“Lo que natura no da,
la comunicación no perdona”
A escasos dos meses y pico de instalado el gobierno los errores comunicacionales se personifican en la figura de sus máximos exponentes; desde el Presidente Lacalle, sus Ministros y la propia Vicepresidenta. A pesar de contar con el velado consentimiento de los medios hegemónicos de comunicación -que terminan dando amplitud a los errores- seguramente el estilo impuesto por la nueva administración les esté jugando en contra. La persistente forma de recurrir a comunicar todo lo oficial a través de sus cuentas personales los expone a riesgos que revelan la falta de profesionalismo en la materia, (o, al menos, la ausencia de un equipo de profesionales que puedan realizar un mínimo chequeo previo). Esa práctica los expone con un alto grado de improvisación y falta de conocimiento sobre lo que informan -desde sus redes- los protagonistas de esta “comunicación oficial personalizada”. Los mensajes fallidos son de tal magnitud que ameritan rápidas rectificaciones que no logran minimizar el daño provocado. Tantos y tan gruesos errores comunicacionales minan la credibilidad del gobierno en tiempos de pandemia, donde si algo no puede fallar es –precisamente- la comunicación oficial…
¿Apuro por informar?
Como si fueran periodistas atrás de una primicia, los protagonistas de las mismas se apresuran a darlas por sus cuentas personales como una forma de marcar un perfil moderno en la comunicación oficial. Así como instalaron el concepto de la "nueva normalidad" apelan a realizar su símil en la forma de comunicar. Lejos de generar músculo en la administración pública que gestionan por mandato popular, desmerecen con esa actitud la labor de profesionales de la comunicación con que cuenta cada organismo público. Incluso –en el apuro- chocan sus intereses particulares, como le pasó al canciller Talvi en ocasión del episodio con el Greg Mortimer, donde alcanzada la solución en acuerdo con el Presidente, se le adelantaron en dar la primicia en una suerte de traición entre compañeros de Gabinete.
El apuro por mostrar resultados también les está jugando en contra y puede ser una de las causas de los yerros cometidos. Así le pasó en su momento al Ministro del Interior- Larrañaga- cuando tuvo que corregir cifras sobre las denuncias domésticas ante los datos que por su lado anunció la directora de INMUJERES, Mónica Bottero. O como ocurrió cuando se dieron datos de homicidios por el matutino El País, donde el Ministro salió a confirmar el grueso error publicado consignando una baja de ese delito cuando en realidad se había producido una suba. Con su salida, el titular de la cartera impuso una nueva, insólita y absolutamente equivocada forma de comparar delitos no solo para el Uruguay sino para el resto del mundo. Una peculiar forma de medir la inseguridad que lo expuso al ridículo de comparar las cifras entre un mes y otro. Viviremos en una constante gráfica de subidas y bajadas que irán marcando la impronta de la nueva gestión. Académicamente improcedente pero tercamente defendida por el nuevo titular de la cartera de seguridad.
Lejos de bajar, los homicidios subieron (en lo que va de la presente administración van 75 homicidios), ya que la forma correcta de medir los delitos es con igual período del año inmediato anterior, esa es la forma internacionalmente admitida y la que permite emitir diagnósticos ciertos de la evolución de la seguridad medida con el comportamiento delictivo, donde el homicidio es el patrón que mide la seguridad de forma estandarizada en el mundo.
Pero no fueron los únicos errores ni pedidos de disculpas consiguientes; el Ministro de Ganadería tuvo la infeliz ocurrencia de comparar los abigeatos con las cifras de femicidios y ello disparó una catarata de respuestas que le obligaron a emitir una disculpa tras el rezongo de la vicepresidenta Argimón. La que tampoco se salvó de los errores de comunicación, porque precisamente el domingo se conoció una entrevista que brindó el pasado 16 de mayo al portal argentino INFOBAE, donde se la citó con una insólita referencia de una baja de denuncias de violencia doméstica del orden del 80% durante la pandemia en el Uruguay. Tamaña baja debía llamar la atención por cuanto –de haber sido correcta- podía representar una preocupante incidencia de la presencia del agresor en el hogar como la causa de la disminución. Pero el dato era equivocado, la baja fue del 8% y no del 80%, lo que mereció una rectificación la que, como no podía ser de otra manera, hizo desde su cuenta personal de twitter.
Del Presidente para abajo
Ni el Presidente se salva a la hora de acumular errores comunicacionales; desde la campaña electoral -donde hizo de la comunicación su principal fortaleza- a estos primeros días de gobierno, pareciera que el afloje pos victoria le lleva a emitir mensajes erróneos o por lo menos contradictorios que solo se minimizan por un cerco mediático complaciente.
Una referencia a la interrupción voluntaria del embarazo lo puso en guardia frente a unas redes combativas que vienen peleando la batalla informativa con significativo éxito a estar por las contramarchas que origina en los interpelados. Tener que salir a aclarar sus dichos es todo un logro de esos colectivos que viralizan información y dejan espacio a otra campana, esa que no tañen los medios que rodean al séquito presidencial cada noche en la Torre Ejecutiva.
El Presidente asumió un exagerado rol protagónico que lo sobre expone al punto de arriesgarse al equívoco inevitable que dicha sobrecarga implica. Así ocurre cada vez que intenta explicar -con débiles argumentos- alguna de las pocas e incómodas preguntas que logran filtrar el cerco y terminan develando la inconsistencia argumental del primer mandatario. Habla mucho y dice muy poco.
Para rematar el desaguisado de errores, la última perlita fue este domingo en el programa Santo y Seña donde el fuego amigo le jugó en contra; nuevamente la inconsistencia argumental llegó al colmo de negar el aumento de impuestos a pesar de reconocer que la supresión de 2 puntos de rebaja del IVA en las transacciones con tarjetas de crédito tuvo una finalidad recaudadora. "No subimos los impuestos", afirmó, pero en los hechos se subieron. Ni Tortorelli lo podría haber hecho mejor!!
Así las cosas, a menos de 3 meses de asumido, se dispararon las alarmas; la acumulación de errores en tan poco tiempo puede significar una muestra de lo que será -de aquí en más- la información oficial. Un tiro en la línea de flotación para cualquier organización –cuanto más para un gobierno- ya que todo lo que se informe irá acompañado por la duda de saber si es correcto o no; si deberá esperarse un tiempo prudencial para poder hacernos un concepto o idea de su contenido, por la simple razón de no saber si será rectificado, modificado o suprimido. Ni hablar del descrédito que generan las expresiones fuera de tono o de contexto que realizan –sin forzarlos- los protagonistas, dando muestras de inexperiencia o sencillamente, de una absoluta y pura improvisación.
El riesgo que se corre con una mala comunicación oficial es enorme, así como se elogió la campaña electoral que lo llevó a la Presidencia, pareciera que cesaron los servicios de la agencia contratada para ese fin dando cabida a esta seguidilla de metidas de pata. La tan promocionada figura del vocero presidencial podría haber mitigado y hasta evitado esta cadena errática de infortunados errores, justo en tiempos en que el recurso de las diarias conferencias de prensa (verdaderas cadenas) empieza a sufrir el natural desgaste de la sobre-exposición. Sin embargo, solo una vez se escuchó su voz en la Torre Ejecutiva y lejos está hoy de ejercer la función anunciada. Es más, ya ni se lo ve.
Los mensajes fallidos son un riesgo muy alto que no debería permitirse ningún gobierno, menos uno que se decía preparado para gobernar ahora. Sería tiempo que repensaran el estilo y devolvieran la información oficial al lugar que merece, y dejar de ser promotores personales de noticias públicas buscando aumentar sus seguidores en las redes sociales…
el hombre pedía disculpas,
el perro ladraba una rectificación…
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