Los 75 años de CUTCSA eran una fiesta, la empresa de transporte urbano celebraba un nuevo aniversario junto a varios centenares de personas, entre los que se destacaban autoridades políticas -con el Presidente Mujica en primera fila-, empresariales e invitados especiales. La fiesta tuvo una intervención que pocos olvidarán. Los asistentes, y quienes luego lo vimos por los medios de prensa, nos seguiremos preguntando por mucho tiempo: ¿qué le pasó a Solange?
Les confieso que fui uno de los que compartió en las redes la noticia, sintiendo verguenza ajena por el insuceso. A todas luces pareció un error de ubicuidad mayúsculo de alguien que no pudo manejar el miedo escénico y tuvo su peor pesadilla con una incontinencia verbal que saturó a todos los presentes e imprimió ese retrogusto amargo de ver a una meritoria mujer pasando el ridículo sin parecer -siquiera- advertir tal circunstancia.
No es compartible -de ninguna manera- la grosería del abucheo público que estropeó lo que era una fiesta y termina siendo un mal momento para todos sin excepciones. Tampoco se entiende la falta de tacto de la protagonista o de quien le había asesorado (si hubo alguien) para ese momento.
Algo que se notó es que la intolerancia que ganó a la sociedad uruguaya por estos tiempos no sería la excepción en este caso y fue una muestra evidente la reacción de un público que -al fin y al cabo- no tenía mucho que perder salvo algunos minutos de perorata como otras tantas veces.
Escuché por estos días argumentos de todo tipo e incluso quien atribuye razones misóginas y/o racistas a la reacción pública ocurrida en ese día. Francamente no creo que haya sido esa la razón del abucheo ni mucho menos. Pensarlo siquiera sería catastrófico para una sociedad enferma sí, pero que es recuperable y no está tan perdida como si en verdad hubiera sido esa la razón de la reacción colectiva.
Solo la protagonista sabe qué le pasó, conjeturas podemos hacer muchas, pero de ahí a decir que por ser afrodescendiente o mujer se haya hecho acreedora del abucheo público, hay un abismo. Hasta la reseña de logros obtenidos por el gobierno -aún cuando no era el lugar más apropiado para hacerlo- podía aceptarse de modo cuotificado. Herramienta que todo actor político aprovecha en ocasión de algún acto público y más en uno como este con el más alto poder de convocatoria del país, sin lugar a dudas, a estar por los invitados a la misma.
Seguramente pesaron otros temas también a la hora de juzgar la conducta de la expositora. Y hablamos de la gestión del Correo propiamente. Justo en momentos de estar enfrentando un conflicto donde la población tiene “requisada” parte de la correspondencia que le llega desde el exterior, creo -es una opinión, la mía- que pudo pesarle esa materia pendiente entre un público que sin ser el más representativo de la sociedad uruguaya, conociendo el tema y la falta de resolución, pudo juzgarle (y/o jugarle), en contra. Si algo le sobró al público asistente fue tiempo para interpretaciones, de ahí lo aconsejable de un discurso corto, mesurado y concentrado a lo que tenía que hacer que era presentar un sello.
Yo no sé qué le pasó a Solange, me dió mucha tristeza y verguenza ver como no llegó nunca a darse cuenta de lo ridículo de su exposición, intentando caer en gracia con una referencia a los premios Oscar cuando ya se habían vulnerado todas las fronteras de la educación por parte de un público que primero usó las palmas y luego su voz para dar por finalizado un discurso de quien no supo o no pudo manejarse frente a tantas autoridades juntas.
Otro capítulo y otra lectura puede hacerse observando el comportamiento del público. Así, uno de los primeros en marcar la cancha fue el ex-presidente Batlle. En ese momento, ¿qué le pasó a Solange? Seguramente estaba buscando ese cierre que no le llegó nunca, y mientras los minutos se consumían, a la huída del "divertido" ex-presidente siguieron los comentarios y el murmullo generalizado del que no veía ni tenía retorno alguno la protagonista.
Un cuasi gracioso maestro de ceremonia intentó cortarle y fue peor la enmienda que el soneto. Allí otro traspié verborrágico y aquello no tenía levante. Ni la advertencia protocolar de Presidencia de la República pudo frenarla. Tampoco el ingreso de una maestra con sus alumnos -en medio del discurso- para saludar al Presidente Mujica. Solo la frenó la levantada de Tabaré, quien harto ya de esperar el cierre que nunca llegaba, se fue presto a saludar a Mujica, poniendo fin a aquella infausta exposición que nadie entendería por mucho tiempo.
La pregunta es y será la misma por mucho tiempo...
¿Qué le pasó a Solange?
el hombre hacía señas,
el perro se tapó la cara con las patas,
ella seguía pidiendo un minuto más...
el perro se tapó la cara con las patas,
ella seguía pidiendo un minuto más...
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