El
Gobierno presentó finalmente las tan esperadas medidas para hacer
frente a la inseguridad y el tema que se llevó todas las miradas fue
la legalización regulada y controlada de la marihuana. Un tema que
se convirtió en el gol de un partido que los uruguayos venimos disputando hace mucho tiempo. Aunque ese partido tuvo otros goles que
no tuvieron tanta repercusión pero que también son parte del
paquete.
La
ansiedad fue la tónica de los medios de prensa durante todo el
tiempo que llevó la difusión, finalmente, de este paquete de
medidas trabajado desde el gabinete de seguridad con profundo
hermetismo por parte de todos los participantes. A pesar, incluso, de
las filtraciones que fueron permeando aquel comportamiento estanco
que tuvo desde el principio el trabajo de este grupo de gobierno, que
fue encabezado en su momento por el propio Presidente de la
República.
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medidas que tienen por cometido el tratamiento integral de la
seguridad en un concepto que se viene aplicando desde el comienzo
mismo de esta administración y que ha detonado ahora merced un
incremento desmedido de la violencia social. De ahí que estuvieran
presentes también los Ministros de Defensa y Desarrollo Social
además del Ministro del Interior, acompañados por Presidencia de la
República en la figura de su Secretario, Dr. Alberto Breccia. Y eso
es así porque la seguridad atraviesa todos los estamentos de un país
y no es materia exclusiva de un solo ministerio. Así por lo menos lo
entiende un Gobierno que pretende cambios que perduren y recompongan
esa desestructuración social de la que hoy padecemos sus más
nefastas consecuencias mal que pese a quienes niegan ser
co-responsables del problema.
Uruguay adquirió -con la sola propuesta de la medida de legalización
regulada y controlada de la marihuana- dimensión planetaria y, al
igual que lo fue aquel gol de Ghiggia en 1950, hoy este tema pone a
nuestro país en la avanzada mundial. Y lo hace cuando en otros
países emblemáticos en el tema, se dan retrocesos o cambios en su
política de liberalización tal cual lo venían aplicando (caso
Holanda, por ejemplo).
Pero
es precisamente en este aspecto donde se hace punta, sin repetir lo
que en otras partes del mundo están reviendo, pues se habla de una
legalización regulada y controlada donde la producción esté en
manos del Estado, lo cual hace al sistema diferente a lo que se
conoce en el resto del mundo hoy.
Sin
ahondar mucho -porque tampoco conocemos el proyecto de ley que
tratará el tema en el Parlamento- cabe responder a la primera
crítica que se oyó decir al respecto en lo que refiere precisamente
a lo que está ocurriendo hoy en países donde está liberado el
consumo y venta del cannabis. Hay que decirlo, pues en esos lugares
-Holanda para ser precisos- las razones son variadas y responden a
datos de una realidad que no es la que se plantea aplicar en Uruguay.
Por ejemplo, uno de los argumentos para la revisión holandesa se
basa en la manipulación genética que se ha hecho del cannabis lo
que ha aumentado en un 15% aproximadamente el tetrahidrocannabiol
(thc), lo que la convierte en una droga más dura, contraviniendo la
razón de su liberalización original. Riesgo que no se correría en
nuestro país donde el control de la producción sería estatal y no
privada. Si algo se ha descartado desde el Gobierno es la idea de
propiciar el autocultivo, lo cual haría de esa actividad un riesgo
en lugar de un beneficio, precisamente por la falta de control que
implica.
Lo
cierto es que así como en su momento el alcohol, fue objeto de
restricciones en el mundo al punto de llegar a su prohibición,
también es cierto que la medida lejos de ser una solución fue un
problema y aquella llegó cuando el Estado reguló el consumo e hizo
del tema una actividad controlada, que resultó mucho más eficaz.
Pero
si el tema del cannabis fue una frutilla de ese postre, no fue la
única; otro de los temas de alto impacto (seguramente no con el
mismo alcance internacional), fue el referido a los contenidos en los
medios de difusión. Este punto, que generó una defensa corporativa
no solo de los responsables de los medios sino de los trabajadores o
periodistas, olvida reconocer que es pacíficamente admitido el
respeto (¿?) a un horario de protección al menor del que se
controla poco y nada, y del que gozan de exclusión los noticieros,
programas periodísticos o deportivos que se emiten en ese horario.
Un “dribling” al espíritu de una normativa vigente que deja
-inexplicablemente- afuera de la restricción de contenidos, a
programas que ocurren dentro de la franja horaria en cuestión.
A
escasas horas de los anuncios, se tejen muchas conjeturas sin que
ninguna de ellas cuente con el aval oficial por cuanto los proyectos
de ley que serán presentados al Parlamento para su discusión serán
remitidos en el correr de las próximas semanas. La misma ansiedad
previa al conocimiento de las medidas se dispara para conocer el
detalle de lo que aún no se presenta y que viene siendo ajustado por
un Gabinete de Seguridad que está trabajando fuerte y seriamente
para llegar al mejor resultado posible en la materia.
Restan
otras
medidas
que no tuvieron el mismo impacto periodístico pero de las que la
ciudadanía debe conocer su existencia por cuanto hacen al conjunto
que fue diseñado para reconstruir la seguridad pública tan
devaluada últimamente. Entre ellas la que refiere a la creación de
plazas de convivencia como espacios donde cultivar las relaciones
interpersonales, como forma de devolver a la sociedad ese vínculo
perdido. O la figura de los Jóvenes Mediadores, que combina la
participación y la organización estudiantil en la mediación de los
confictos que se produzcan en los barrios o en los centros
educativos. Herramientas que permitan actuar tanto en la resolución
como en la prevención de la ocurrencia de eventos problemáticos.
En
suma, que el paquete vino muy bien atado como para que los resultados
no puedan evadirse y se logren los objetivos planteados.
Rápidamente
surgieron críticas de una oposición política que quedó en
incómoda posición ante la audacia de un Gabinete de Seguridad que
supo pasar al ataque y tomó la iniciativa en tema tan caro a la
realidad uruguaya.
La
prensa internacional se hizo eco rápidamente y el Uruguay otra vez
fue noticia de avanzada. Ahora viene el tiempo de concretar los
anuncios pero será cuando los proyectos se vuelquen para su
tratamiento y discusión parlamentaria, no antes.
Mientras
tanto, por el mundo giran los cables noticiosos que ubican a este
rincón del mundo como un país con coraje suficiente para dar
batalla en un tema harto discutido. Así como hubo un tiempo en el
que Uruguay fue ejemplo de avanzada institucional (ley de 8 horas;
derechos civiles de la mujer, por citar algún ejemplo), hoy pone en
discusión el tema de la legalización de la marihuana como
instrumento hábil para combatir el uso abusivo de otras drogas de
alto impacto social.
Particularmente,
y a modo de cierre, cabe compartir un caso que vivimos personalmente
en un barrio de Montevideo donde una joven instó a que se legalizara
la marihuana como forma de evitar que sus compañeros -consumidores
de cannabis- cayeran en la tentación de la pasta base ante la
escasez del producto en el mercado. Mercado que hay que considerar al
momento de emitir un juicio al respecto pues no basta con combatir el
tráfico y el suministro si no se considera a los consumidores que
hacen parte del circuito.
Esta
iniciativa hace foco precisamente en ese sector desatendido que hace
del cannabis la cuarta droga más consumida en el país, según
consignó el Ministro de Defensa (la primera es el alcohol, la
segunda el tabaco y la tercera los medicamentos).
El
planteo está hecho y tuvo tal repercusión que lo hace digno de la
comparación con la gesta del cincuenta.
Maracannabiazo,
por donde se lo fume...
el
hombre se armó una chala,
el
perro olfateaba algo más que tabaco...
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