del mundo que en momentos de escribir esta nota tardía (hoy es sábado 21 de mayo, y debí entregar mi nota el viernes), me está afectando.

Una ambigüedad que seguramente también invadió a los legisladores que no esperaban encontrarse en esta situación de tener que votar por mandato de un plenario, a sabiendas, (muchos de ellos), que estaban sepultando la herramienta de la consulta popular tan cara a los frenteamplistas.

Pero hoy el tema es cosa juzgada. Se ensayan otras vías para llegar a lo que se pretendía que es eliminar la impunidad de nuestro ordenamiento jurídico, pero debe entenderse que el soberano ya laudó -no una sino dos veces- ese tema, mal que nos pese. Por otra parte soy de los que no deja de reconocer que la impunidad -a pesar de la vigencia de la caducidad- está menguada, de lo contrario no estarían presos quienes habitan la cárcel de Domingo Arena. Eso que no se quiere reconocer es obra y gracia exclusivamente de nuestro gobierno que desde el año 2005 con Tabaré y ahora con Pepe, aplican la ley de marras habilitando las investigaciones que no hicieron Sanguineti, Lacalle ni Batlle (aunque este último tenga el mérito de la Comisión para la Paz, no habilitó la investigación del caso Gelman por citar uno emblemático).

El camino debe ser la anulación -por Decreto- de aquellos actos del Ejecutivo que impidió las investigaciones antes que la prescripción se cumpla, y es un camino que el Presidente Mujica está dispuesto a transitar como ya lo demostró recientemente.

Sin embargo queda aún un camino que no se ha transitado por quienes tienen una deuda enorme con la sociedad uruguaya. Es el gesto que le falta reclamar a Mujica de quienes han tenido del primer mandatario innumerables gestos de reconciliación a pesar de haber sido una de las víctimas que tuvo la fortuna de vivir para contarlo. Hace falta un gesto de grandeza y de arrepentimiento de los militares uruguayos -que no han demostrado todavía- pero que mucho ayudaría para cerrar heridas.

Ese gesto que tuvieron, por ejemplo, los militares argentinos con un Comandante en Jefe como Balsas que pidió perdón al pueblo argentino por los delitos cometidos durante la última dictadura que vivió el país hermano. Gesto que ni por asomo han intentado hacer los militares uruguayos ni desde el más bajo grado hasta el más encumbrado que ostenta cargos de responsabilidad como el Comandante en Jefe de las FFAA. Cargos desde los cuales lejos de reestablecer la reconciliación -en el menor de los casos- han hecho un silencio absoluto y negado la verdad en el conocimiento del destino final de nuestros detenidos desaparecidos. Por lo menos ese gesto, (que les fuera solicitado hasta en el amparo del secreto de confesión que ofreciera el recordado Perico Pérez Aguirre), es esperado por quienes aspiramos a una verdadera reconciliación. Sin embargo no hay atisbo alguno de que ello ocurra, por el contrario seguimos otorgando señales unilateralmente y perdónenme el atrevimiento, pero así no hay reconciliación posible.

Seguiremos esperando a militares que honren su uniforme, y destaquen por sobre el resto, con un gesto de grandeza que lleve paz a los muertos y verdad a los familiares que aún esperan por conocer el lugar donde se hallan los huesos de quienes pujan por dejar de ser desaparecidos.

¿Habrá un gesto de esos algún día?

el hombre se fue a dormir sin esperar el voto,
el perro esa noche aulló de tristeza...

sábado, 21 de mayo de 2011

Tema inmediato: Vidas robadas

Publicado en La ONDA digital

Una semana trágica para el país y muy especialmente para Montevideo, el departamento que se lleva el triste récord de accidentalidad y siniestralidad con holgura.

Un taxista fue asesinado de un tiro a quemarropa por unos pocos pesos que pudo recaudar en una noche de suplencia y de “laburo”. Pero no fue el único caso, otro asesinato a sangre fría se llevó la vida de un guardia de seguridad que también eligió trabajar.

Dos casos recientes que nos hablan de una devaluación en los valores de convivencia por cuanto la vida se menosprecia y se la pierde por objetos materiales que no llegarán nunca a equiparársele, pero que son apetecidos por quienes hacen del consumo su razón de existir. Un consumismo que se roba nuestras vidas, ya sea porque nos esclaviza con sus deudas; o porque nos la roba alguien que sin pedir permiso la toma para hacerse de algo que intentamos defender. Sea cual sea la razón la ecuación no es pareja, pareciera que la vida no vale nada.

La delincuencia no repara hoy en esos aspectos ni mucho menos; para ellos no hay valores o están absolutamente subvertidos. Es evidente que este tema se debe atender de inmediato. Y no es solo por el lado de la delincuencia sino también por el lado de la ciudadanía que cede a la tentación consumista dejando flancos indefensos.

No hay causas sin efecto ni viceversa. Saber cuál de ellas está primero no aporta mucho a la solución del problema, pero el saber que ambos aspectos son reales quizás nos ayude a comprender mejor el tema y procurar una solución. Existen “necesidades” insatisfechas que se contemplan delinquiendo; y están las mismas necesidades que se cubren trabajando. En la elección de la forma de satisfacerlas está el punto de quiebre. Lo triste es que hay generaciones que se criaron en una y otra simultáneamente. Y ello pasó sin darnos cuenta o por lo menos, sin prestarle la debida atención. Hipócritamente miramos para el costado pensando que nunca nos afectaría y sin embargo hoy pagamos el caro precio de esa convivencia y/o coexistencia.

Así ocurrió que un trabajador del taxi no aplicó una regla de seguridad que imponía la prohibición de uso del asiento delantero en horas de la noche. Seguramente porque pesó en él la necesidad de sumar otro viaje a una noche escasa de clientes, con la desgracia de que sería el último viaje de su vida.

Y también ocurrió que una empresa de seguridad, (como muchas), no ofreció los elementos de protección indispensables para la tarea a sus funcionarios, poniendo en riesgo la integridad de éstos a la vez que imprimió al servicio una debilidad que aprovecharon los delincuentes. Otra vez el afán consumista está presente, esta vez en la ambición comercial que no cedió fracción de ganancia alguna y dejó empleados indefensos.

Así y todo, Montevideo sigue siendo una ciudad hermosa y segura. De ese modo nos la describen los que vienen de otras realidades no tan lejanas a nosotros. Sin embargo los uruguayos nos comparamos con nosotros mismos y no aceptamos excusas. Todavía nos impactan fuertemente situaciones como las descritas con resultados de muerte; todavía guardamos signos de humanidad; todavía tenemos la sensibilidad suficiente como para rebelarnos y plantear alternativas que eviten estas tragedias.

La economía sigue su expansión, el comercio se intensifica, los espacios comerciales crecen y se multiplican; sin embargo existen sectores que no participan de esas mejoras pero las desean. Tanto como para pretenderlas a cualquier costo y de cualquier manera. Ese es el mayor problema a resolver, intentar que no sea a cualquier precio.

Una vida no vale cuatrocientos dólares (lo que cuesta un chaleco antibalas), es muy bajo precio para una alternativa como la eternidad.


el hombre miraba la vidriera,
el perro tiraba de la correa para que no se tentara