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lunes, 4 de abril de 2022

Allanamientos nocturnos… pero con la "LUC" prendida

Fuente imagen: El País
El resultado del reciente referéndum no solo fue la confirmación de los 135 artículos cuya impugnación se perseguía sino que -además- significó la culminación de un largo proceso discursivo que definitivamente debería dejar atrás toda referencia a los gobiernos del Frente Amplio y el inicio -de una buena vez- del programa de gobierno de la coalición multicolor. En efecto, con la ratificación plena de la ley tras el acto refrendario se terminaron las excusas para quienes argumentaron que era imprescindible contar con tal instrumento de forma íntegra para poder asumir plenamente la responsabilidad de dirigir el país. A pesar de ello, y contra todo pronóstico, afloran ahora otros elementos que pretenden imponerse ante la opinión pública como un nuevo y necesario instrumento para combatir el crimen: los allanamientos nocturnos. Envalentonados tras un exiguo resultado que los dejó sin excusas, apelan a poner en la agenda nuevos argumentos que justifiquen la inevitable ausencia de resultados que no podrán disimularse, ni siquiera, con el auxilio de la claque mediática que acompaña su gestión. Encima, y por si no bastara, sobre un punto que fue rechazado por el soberano.

Sabiduría constitucional

Tengo posición tomada respecto a los allanamientos nocturnos, y así lo expresé oportunamente en varias columnas (ver "Un sagrado inviolable en discusión"; "SE BUSCA: Juez que haga historia"; "No reformen nada"; "El tiempo es (in)constitucional").  No obstante ello, no puedo abstraer mi opinión del contexto que rodea la situación actual de una Policía que responde a mensajes improcedentes que los expone a situaciones de enfrentamiento con la sociedad civil antes que con la delincuencia.

Sin modificar ni una coma de lo escrito, entiendo que no están dadas las condiciones como para otorgar esa licencia a una Policía que no está bien dirigida y, además, está bombardeada con mensajes equivocados. 

Sigo sosteniendo que es innecesaria cualquier iniciativa al respecto por cuanto ni el más ignoto de los constitucionalistas pensó nunca que "el hogar sagrado e inviolable" que juró proteger con su norma, fuera el escenario de un negocio ilícito (cualquiera fuera su naturaleza) y mucho menos un entorno donde corriera riesgo la vida de cualquier persona. Con esas limitantes en juego, ¿a qué Juez se le podría ocurrir impedir que la fuerza pública interviniera para que cese la actividad ilícita sea cual fuera la hora del día? 

El constitucionalista fue específico y muy claro, el hogar además de sagrado es inviolable; y, esa condición mística que le otorgó en un país laico no es otra cosa que una máxima consideración para un recinto donde se forma el germen de toda Nación: sus ciudadanos. Pero, si en ese lugar consagrado se promueven acciones ilícitas, es de toda lógica que ese lugar abandonó -por hechos propios de sus ocupantes- su condición de hogar y por ende perdió la prerrogativa sagrada que le confirió entonces el constitucionalista. 

Claro que, esa circunstancia debe probarse y para ello se requieren seguridades que solo un Juez podría dar en un Estado de Derecho. Es decir, un tercero imparcial que brinde las máximas garantías ante situaciones que pueden derivar en riesgos no deseados.

Más riesgos que beneficios

Pero como todo tema, hay que conocer muy bien los contextos para poder entender y ponderar la conveniencia o no de su promoción..

La Policía Nacional hoy día, ha sido permeada -lamentablemente- por discursos represivos que fueron mal dirigidos y peor interpretados como los de "se acabó el recreo" o "hay orden de no aflojar". Discursos que socavaron la base democrática de una fuerza civil llamada a ser la defensora de la seguridad de los habitantes y no un instrumento para ser utilizado por los políticos de turno.

Lamentablemente, en la última campaña por el referéndum contra 135 artículos de la LUC, impusieron una falsa oposición entre las opciones en pugna como si votar por SI fuera un voto contra la Policía. Representantes oficialistas lo entendieron así y apostaron por solidarizarse con una fuerza a la que dicen respaldar de palabra pero a la que volvieron a sumir en el abandono salarial y operativo retaceando los recursos imprescindibles para su función.

Hoy se promueve el respeto a la autoridad a partir de situaciones que bordean el exceso o abuso policial, y no parece ser el mejor clima para promover una medida de alta sensibilidad que si algo necesita es tiempo para ser discutida e instrumentada, de manera de lograr el mayor consenso social posible.

En tanto, hace falta otra postura de parte de la Policía para combatir el microtráfico, se requiere que sea notoria su presencia en los territorios. Esa participación que ya no se aprecia en muchos barrios durante el día, y que es absolutamente nula durante la noche, espacio temporal donde ocurren la mayor cantidad de eventos criminales de mayor violencia.

Antes que impulsar los allanamientos nocturnos debiera atenderse la mejora del patrullaje en horas de la noche, que impida el libre tránsito de los "deliverys" de droga, cortando un circuito que desabastezca de clientes a las bocas y así volver inocuo su rendimiento. Para hacerlo no se necesita ninguna reforma constitucional, simplemente cambiar una operativa policial que es prácticamente inexistente cuando el sol se esconde.

El crimen aplica las reglas de mercado y con esas mismas reglas hay que combatirlo. Así lo expresó claramente Jorge Melguizo -ex alcalde de Medellín- en ocasión de visitar nuestro país hace unos años. El crimen utiliza las reglas de marketing para captar adeptos, del mismo modo el Estado debe usar de ellas para combatir al crimen. No es con más represión ni limitando derechos que se conseguirán mejores resultados, sino aplicando las mismas reglas del mercado (que tanto glorifican), con las que se podrían obtener mejores y más eficaces resultados.

La guerra contra las drogas viene recogiendo su peor derrota, y todo parece indicar que el camino a seguir no puede ser ese. Tampoco seguir incrementando la represión pura y dura; en su lugar, la inteligencia debe tomar la delantera, sin privarse de usar las leyes de oferta y demanda para el objetivo.

Asimismo, los supuestos beneficios de esta medida no serían lo redituables que se pronostican. Las bocas de droga no se caracterizan por un acopio importante de sustancias sino -por el contrario- se abastecen con pequeñas dosis que son distribuidas entre sus clientes de forma diaria. Por lo tanto, no se podría medir el éxito por el volumen de incautaciones, tampoco por la cantidad de lugares allanados, porque al cierre de uno se abrirán otros si el flujo de la "clientela" sigue circulando. 

Otras posibles consecuencias son respecto a los riesgos para los propios funcionarios policiales en escenarios donde la nocturnidad y posibles enfrentamientos son elementos que aumentan el riesgo considerablemente y hasta podrían involucrar a terceros inocentes. Sin descontar los errores en los que podrían incurrirse en razón de los territorios donde se asientan mayormente las bocas, que hacen difícil de día identificar correctamente las locaciones cuánto más en horas de la noche.

Antes que apostar por la "bala de plata" de los allanamientos nocturnos, se debería intentar saturar los circuitos de distribución por la noche y así desabastecer a las bocas de su principal insumo que no es la droga precisamente sino sus clientes, los consumidores. 

De ese modo, con menos represión, apelando a la inteligencia y una mayor prevención, el efecto será mucho más importante que los riesgos que supone una intervención violenta en la noche por más que se cuente con "una LUC encendida y pronta para actuar en sagrados inviolables sospechados de no ser tales..."


el hombre portaba una linterna,
el perro se refugió en su sagrada cucha…  


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